La
elección de un nuevo Papa es uno de los procesos más enigmáticos y
ritualizados del mundo. Celebrado a puerta cerrada en la Capilla
Sixtina, el cónclave —término que deriva del latín cum
clave («bajo
llave»)— ha evolucionado a lo largo de los siglos para
blindarse contra injerencias externas. En una entrevista en La
Linterna de
COPE, el historiador Emilio Sáenz-Francés, profesor de la
Universidad Pontificia Comillas, desveló las curiosidades y el
trasfondo de este sistema, cuyo hermetismo no es casual: nació como
respuesta al caos.
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Del caos medieval al encierro forzado
El
cónclave más largo de la historia, explicó Sáenz-Francés,
duró casi
tres años (1268-1271)
en Viterbo (Italia). Los cardenales, divididos por intereses
políticos, no alcanzaban un acuerdo. La desesperación fue tal que
las autoridades locales les
privaron de comida y desmantelaron
el techo del palacio donde
se reunían, «para que el Espíritu Santo entrara antes»,
bromea el historiador. Aquel episodio aceleró la reforma: en
1276, el siguiente Papa, Inocencio V, fue elegido ya bajo
llave en
Arezzo (Toscana), aislando a los electores de presiones externas.
«El
objetivo era evitar que reyes, nobles o el pueblo influyeran en la
decisión», subrayó Sáenz-Francés. Sin embargo, el secretismo
no siempre impidió las maquinaciones. En 1492, el
controvertido Alejandro
VI (Rodrigo Borgia) logró
el papado sobornando a cardenales, demostrando que las tramas
internas persistían.

El papa español Alejandro VI
¿Por qué se vota «bajo llave»?
El
sistema actual, consolidado en el siglo XVIII, busca dos
cosas: libertad
de decisión y protección
simbólica.
«En la Antigüedad, los Papas eran elegidos por aclamación
popular o clero romano, lo que generaba tumultos», recordó el
experto. El encierro garantiza que los cardenales deliberen sin
interferencias, aunque históricamente hubo excepciones. En 1903,
el emperador Francisco José I de Austria-Hungría ejerció por
última vez el veto
real contra
el cardenal Rampolla, tachado de pro francés.
La
ubicación en la Capilla
Sixtina,
añadió Sáenz-Francés, refuerza el carácter sagrado. «El cum
clave no
es solo físico: es una metáfora del discernimiento espiritual».
Hoy, los electores juran no filtrar detalles y se aíslan incluso de
internet.