Friedrich Merz, de 69 años y líder de la Unión Cristianodemócrata (CDU) tras la retirada de Angela Merkel, alcanzará este martes el puesto que lleva anhelando desde hace más de 20 años: la cancillería alemana. Será el décimo canciller en la historia de la República Federal de Alemania (RFA) y el sexto del bloque conservador, que integran su partido y la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU). Pero será también el primer jefe de un gobierno federal alemán que lidia con la pérdida de confianza respecto al gran aliado hasta ahora incondicional, Estados Unidos. La hostilidad hacia Europa de Donald Trump ha abierto una grieta en el eje transatlántico que hace poco parecía impensable. Mucho menos aún puede contar con Rusia. La guerra de agresión contra Ucrania aniquiló la línea del ‘appaesement’, o apaciguamiento, que practicó Merkel. Sí se espera de Merz que recomponga el eje franco-alemán, maltrecho por la falta de química entre Emmanuel Macron y Olaf Scholz, el frío canciller socialdemócrata que le traspasará el poder. También se espera una revitalización de las relaciones con el Reino Unido, pese a las barreras dejadas el Brexit.
Merz asumirá el cargo a dos días del 80 aniversario de la capitulación del Tercer Reich, con una Alemania inmersa en ese nudo de relaciones complejas o rotas, en el caso de Moscú, con las cuatro potencias aliadas que derrotaron al nazismo. Completa el panorama adverso la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), convertida en segunda fuerza a escala nacional, lo que ha echado por tierra la ilusión de que el país del partió el Holocausto se había blindado debidamente contra el neonazismo.
Nada está saliendo como probablemente imaginó Merz cuando en diciembre de 2021, tras varios tanteos, tomó por fin las riendas de la CDU. El socialdemócrata Scholz había ganado unos meses antes las elecciones, impulsado por su perfil de continuador de Merkel, pese a ser de familias políticas rivales. La jubilación política de Merkel permitió a Merz regresar a la vanguardia tras 12 años apartado de las estructuras del partido y como representante del ala más derechista y menos ‘merkeliana’.
El arrinconamiento de Merkel
Ni Merz ni Merkel han tratado de disimular nunca sus diferencias. La CDU/CSU ganó las elecciones del pasado 23 de febrero prometiendo cerrar fronteras a la inmigración irregular y reconociendo como «error» la acogida de refugiados que defendió Merkel durante la gran crisis migratoria de 2015. Merz quiere revertir lo que califica de llegada descontrolada de inmigrantes y, en su camino hacia el poder, rompió un tabú al dejarse respaldar por la AfD en una moción parlamentaria para endurecer la política migratoria. Merkel, que no suele incidir en la política diaria, criticó sin tapujos ese voto cómplice.
Paradójicamente, Merz dirigirá ahora una coalición con los socialdemócratas, la constelación con la que Merkel gobernó en tres de sus cuatro legislaturas. No hay otra alianza posible que le dé la mayoría parlamentaria sin romper el cordón sanitario sobre la ultraderecha.
Merz llega a la cancillería sin experiencia de gobierno ni siquiera a escala regional, lo que en Alemania es inusual, y sin que se le reconozcan dotes para el consenso, el sello de identidad de Merkel. Se propone activar el rearme y sobre todo la economía, tras dos años en recesión y con 2025 apuntando al estancamiento. Tendrá que buscar consensos entre su ideario liberal, la defensa de las privatizaciones o los recortes y el contrapeso representado por su vicecanciller y ministro de Finanzas, el presidente de los socialdemócratas, Lars Klingbeil.
Pedigrí conservador
La línea divisoria entre su derechismo y el centrismo de Merkel está clara. Pero nadie le cuestiona a Merz su arraigo en la CDU, partido al que llegó décadas antes de que lo hiciera Merkel. Nacido en 1955 en Brilon, en el populoso ‘land’ de Renania del Norte-Westfalia, ingresó en las juventudes de la CDU en 1972. Empezó a despuntar como brillante rejuvenecedor de la línea del canciller Helmut Kohl y se convirtió en eurodiputado en 1989. De la Eurocámara pasó Merz en 1994 al Parlamento federal. Pero tras estallar el escándalo de las cuentas secretas de la ‘era Kohl’ se produjo el primer choque con Merkel, quien había ingresado unos pocos años antes como joven promesa procedente del este del país y había alcanzado ya la jefatura del partido tras llamar a «emanciparse» del patriarca.
El pulso entre ambos tuvo dos picos: primero, en 2002, cuando una conjura entre varios barones del partido y otros machos alfa forzaron a Merkel a renunciar a ser la candidata del bloque en las elecciones generales. La designación recayó en el bávaro Edmund Stoiber, que perdió ante Gerhard Schröder. Merkel reclamó luego el puesto de líder de la oposición parlamentaria, lo que Merz encajó de mala gana. Unos años después, con Merkel ya en la cancillería al frente de su primera gran coalición con los socialdemócratas, Merz se retiró como diputado para pasar a la empresa pública.
Cómo convertirse en millonario
A esta etapa debe Merz el otro rasgo esencial de su biografía: el de millonario y orgulloso propietario del jet privado que gusta pilotar. Su paso por sucesivos consejos de administración incluye el cargo de presidente en Alemania del fondo de inversión BlackRock. Ello hace que muchos de sus compatriotas le identifiquen con la voracidad neoliberal. Otros consideran que tales conocimientos le dan ventaja para relanzar la economía o para buscar afinidades con Trump, con quien comparte la afición al golf.
El próximo martes, cuando asuma su cargo, tendrá en la tribuna de invitados a Merkel. Pese a no haber asistido a ningún congreso de a CDU desde su retirada, la excancillera parece dispuesta ahora a buscar el reencuentro con su partido.
La otra mujer que, en lo privado, marca la biografía de Merz es su esposa, Charlotte. Llevan casados 44 años, tienen tres hijos y siguen mostrándose como un matrimonio bien conjuntado, inclusive cuando saltan a la pista de baile.
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