El mundo entero mira en estos días hacia la pequeña chimenea situada sobre el Vaticano en busca de una señal que indique la elección del nuevo papa o, al menos, el avance de las negociaciones del cónclave para escogerlo. Ese símbolo que para muchos refleja fe y devoción también es fruto de la ciencia. Más concretamente, de la química. Y es que a lo largo de su historia, la Santa Sede ha tenido que perfeccionar este ritual solemne y técnicamente complejo para enviar una señal clara al mundo y evitar, por ejemplo, que en un momento tan trascendente se envíe una señal de humo gris que acabe desconcertando a todos. Tal y como ha ocurrido, cómo no, en el pasado. ¿Pero entonces cómo se logra la fumata blanca y la fumata negra? ¿Qué técnicas se emplean para cambiar el color del humo? ¿Y qué podía fallar para que salieran, por ejemplo, otros colores?
La tradición de comunicar el resultado del cónclave papal mediante humo no es tan antigua como se cree. Aunque hay referencias a la quema de papeletas ya en el Renacimiento, no fue hasta el cónclave de 1878, cuando fue elegido el Papa León XIII, que se empezó a utilizar la fórmula de fumata blanca para indicar la elección de un nuevo papa y fumata negra para mostrar que las votaciones del cónclave habían concluido sin consenso. El sistema, institucionalizado desde entonces, encontró su marco legal en 1996 bajo el pontificado de Juan Pablo II y desde entonces ya se ha convertido en una característica tradición para que el mundo pueda seguir la elección de un nuevo pontífice.
Humo negro
Tradicionalmente, el humo negro se conseguía con la simple quema de las papeletas de votación del cónclave. Pero este método, a la larga, resultó ser demasiado inconsistente para un momento tan trascendental para los fieles. Sobre todo porque, según observaron los técnicos de la Santa Sede, la humedad del ambiente, la calidad del papel o el viento podían generar un humo grisáceo y, así, confundir a los asistentes. Es por eso que para evitar ambigüedades desde el cónclave de 2005, cuando se eligió a Benedicto XVI, se recurre a un sistema doble para genera humo. Por un lado se utiliza una estufa para quemar las papeletas del cónclave y, por otro lado, se pone recurre a cartuchos químicos para generar colores concretos.
Por un lado se utiliza una estufa para quemar las papeletas del cónclave y, por otro lado, se pone recurre a cartuchos químicos para generar colores concretos
¿El ingrediente secreto para lograr un humo tan negro, intenso y característico? El antraceno. Este hidrocarburo, derivado de la antracita (un tipo de carbón), arde generando finísimas partículas de carbono, lo que produce el característico humo denso y oscuro. Curiosamente, el antraceno es más habitual en neumáticos y tintas, así como en ciertos botes de humo pirotécnicos usados en navegación. Se trata, por ejemplo, de la sustancia que se quema para que en caso de accidente o avería los barcos puedan notificar su posición y pedir ayuda.
Humo blanco
Lograr una fumata blanca es, científicamente, aún más intrigantes. En sus inicios, el Vaticano utilizaba paja húmeda para generar un humo más claro. Y es que al quemar este material, las gotas de agua liberadas dispersaban la luz en todas las direcciones, generando un efecto visual similar al de las nubes y generando un tono más blanquecino. Pero aunque sobre el papel esta técnica tiene solidez, en la práctica el resultado era tan efímero como poco fiable. Especialmente si se mezclaba con las cenizas de las papeletas. De hecho, hay constancia de fumatas blancas que pretendían ser blancas y acabaron saliendo más grisáceas de lo esperado debido a este fenómeno.
Para lograr humo negro se añade antraceno, mientras que para el blanco se utiliza lactosa
La solución llegó en 2013, con la elección del papa Francisco, cuando se consolidó un método más científico para producir humo blanco. Fue entonces cuando la Santa Sede añadió a la estufa una serie de cartuchos con clorato de potasio, colofonia (una resina natural) y lactosa. Este trío químico produce una combustión rica en vapor de agua y libre de carbono, lo que garantiza un humo blanco, denso y visible incluso a distancia. Esto es especialmente importante porque, según la normativa vaticana, el humo debe durar al menos siete minutos para que los fieles congregados en la Plaza de San Pedro puedan percatarse de la elección del nuevo papa.