En Canarias, algunos de los apellidos más habituales esconden orígenes sorprendentes. Aunque González, Hernández, Rodríguez o Pérez figuran entre los más comunes, pocos conocen la historia profunda que pueden encerrar algunos de ellos.
La historia del archipiélago es un cruce de culturas —aborigen, europea y árabe— que ha dejado una huella indeleble en sus nombres de familia. Entre todos esos apellidos mestizos, uno en particular destaca por conservar un linaje totalmente árabe.
¿Qué hay detrás de un apellido?
Según la Real Academia Española, el apellido es el “nombre de familia con el que se distinguen las personas”. En sus inicios, se utilizaban para identificar profesiones, rasgos físicos, linajes o lugares de origen. Con el paso del tiempo, se transformaron en una marca hereditaria.
En España, los apellidos terminados en “-ez” —como Martínez, Fernández o López— son frecuentes. Este sufijo significaba originalmente “hijo de”. En Canarias, también perduran apellidos guanches como Oramas, Bencomo o Tacoronte, vestigios de la cultura indígena del archipiélago. Pero hay otra influencia que marcó la historia peninsular durante ocho siglos y que también llegó hasta las islas: la árabe.
La huella árabe en los apellidos canarios
La influencia del árabe en el idioma español es profunda; se estima que hasta un 8% del vocabulario proviene de esa lengua. Y esa herencia no solo se refleja en las palabras, sino también en muchos apellidos que llegaron a Canarias tras la conquista.
Los apellidos de origen árabe suelen incorporar elementos como los prefijos “Al-”, “Ben-” o “Ibn-”, aunque muchos han sido adaptados al castellano con el tiempo. Entre los más reconocidos que conservan ese origen en Canarias se encuentran: Almeida, Benavides, Pérez, Gálvez, Venegas y Molina, entre otros.
Cada uno de estos nombres cuenta una historia de mestizaje y legado, recordándonos que tras un simple apellido puede esconderse todo un linaje cultural milenario.