Francisco combinó dos estrategias comunicacionales que ya habían ensayado algunos de sus antecesores, como vimos en los capítulos anteriores. Por un lado, como ocurrió con Juan XXIII y Pablo VI, Bergoglio apeló a gestos personales para transmitir un mensaje de cambio. Su estilo austero y desestructurado facilitó una mayor cercanía con los fieles. Si en las décadas de 1960 y 1970 los papas habían comenzado a alejarse de los ceremoniales cuasi monárquicos heredados de los siglos anteriores, Francisco buscó dar un paso más mostrándose hasta cierto punto como un católico común y corriente. Rechazó alojarse en el Palacio Apostólico y decidió permanecer en la residencia de Santa Marta –donde funciona el hotel del Vaticano–, se negó a circular en autos de alta gama y, al menos en los primeros años de su papado, se lo vio en varias ocasiones recorriendo la ciudad de Roma comprando un CD de música o comienzo pizza. Aunque dentro de lo protocolario, vestía con sencillez, tenía buen sentido del humor y se mostraba afable y cercano. No ocultaba su edad ni su deterioro físico. Por ejemplo, exhibía sin vergüenza una dentadura deteriorada, a tono con la de un hombre de su edad y con la de la mayoría de los pobres a lo largo y ancho del mundo. En los últimos años solía moverse en silla de ruedas.
Por otro lado, como Juan Pablo II, no ha dejado de alimentar las lógicas del espectáculo que han sido consustanciales a la institución papal. Para lograrlo, a pesar de su edad, Francisco ha seguido una hoja de ruta similar a la del Wojtyla, realizando frecuentes viajes a los cinco continentes. Visitó Canadá, donde pidió perdón por el rol de la Iglesia en el proyecto colonialista del Estado canadiense; habló en el congreso de Estados Unidos sobre la desigualdad social; visitó Japón para pedir a los jóvenes que no abandonasen sus utopías y, entre otras muchas intervenciones, abogó en Bolivia y Paraguay por una economía social y popular que vaya más allá de las fronteras del capitalismo actual. Recientemente, a pesar del agravamiento de sus problemas de movilidad, visitó Mongolia y varios países de África, donde volvió a denunciar no solo el viejo colonialismo sino también la globalización de nuestros días, definida como una globalización de la indiferencia y la exclusión. En todos estos casos, sin embargo, el estilo de sus presentaciones ha sido diferente al del papa polaco. Lo más importante en sus viajes no ha sido su presencia en grandes escenarios, ni sus performances a la manera de un rockstar, sino la multiplicidad de encuentros pequeños que solía generar en cada lugar visitado. Una forma de liderazgo carismático más desde abajo, en sintonía con su propia historia como sacerdote en Buenos Aires.
Lo más importante en sus viajes no ha sido su presencia en grandes escenarios, ni sus performances a la manera de un rockstar, sino la multiplicidad de encuentros pequeños
Al mismo tiempo, en estos viajes –y a través de esos encuentros–, Francisco buscaba comunicarse directamente con los católicos, sin intermediarios. En este aspecto, el papa argentino ha ido mucho más allá que Juan Pablo II. No solo hablaba a través de sus documentos oficiales, que engrosan el magisterio social pontificio, sino sobre todo a través de infinidad de entrevistas que brindaba tanto a periodistas tradicionales como a productores de streaming y youtubers, así como a sus acompañantes durante los viajes en avión. Participó incluso de un programa especial para Disney+ en el que conversó con adolescentes de diferentes países. En este aspecto, no hay punto de comparación entre Francisco y los papas anteriores. El ecosistema de medios del Vaticano, por su parte, cumple un rol cada vez más importante, mucho más relevante que en cualquier otro momento de la historia del papado. Además, con la llegada de Bergoglio, las redes sociales vaticanas aumentaron geométricamente su importancia, integrándose definitivamente en dicho ecosistema. La cuenta de Twitter en inglés, @Pontifex, pasó de dos millones y medio de seguidores con Benedicto XVI a casi 11 millones con Francisco. En su versión en español, @Pontifex alcanzó en pocos días tras la elección los casi 13 millones de seguidores, y en 2023 oscilaba en torno a los 19 millones. Sumando las diferentes cuentas (nueve en total) superan los 50 millones de seguidores.
El ecosistema de medios del Vaticano, por su parte, cumple un rol cada vez más importante, mucho más relevante que en cualquier otro momento de la historia del papado
Lejos de cualquier recelo, Francisco se apoyaba activamente en las redes. El mismo año de su elección, en diciembre de 2013, durante la XXVI Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para los Laicos, bajo el lema «Anunciar a Cristo en la era digital», Francisco argumentó que la Iglesia «está siempre en busca de nuevos caminos para anunciar el Evangelio. Es indispensable la presencia de la Iglesia en Internet, para anunciar a Cristo con estilo evangélico […] en lo que para muchas personas, especialmente los jóvenes, se ha convertido en una especie de ambiente de vida».
Además de la proximidad con los fieles buscada por Francisco, las redes permiten una circulación del mensaje papal en dos tiempos: por un lado, la comunicación institucional del Vaticano más lenta y controlada; por el otro, la circulación sin intermediación del mensaje papal a través de sus cuentas personalizadas.
En 2016, Francisco introdujo dos nuevas herramientas en Internet: «Click to Pray» y «El video del papa». Ambas iniciativas fueron desarrolladas con la ayuda de la Red Mundial de Oración del Papa, cuyo objetivo es llevar adelante una «iniciativa global para colaborar en la difusión de las intenciones mensuales del Santo Padre». «Click to Pray» permite a los usuarios reunirse para rezar en línea varias veces al día siguiendo las intenciones mensuales del papa. Por su parte «El video del papa» es una iniciativa por medio de la cual Francisco difundía periódicamente una filmación donde expresaba, en diferentes idiomas, su postura respecto a problemas y temas de actualidad que se traducían en su intención mensual de oración. Los vídeos eran difundidos en forma simultánea en la página oficial de El video del papa, YouTube, Facebook y las demás redes institucionales.
En 2016, al conmemorarse los tres años de su pontificado, Francisco creó su propia cuenta de Instagram con el nombre de usuario franciscus. Su primer posteo fue una foto de una persona orando junto a la leyenda «Rezad por mí». Luego escribió: «Inicio un nuevo camino, en Instagram, para recorrer con ustedes el camino de la misericordia y de la ternura de Dios». Inmediatamente, Kevin Systrom, CEO de Instagram, apoyó el mensaje y la foto publicada con un comentario personal: «Ver hoy al papa Francisco postear su primera foto en Instagram fue un momento increíble. @franciscus! Bienvenido a la comunidad de Instagram! Su mensaje de humildad, compasión y misericordia dejarán una marca duradera».
La cuenta de Instagram llegó a los 55.000 seguidores en su primera hora de existencia y rompió el récord de un millón de seguidores en 12 horas. Actualmente supera los 9,5 millones. La ruptura de esta marca deja al papa instalado como una celebridad mediática capaz de batir los récords impuestos en Instagram por famosos y celebridades del deporte y el cine. Una prueba más del carisma mediático de Francisco en el mundo digital fue su exitosa participación como orador de la TED Talk titulada «¿Por qué el único futuro que vale la pena construir incluye a todos?». En esta misma línea de acción, en junio de 2018, Francisco dedicó la edición mensual de El video del papa a elogiar el uso de las redes sociales como una herramienta para la comunión espiritual entre los pueblos.

Extracto de La invención del papado contemporáneo. De Pío IX a Francisco, publicado por Los libros de la Catarata.
Vicente Jesús Díaz Burillo es licenciado en Filosofía por la Universidad de Salamanca y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid. Ha sido investigador visitante en la Universidad de Roma La Sapienza, de la de Leeds y la de Buenos Aires. Ha sido miembro del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la República Argentina (CONICET) y del Instituto de Investigaciones Socio-Históricas Regionales (ISHIR). En la actualidad continúa con su labor docente e investigadora en la Universidad de La Laguna, desde donde ha dirigido el proyecto de investigación ‘The Vatican Show. La Iglesia católica en la sociedad del espectáculo’. Diego Alejandro Mauro es doctor en Humanidades y Artes por la Universidad Nacional de Rosario y máster en Historia Comparada por la Universidad de Huelva. Ha realizado estancias posdoctorales en las universidades de Florencia y Castilla-La Mancha. Actualmente se desempeña como investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina en el Instituto de Investigaciones Socio-Históricas Regionales (ISHIR). Además, es profesor adjunto de Historia Argentina y coordinador del Doctorado en Historia en la mencionada Universidad Nacional de Rosario.