“Aquí no entra nadie que no sepa geometría”. Tal epígrafe lapidario rezaba como inscripción en la puerta de la Academia de Platón, templo de sabiduría clásica situado extramuros de Atenas, en los jardines del santuario dedicado al héroe Akademos, donde el filósofo griego impartía doctrina a sus seguidores.
Sin embargo, en este país nuestro de ordeno y ordeño es frecuente que cruce el umbral de un ministerio o de una empresa pública alguien con escaso conocimiento de la responsabilidad asignada. En el frontispicio de la sede en Madrid de Red Eléctrica de España debería figurar una leyenda similar a la platónica: “Abstenerse los desconocedores de los entresijos del sistema energético”. Con una adenda, además: “Se prohíben los enchufes”.
La generosamente remunerada presidenta de REE es una registradora de la propiedad experta en política de vivienda que fue ministra con Zapatero, cuya sapiencia no alumbra el conocimiento de la enrevesada realidad eléctrica de este país. El presidente es especialista en otorgar carteras ministeriales relevantes a personalidades seguramente de reconocido prestigio intelectual -o no- pero ajenas al cometido que se les asigna. Tuvimos a un filósofo pilotando desde Sanidad el océano proceloso de la pandemia y ahora a una médica echando las cuentas de Hacienda; a una nutricionista midiendo el peso en Juventud; en Vivienda a una licenciada en Derecho que vive de la política desde los 23 años y tiene 44; a un politólogo en Consumo y a un antitaurino y nieto de falangista en Cultura. Cosas de la divinidad, que escribe torcido en renglones dislocados.
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