La Feria de Abril de Sevilla es mucho más que farolillos, volantes y rebujito. Es, para muchas familias, una cita anual marcada por la tradición, la emoción y los reencuentros. Entre las miles de historias que se viven en el Real, hay una que ha emocionado especialmente este año: la de la familia Govantes, que ha recuperado su caseta después de 29 años sin ella por un simple despiste.
Mar Govantes lo ha contado a Cristina López Schlichting en Fin de Semana con naturalidad y una sonrisa que se intuye al otro lado de la radio. «Fue un despiste», reconoce, al explicar cómo su familia perdió su caseta hace casi tres décadas por no abonar unas tasas municipales. «Que si las pagas tú, que si las pago yo… y al final, se fue«, recuerda entre risas.
La Feria de Abril es un momento muy especial para todo sevillano
LO DIFÍCIL QUE ES CONSEGUIR UNA CASETA EN SEVILLA PARA LA FERIA
La caseta no era una más. Era un espacio familiar que había pertenecido a sus abuelos, y luego a su padre y su tío. Un punto de encuentro en la Feria, donde cada año se reunían primos, tíos, padres e hijos. «Es un centro de reunión, donde nos vemos después de meses sin coincidir. Es un momento muy especial«, asegura Mar.
Lo que vino después del despiste fue una espera larga, larguísima. «Nos apuntamos a la lista, y mi tía María fue quien firmó la solicitud cada año durante 24 años. Si un año no firmas, pierdes la antigüedad», explica. Es un sistema estricto que se basa en la antigüedad de la solicitud, y con tan pocas casetas disponibles (la mayoría privadas y de difícil acceso), las posibilidades de conseguir una nueva son muy limitadas.

Perdieron su caseta en la Feria de Abril por un despiste
Por eso, cuando este año la familia recibió la notificación de que les adjudicaban una caseta, la emoción fue enorme. «Estamos muy ilusionados, porque hay primos e incluso hijos que nunca conocieron la antigua caseta. Para ellos va a ser la primera vez«, cuenta con orgullo.
Nos apuntamos a la lista, y mi tía María fue quien firmó la solicitud cada año durante 24 años. Si un año no firmas, pierdes la antigüedad»
Con Cristina López Schlichting en Fin de Semana
EL NOMBRE DE LA CASETA: CON MUCHO SIGNIFICADO
La caseta lleva un nombre con historia: Gran Albero, como la de su abuelo. Se ha convertido en la heredera de una tradición que parecía perdida, y en un homenaje a quienes ya no están. «Mi padre falleció hace 10 años, pero esto era su voluntad. Y la de mis abuelos. Así que es algo muy bonito», dice Mar, emocionada.
El montaje ha sido todo un reto. «El primer año es más costoso, hay que comprarlo todo: la decoración, las bebidas, los utensilios…«. Cada uno de los 22 socios ha aportado una cuota que ronda entre los 1.000 y 2.000 euros, dependiendo de los extras, como tener un grupo flamenco en directo. Pero para la familia Govantes, el esfuerzo merece la pena. «Lo más costoso es montar la caseta, pero lo más valioso es lo que vivimos dentro», resume.
La Feria de Sevilla no es solo para sevillanos. Como explica Cristina López Schlichting, quienes no son de allí se sorprenden al ver que no todas las casetas son accesibles. «La mayoría son privadas, de familias, hermandades o asociaciones. Tienes que ser invitado«, aclara Mar. Pero también señala que en su caso, «si conocemos a alguien, le abrimos las puertas. Eso sí, no cabe todo el mundo».

La Feria de Abril de este año será emotiva para Mar y su familia
Este año será especialmente emotivo para ellos. En el tradicional pescaíto, el lunes por la noche, se reencontrarán primos venidos de Madrid y otras ciudades. «Mañana nos reunimos todos. Es muy entrañable, porque hay niños que no conocieron la caseta de su familia y ahora la van a vivir por primera vez».
Para los que van por primera vez, Mar tiene un consejo claro: «Lo más cómodo que puedas llevar. Hoy día muchas chicas van con zapatillas tipo Converse debajo del traje de flamenca. Se trata de estar guapa, pero también cómoda, porque estás todo el día de pie». Y si algo no falta en su caseta es el rebujito y el buen ambiente: «Después del trabajo, nos arreglamos, nos vamos para allá, tenemos un grupo flamenco por la tarde, cenamos en la caseta… y hasta que el cuerpo aguante».
Historias como la de los Govantes nos recuerdan que la Feria de Sevilla es mucho más que fiesta. Es tradición, familia, constancia y emoción. Y también una lección de cómo, con paciencia y amor por las raíces, se puede recuperar lo que parecía perdido. Porque a veces, los sueños —aunque tarden décadas— se hacen realidad.