El toreo según Roca Rey

Manuel Viera

Bueno, sí, me digo para mí. Muy cierto todo. Eso es torear, jugarse el pellejo en momentos sobrecogedores de impacto. Emociones con las que no me reconozco y, sin embargo, provocan pasiones en la gente. Reconocimiento absoluto del público a lo hecho. Estocada, dos orejas. Triunfo total.

Roca Rey suma y sigue. Un nuevo triunfo viene a enriquecer la tauromaquia del joven torero peruano, cuyo talento estuvo al servicio de un buen toro, buenísimo fue “Manisero”, lidiado en tercer lugar, el mejor de la desigual corrida de Victoriano del Rio y otro toro bravo en la Feria. Así lo testimonió el toreo contenido en una faena caracterizada por templados muletazos diestros y el profundo trazo del natural. Un largo trasteo que prologó con unos estatuarios, quieto y derecho como un junco, para hilvanar, después, un toreo hecho despacio y de largos pases con la derecha, algunos con tendencia hacia afuera, y otros completos circulares que llegaron al público con desbordante pasión.

Fue mejor la despaciosidad del toreo al natural. Un toreo en el que se pondera las pasiones con la angustia, sobre todo, cuando se acortan las distancias y se pisan terrenos comprometidos. Emociones inquietas con las que se reconoce la lidia del diestro limeño, o, sin salir de lo mostrado, el relato de una forma de torear singular y apasionante.

Por su capacidad para transmitir situaciones extremas, Roca Rey, se enseñoreó con un notable toreo de izquierda, muy vertical y de menor holgura, con la intención de dejar las cosas claras. Y bien que las dejó cuando ligó muletazos inverosímiles en un palmo de terreno. Venía a hacer el toreo y con ganas de abrir una Puerta del Príncipe que al final una espada le cerró.

Porque la hubiese abierto si el acero ocupa su lugar en el primer intento, pese a que la lidia del sexto se distanciara de lo mejor. Fue menos emotiva la versión del natural que, a pesar del notable trazo, con la tendencia de desplazarlo hacia afuera lo afeó. Hubo toreo diestro templado y ligado y hasta el toreo de izquierda lució con bonitos trazos. Volvió al acostumbrado arrimón con el que calentó a un público dispuesto a verlo salir en volandas, pero lo pinchó.

Perera dio muestra de recursos para dominar la calidad delas embestidas del noble y flojo primero. Profundidad expresiva en el trazo, habilidad técnica y virtuosismo en un toreo de momentos interesantes. Toreó despacio con la derecha en series de muletazos largos muy bien rematado con los de pecho. Muy despacio lo hizo también con la izquierda aunque la intensidad de los trazos fue menor por el escaso fondo de un animal que acabó yéndose a las tablas. La estocada no fue suficiente para alcanzar el apéndice que la gente le pidió en menor intensidad.

Todo lo que le hizo el extremeño al noble, soso y parado cuarto toro careció de emoción. Se vino abajo el animal y el torero también. Con un espadazo lo finiquitó.

Y Juan Ortega no tuvo su tarde, ni toros para mostrar ese toreo único y diferencial de su tauromaquia. El segundo, manso, tuvo una brusca acometida que el torero de Trina no pudo dominar. Atisbó la verónica con el capote y prologó faena con unos ayudados por abajo de exquisito gusto. Todo lo demás careció de emoción. Y el quinto fue un toro a la defensiva que no le dejó trazar un solo muletazo limpio. A ambos lo tumbó de estocada.

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