«Y se marchó/y a su barco le llamó Libertad/y en el cielo descubrió gaviotas/y pintó estelas en el mar», cantaba allá por 1979 el siempre nostálgico José Luis Perales. Hace unos días Mallorca fue escenario de otra frustrada fuga, esta vez en un velero ajeno.
La historia fue protagonizada por dos indigentes que residen en el Aeropuerto de Son Sant Joan. Los dos hombres, de 53 y 59 años, se pusieron una noche el mundo por montera. Se desplazaron al cercano Club Marítimo San Antonio de la Playa, en Can Pastilla y, presuntamente, se hicieron con el yate ‘Pelegrin Truck’, tras forzar la puerta de acceso. Uno de los intrusos, llamado Pedro, tiene algunos conocimientos náuticos. No se cortaron un pelo: pusieron rumbo a Cabrera, costeando el litoral de Llevant.
Cuenta el periodista de Sucesos de Diario de Mallorca Lorenzo Marina que los osados piratas bebieron mucho alcohol y comieron copiosamente durante la travesía. La singladura acabó mal debido a que el improvisado patrón perdió el oremus tras la fiesta. El otro pasajero se asustó muchísimo: acabó pidiendo auxilio a Salvamento Marítimo.
Los dos náufragos fueron rescatados y detenidos por la Guardia Civil. Tras pasar a disposición judicial quedaron en libertad en espera del juicio.
Pedro fue localizado por el programa de Ib3 Cinc dies en una de las terminales. En sus declaraciones admitió lo ocurrido, puso mucho énfasis en negar daños en la embarcación y pidió perdón, de manera bastante confusa, a las víctimas.
El sin techo aseguró que había actuado en un gesto de «reivindicación de la libertad» y en honor de todos sus compañeros que malviven en el Aeropuerto.
El presunto delincuente se lamentó de que va a tener que esperar «entre tres y cinco años para que salga el juicio». Se ve que conoce bien las lentitudes de la Justicia.
«Todo por el robo de un velero, pues robo otro si es necesario; y me voy al Caribe. O el próximo año que cumpla, robo un avión», proclamó.
Tuvo su minuto de gloria televisivo. No es consciente de la trascendencia de los hechos; tampoco sabe apreciar el riesgo corrido.
Lo que está claro es que la familia propietaria no recibirá ni un céntimo de indemnización, dada la palmaria insolvencia de los supuestos ladrones. Su seguro podría resarcirles algo, pero dependerá de los riesgos cubiertos por la póliza. El ‘Pelegrin Tuk’ regresó a su amarre en Can Pastilla.
Pedro añadió que, tras visitar Cabrera, algo que no está claro, pensaron en navegar hasta Ibiza para seguir la juerga. La noche se les echó encima; no disponían, o no hallaron, el GPS. «Me orienté por las estrellas», asegura el autonombrado capitán.
El suceso, salvando mucho las distancias, recuerda a dos incidentes ocurridos en Son Sant Joan, uno en noviembre de 1994, y el segundo en noviembre de 2021. En 1994 tres argelinos, que se hicieron pasar por islamistas, secuestraron un avión en su país para llegar a Francia, la tierra de promisión. Se les acabó la gasolina y aterrizaron en Palma, donde, tras horas de tensión, se entregaron a las autoridades.
Veintisiete años después un grupo de sin papeles marroquíes organizó el primer avión patera de España. Simularon una emergencia médica a bordo y, cuando el avión recaló en Mallorca, huyeron a la carrera por las pistas. Todos acabaron condenados.
Secuestradores y pasajeros de la patera volante actuaron en un afán de mejorar su mísera existencia en otro país más avanzado. ¿Los okupas del velero buscaban también salir de su agujero negro? No lo creo.
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