Un camarero atiende a una clienta en un bar. / EP
Leí hace años un artículo del escritor italiano Enrico Galiano, que había trabajado como camarero durante años, titulado: ¿Eres de los que le pasa el plato al mesero?. Me parece un tema interesante a tratar, y es una manera de conocer mejor a tu compañero comensal.
Es un gesto de cordialidad que algunos hacemos sin pensarlo, especialmente cuando tiene un difícil acceso para retirarlo. Si nos tomamos un café con tostada, ponemos luego la capsulita del aceite, los cubiertos, la servilleta sucia, y el envoltorio del azúcar, en el plato, y jamás esparcido por la mesa. Cuando paramos en un autoservicio cutre en plena autopista, quitamos luego la bandeja de la mesa, para que el siguiente pobre desgraciado que tenga que comerse esa bazofia, la tenga vacía. Somos los que nos damos cuenta que el camarero está ahí, tenemos contacto visual con él, le ayudamos en su trabajo, máxime cuando el restaurante está hasta los topes y el pobre va loco de un lado para otro. Es que, hasta egoístamente, nos interesa que quiten los platos vacíos de la mesa para que traigan nuevos llenos. No pensamos que el camarero sea nuestro siervo porque lleve delantal, comprendemos que no es lo mismo servir que ser sirviente, y valoramos la suerte que tenemos de estar sentados cómodamente, versionando la popular canción de Mecano, «comiendo, bebiendo y sin parar de reír». Por supuesto, le dejamos propina al irnos, agradeciéndole su esfuerzo y simpatía. Es obvio que el camarero te mostrará gratitud si le acercas el plato, pero te agradecerá bastante más que le dejes unos euritos extras. Recuerda que la peña, incluido tú, trabaja para ganar dinero.
Encontrarás a profesionales de la hostelería que entiendan que la etiqueta dicta que es su trabajo retirarlo, porque saben cómo y desde que lado hacerlo, y tú le estás complicando el trabajo al dárselo del lado dónde hay comida, y se le puede resbalar. Te dirán que el mecánico no te pide que le pases la herramienta. En ese caso, mueve tu silla un poco hacia atrás, para que le resulte fácil acceder a la mesa, o simplemente aléjalo de ti . Seguro que en el fondo agradece el detalle, viendo que quieres ayudarle.
En ocasiones, comiendo, varios amigos pedímos una jarra de cerveza. Y aparece uno corriendo, que se pone a sí mismo, y luego la deja en su sitio, sin preocuparse de servir a los demás.”¡Qué se apañen, que no son mancos!”, pensará. Cuando juegas dobles a tenis, es fácil encontrarte con un jugador que jamás mueve el culo para recoger las bolas. Si conduces por una calle principal, ¿dejas pasar al coche que quiere incorporarse desde una calle lateral? Los fumadores, ¿por qué tiráis el cigarrillo encendido en mitad de la calle? Fes com a la teua casa, fill meu. Apágalo y tiralo a una papelera. Lo mismo va para los que, en Hogueras, dejan Alicante hecha una porquería. Por último, ¿eres donante de sangre? Altruismo u egoísmo insolidario, ¿de qué lado estás?
Humildad y empatía son dos virtudes que no todo el mundo tiene. Tal vez seas un tío pastoso que se cree superior a los demás, y eres demasiado importante para levantar tu plato. Eres tan altivo que opinas que el camarero está ahí para servirte, y tú no tienes que mover un dedo, no vaya a ser que tengas una luxación. Jamás le das las gracias, ni le pides los platos «por favor». Crees que «trata a los demás como quisieras que te tratasen a ti», lo escribió Karl Marx. Si ese es tu caso, ¡déjale una excelente propina! Seguirás siendo un impresentable prepotente y grosero…..pero un impresentable generoso.
Os contaré unas curiosidades. Cuando en México el camarero te dice «mande» no es un acto de subordinación, sino una muestra de respeto y formalidad, usada en vez de «dígame». En Japón, las propinas se consideran vergonzosas e incómodas. Tampoco es habitual en Dinamarca, ya que por su alto nivel de bienestar, el personal de servicio no depende de las propinas. En China durante muchos años han sido una insinuación de superioridad y un tabú, aunque ahora eso está cambiando en las ciudades grandes.
Amigo lector, cuando salgas este finde a comer con tu pareja o los colegas, piensa en este artículo. ¡Y pásale el plato al camarero, carajo!