Luego de analizar durante 7 años las principales teorías sobre el origen y la naturaleza de la consciencia humana, un grupo de investigadores concluyó que ninguna de las principales teorías tenía una clara ventaja al explicar cómo surge la conciencia. La buena noticia, sin embargo, es que los investigadores recogieron nuevas pistas sobre dónde buscar las claves para resolver este enigma.
Un equipo internacional de neurocientíficos ha dado a conocer los resultados de un estudio de siete años diseñado para comparar dos teorías líderes sobre el surgimiento de la consciencia humana. Ni la Teoría de la Información Integrada (IIT, por sus siglas en inglés) ni la Teoría del Espacio de Trabajo Neuronal Global (GNWT) logró imponerse de manera definitiva, aunque los investigadores obtuvieron datos inesperados que apuntan a regiones cerebrales que merecen mayor atención.
La IIT sostiene que la consciencia emerge cuando la información procesada en el cerebro se integra de forma unificada y altamente conectada, sin importar la forma exacta de la estructura neuronal. Por otro lado, la GNWT postula que la consciencia aparece cuando una red de áreas cerebrales “destaca” fragmentos de información y los difunde ampliamente, generando la experiencia subjetiva.
Un desafío sobre los límites de la ciencia
Ambos enfoques surgieron de un taller en el Allen Institute en 2018, y dieron lugar a una colaboración científica nunca antes apreciada con el propósito de comprender qué fenómenos nos permiten ser conscientes y preguntarnos sobre esta condición, según indica GeekWire.
Según analiza el investigador Tim Bayne de la Universidad Monash, en Australia, en un artículo publicado en The Conversation, esta complejidad sugiere que «la consciencia es una tuerca dura de romper». Aún no sabemos si cederá a los métodos actuales de la ciencia o si requiere una revolución en nuestros conceptos o métodos, o tal vez ambos al mismo tiempo.
Para poner a prueba estas hipótesis, en el estudio publicado en Nature el Cogitate Consortium reclutó a 256 voluntarios en 12 laboratorios distintos. Se midió el flujo sanguíneo cerebral, la actividad eléctrica y las señales de resonancia magnética mientras los participantes observaban rostros, objetos y símbolos en pantalla.
El equipo analizó cómo se propagaban los impulsos entre diferentes regiones, buscando ubicar el “nexo” de la consciencia: si se encontraba en la corteza prefrontal (favoreciendo a GNWT) o en la corteza posterior (privilegiando a IIT).
Sin conclusiones claras
Los hallazgos arrojaron un claro predominio de la actividad hacia la parte posterior del cerebro, como indica IIT. Las señales relacionadas con la percepción consciente se detectaron con mayor fuerza en la corteza occipital y temporal posterior, mientras que en la prefrontal fueron débiles o inexistentes. Además, esta actividad se mantuvo durante toda la experiencia visual.
Sin embargo, en un tercer experimento los investigadores observaron oscilaciones de alta frecuencia entre las regiones visuales tempranas y la corteza prefrontal, tal como había predicho GNWT. Este descubrimiento parcial sugiere que ambos modelos capturan aspectos distintos del fenómeno, y que la dinámica cerebral es más compleja de aquello que plantean las teorías actuales.
Referencia
Adversarial testing of global neuronal workspace and integrated information theories of consciousness. Cogitate Consortium, Oscar Ferrante, Urszula Gorska-Klimowska et al. Nature (2025). DOI:https://doi.org/10.1038/s41586-025-08888-1
A pesar de la ausencia de una conclusión clara, los científicos destacan que el estudio aporta información sobre el contenido consciente en la corteza visual, ventrotemporal e inferior frontal, con respuestas sostenidas en occipital y temporal lateral, así como sincronización específica entre áreas frontales y visuales tempranas.
El próximo paso será diseñar nuevas pruebas que permitan explicar por qué la tercera predicción de la IIT arrojó un resultado nulo y cómo integrar ambos enfoques en un marco más completo.