La obsesión de Donald Trump por no mostrar debilidad, sobre todo ante la prensa, es de sobras conocida. Por eso, cuando se descubrió que el Consejero Nacional de Seguridad, Mike Waltz, había invitado a un periodista de The Atlantic a un grupo de discusión de la aplicación Signal en el que altos cargos del gobierno exponían sus planes para un ataque sobre los hutíes, el presidente estadounidense montó en cólera… pero prefirió esperar a que la tormenta mediática amainara para actuar.
Mientras el foco mediático estuvo en Waltz, todo fueron halagos y justificaciones. Ahora bien, en cuanto esa presión ha disminuido, para sorpresa del propio Waltz, Trump ha tomado la decisión de prescindir de sus servicios y mandarle a la ONU como embajador de Estados Unidos, lo que en la práctica le aleja de la corte de Washington donde todo se decide. En otras palabras, la carrera política de este ex boina verde podría haber acabado para siempre mientras que Pete Hegseth, secretario de defensa y culpable de compartir los detalles del ataque en la mencionada plataforma, sigue dentro del círculo cerrado del presidente.
Aunque en las primeras horas tras la filtración del cese, la cadena CNN especuló con un posible nombramiento de Steve Witkoff, el enviado especial a Oriente Próximo tan involucrado también en las negociaciones con Rusia, al final el cargo ha recaído sobre el secretario de Estado, Marco Rubio. Rubio combinará, al menos de forma interina, ambas responsabilidades por primera vez desde que en los años setenta lo hiciera Henry Kissinger dentro de las administraciones Nixon y Ford.
Un perfil opuesto al de Blinken
El énfasis con el que Trump incidió en la interinidad de Rubio hace pensar que no compaginará ambos cargos durante año y medio, como hiciera el recientemente fallecido Kissinger, pero deja clara la confianza absoluta que el presidente tiene en el que fuera en su momento uno de sus grandes rivales políticos. Como senador de Florida, Rubio fue uno de los que se postularon contra Trump en las primarias republicanas de 2016, afirmando que no iba a permitir que el GOP cayera en manos de un populista.
La relación entre ambos se fue suavizando con el tiempo -Trump tarda en perdonar a los que le ofenden- y al final Rubio ha sabido ganarse el favor del multimillonario neoyorquino.
A diferencia de su antecesor, Antony Blinken, Rubio apenas viaja a los lugares de disputa, sino que deja esas funciones a Witkoff y al general Keith Kellogg, enviados presidenciales a las zonas de conflicto.
Rubio estuvo en las negociaciones de Riad con su homólogo ruso, Sergei Lavrov, y apareció por la reunión de Bruselas de la OTAN para calmar a sus aliados europeos. Poco más. Entiende que su misión es estar cerca del presidente y no alejarse demasiado de la Casa Blanca.
Su posición proucraniana de la pasada legislatura ha servido para matizar perfiles más prorrusos como los del vicepresidente J.D. Vance o el propio Steve Witkoff, pero nunca ha caído en la tentación de actuar por su cuenta, lo que ha jugado sin duda a su favor.
Es, probablemente, el más diplomático de todos los que rodean al presidente, y se nota su incomodidad ante determinadas conductas, como sucedió en la reunión entre Trump y Zelenski en el Despacho Oval que derivó en un desagradable cruce de acusaciones.
UKRAINE: Sec Rubio just got rug pulled. Zelensky assured him the mineral deal was locked in, and Rubio confidently told the president it was a done deal, with Zelensky visiting the White House to sign. Instead, Zelensky shifted the goalposts—demanding US ground troops, knowing… pic.twitter.com/bu0rWUWDt8
— @amuse (@amuse) February 28, 2025
El ataque israelí al palacio presidencial de Damasco
A los problemas entre Rusia y Ucrania, Rubio tendrá que añadir en su agenda las interminables derivadas de los distintos conflictos en Oriente Próximo.
Como secretario de Estado, no estuvo en las reuniones de Omán con los líderes iraníes para negociar cómo desmantelar el programa nuclear de los ayatolas -algo para lo que, por cierto, Estados Unidos es consciente de que necesita la ayuda de Rusia- y tampoco se ha prodigado por Tel-Aviv para supervisar el alto el fuego entre Israel y Hamás que tan pronto saltó por los aires.
Todo eso quedó en manos de Witkoff, pero es difícil que Rubio pueda ahora distanciarse tanto. Menos aún con la nueva vía de escape que parece haberse abierto en Siria. Cuando todo apuntaba a una estabilización del régimen proislamista encabezado por Ahmed al-Sharaa, la lucha abierta contra los cristianos drusos en el suroeste del país, es decir, cerca de la frontera con Israel, ha servido de excusa al gobierno de Netanyahu para bombardear de nuevo Damasco, en concreto, las inmediaciones del palacio presidencial.
Israel pretende mandar así el mensaje de que no va a permitir despliegues de tropas más allá de la capital que puedan suponer una amenaza para su seguridad. Aunque Netanyahu dice que su intención es proteger a los drusos, lo cierto es que nunca mostró tanta compasión por las minorías étnicas sirias cuando el que gobernaba, sostenido por Moscú, era el sangriento dictador Bashar Al-Asad. Desde luego, nunca se le ocurrió amenazar el mismísimo palacio presidencial, aunque sí bombardeó objetivos militares de Hezbolá en la capital siria, lo que provocó a su vez el enfado monumental de Irán.
Ahora que Irán y Rusia están fuera de la ecuación, Israel parece sentirse con mayor impunidad a la hora de hostigar a su vecino. Aparte de ocupar de nuevo posiciones neutrales en los Altos del Golán, Israel quiere dejar claro a Al-Sharaa que le vigila de cerca. El gobierno sirio calificó el bombardeo como “una escalada peligrosa”, a la vez que anunció un acuerdo con una facción de los drusos, que andan divididos en el apoyo al nuevo régimen.
En cualquier caso, está claro que Rubio tiene tarea. Trump anunció en su investidura una especie de “pax estadounidense” que no se sabe muy bien cómo se va a concretar, pero que pasa, sí o sí, por una cierta estabilidad en Oriente Próximo, algo a lo que el propio Trump ya se acercó con la firma en 2020 de los Acuerdos de Abraham entre Emiratos Árabes e Israel y que ha asegurado varias veces que pretende repetir en este mandato.