Dice un refrán antiguo —de esos que llevan siglos dándonos pistas sobre cómo entender la vida— que es mejor caminar con esperanza que llegar vacío. Porque hay metas que, sin emoción, se convierten en paisajes sin alma. Lo importante, lo que de verdad queda, es el camino recorrido. Y el Elche lo está recorriendo con la dignidad de quien no teme arriesgar.
El sábado por la noche, en Burgos, el partido se coció a fuego lento. El césped de El Plantío parecía guardar un secreto, como si todo estuviera contenido en un suspiro largo. El Elche apretó los dientes, insistió, creyó. Porque en este equipo no se juega a especular: se juega a vivir.
Y cuando el reloj ya no perdonaba, cuando todo parecía sentenciado al empate, llegó el gol. Como una descarga. Como una verdad dicha al oído. De esas que no necesitan explicarse, porque se sienten en la piel. El Elche volvió a ganar en el último aliento, fiel a ese estilo suyo, rebelde y sin miedo.
Porque eso es lo que define a este equipo: propone, arriesga, se deja el alma. En una Segunda División donde muchos prefieren guardar la ropa antes que nadar, el Elche se lanza al agua sin mirar atrás. Y por eso gana. Por eso emociona.
Ítaca, ese ascenso que todos nombran en voz baja, empieza a intuirse más cerca. Pero no hay que confundirse: lo valioso no es la meta, sino lo que nos pasa mientras la perseguimos. Cada jornada es una historia. Cada partido, una prueba. Cada paso, una experiencia. Y solo si se vive con entrega, con ilusión, con certeza, merece la pena.
Una liga no se conquista solo con estrategia. Se conquista con hambre, con juego, con intención. Y para eso, hay que salir a jugar antes que a ganar. Porque cuando uno se obsesiona con el resultado, la mente se llena de ruido, las piernas pesan y se olvida el sentido de todo esto.
El fútbol —como la vida— guarda su misterio. Y si todo se redujera al marcador, ¿para qué mirar? ¿Para qué soñar, sufrir, emocionarse? Pero miramos porque creemos. Porque sabemos que hay algo más detrás de cada pase, de cada jugada, de cada victoria como la del sábado.
Josan celebra junto a un aficionado del Elche el gol franjiverde en El Plantío. / LOF
Este equipo tiene propósito. Y cuando hay propósito, hay grandeza. Porque sin propósito grande, no hay victoria que merezca la pena. El Elche sabe lo que quiere. Y lo busca con honestidad, con fútbol, con fe.
Por eso ahora, más que nunca, toca llenar el Martínez Valero. Porque el próximo partido no es solo un trámite: es otra estación de este viaje que empieza a tener destino. Pero que, pase lo que pase, ya nos está dejando una historia para recordar.
Suscríbete para seguir leyendo