“Esto es un patio de colegio”. En uno de esos vídeos internos del vestuario que los jugadores cuelgan de vez en cuando en redes sociales, Dani Olmo se burla del fiestón que los jugadores más jóvenes del Barça organizaron en La Cartuja después de vencer al Real Madrid 3-2 en la final de la Copa del Rey. Más que un patio de colegio, parecía la pista de Cocoa, la popular discoteca de Mataró para menores de 18 (o +16, como dicen ellos), un viernes por la noche: Lamine Yamal como MC, Héctor Fort, Alejandro Balde y Ansu Fati bailando desatados. En algún lugar debía de estar Pau Cubarsí, si bien el central parece más del género tranquilo, aunque ya se sabe que los pausados se convierten en los reyes de la pista cuando se desmelenan. “Esto es un patio de colegio”. De un instituto, para ser más exactos: en el césped de La Cartuja, donde en otras celebraciones se congregaban los hijos de los jugadores, en la final se juntaron los padres de muchos de los campeones.
Este Barça es un equipo adolescente formado por un grueso núcleo de chavales, lo que a los culés que somos padres de teenagers nos genera una sensación divertida y angustiosa, como subirse a la más empinada de las montañas rusas. Nadie disfruta más de las subidas y bajadas a toda velocidad que los adolescentes: a los niños pequeños les suele dar miedo; los adultos no le ven tanta gracia al mareo, el corazón a cien, el viento en la cara, los latigazos en las cervicales. En una visita a Port Aventura, sabrás que tu hijo ha crecido cuando pase de subirse al Coco Piloto a pedir el Dragon Khan. ¿Qué se siente al subir a una montaña rusa endiablada? Exactamente lo mismo que sintieron los culés el pasado miércoles en el Barça-Inter de Milán de las semifinales de la Champions League.
Equipo adolescente
El equipo es adolescente porque está en formación, un hecho que no habrá que olvidar cuando en apenas unas semanas sepamos cómo acaba el curso. Un maravilloso equipo en formación que, a falta de cinco partidos —ojalá sean seis— para acabar la temporada, ha ganado dos títulos en confrontación directa con el Real Madrid (Supercopa y Copa) y aspira a llevarse los dos premios gordos: Liga y Champions. Como adolescente en construcción, su talento es deslumbrante, pero no domina la parte más prosaica del juego. Si su presente es apasionante, su futuro quita la respiración: cuando añada a su talento el poso de las victorias (y, ¡ay!, de las derrotas), el límite de este equipo —sumado al de los hermanos pequeños que aprietan fuerte (los juveniles han ganado la Youth League sin sus compañeros de generación que ya juegan en el primer equipo)— parece ser ilimitado.
Pero los adolescentes del Barça viven en el hoy, se dejaron el miedo en un parque de Mataró, por citar a su líder, y así, sin miedo, aspiran a bailar en la Liga y la Champions como si estuviesen en Cocoa, de Mataró a Mataró. Decenas de miles de compañeros de generación, culés adolescentes que se acuerdan de Messi de aquella manera y que a Xavi, Iniesta y Neymar los revisan en clips de vídeo en TikTok, bailarán con ellos, porque también se han dejado el miedo deportivo en el parque de al lado de su casa donde correteaban de niños. Las encuestas que todos hacemos a nuestro alrededor estos días marcan una evidente brecha generacional: la generación Lamine Yamal no tiene miedo y se ve con el triplete, ya planea la visita a Canaletes, cómo bailarán en la rúa con sus colegas que juegan en el Barça y qué estratagemas harán para lanzarles el móvil a los jugadores en el bus para que se hagan un selfie dedicado, el nuevo autógrafo. Nosotros, sus padres, nos acordamos de Benquerença, echamos cuentas por una Liga que pasa por el Madrid, y sabemos lo que cuesta celebrar una Champions en Luz de Gas: diez años hace de la última.
Pero ellos ya se han citado en Cocoa. ¿Quién duda de que ganaremos en San Siro? Nuestros hijos, no. Los adolescentes del Barça, tampoco. Solo los que tenemos una larga memoria, de Sevilla a Anfield, vamos con el freno de mano. ¿Prepotencia? No. Es la confianza brutal que tienen los jóvenes que han venido a comerse el mundo, a llevarse la vida por delante. Desmelenémonos, disfrutemos con ellos, tiñámonos de rubio, no les vengamos con la milonga de cuál es el único argumento de la obra. No necesitan saberlo. ¿Y si a este Barça le pasa esa magia que solo sucede una vez en la vida, cuando eres joven?