Transcurridas diez horas a oscuras, Pedro Sánchez compareció y explicó nada.
El percance había sido inesperado: desde Red Eléctrica nos habían asegurado que nuestro sistema eléctrico es el mejor del mundo, y el propio Sánchez había asegurado en varias ocasiones que los apagones sólo cabían en la imaginación calenturienta de la ultraderecha.
Transcurridas veinticuatro horas, Pedro volvió a comparecer y ya había encontrado un culpable: los operadores privados.
Pedro Sánchez: «El Gobierno va a llegar hasta el fondo en este asunto y se van a tomar las medidas necesarias para que esto no vuelva a suceder. Vamos a exigir todas las responsabilidades pertinentes a todos los operadores privados» pic.twitter.com/z4SNyUCSSi
— EL ESPAÑOL (@elespanolcom) April 29, 2025
Curiosamente, incluyó entre los operadores privados a Red Eléctrica Española a pesar de que el accionista mayoritario es estatal, ningún inversor privado puede tener más del 5% y su presidenta es una exministra socialista nombrada durante la presidencia de Sánchez.
También, por cierto, insinuó que las nucleares podían estar detrás del apagón.
En resumen: de nuevo, nuestro presidente evita la rendición de cuentas, que sustituye por la selección de chivos expiatorios que ofrecer a la turba.
Mi amigo Pedro Herrero aporta una explicación mejor que la del Gobierno: no tienen ni idea. La gente deposita una confianza injustificada en los gobernantes porque les atribuyen unos conocimientos que en realidad no tienen, pero en realidad no hay una habitación con tíos listos.
El Gobierno, concluye Pedro, es «un idiota con una gorra y un silbato».
Otros, más optimistas, preferimos creer que el idiota es complementado con toda una estructura institucional que aporta al sistema las inercias necesarias para que funcione, como en el sistema eléctrico.
Lo malo, claro, es cuando el idiota se dedica a desmontar esa arquitectura institucional para seguir jugando con el silbato. En todo caso esta conjetura herreriana es insuficiente para explicar la compleja realidad española.
A falta de explicación técnica del apagón por parte del Gobierno, los medios y las redes parecen coincidir en una: el excesivo peso de las renovables (fotovoltaicas y eólicas) en el sistema. Parece ser que los medios tradicionales de producción (hidroeléctrica y nuclear), al emplear grandes turbinas, aportan una inercia al sistema que lo estabiliza cuando se producen fluctuaciones.
La explicación es algo más sofisticada, pero esto sirve para que se hagan una idea.
💡🗣️El día que Beatriz Corredor dijo que no había «riesgo de apagón» porque España tiene «el mejor sistema eléctrico del mundo»
👉»No es falso patriotismo, el sistema eléctrico español es de los más seguros», dijo en noviembre de 2021 la presidenta de Red Eléctrica pic.twitter.com/ISkFDk28XJ
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La propia Red eléctrica alertó hace dos meses de esta contingencia, y el propio Jordi Sevilla, su anterior presidente, habla de «mesianismo renovable» que ha hecho oídos sordos a los problemas técnicos derivados de los cambios en el mix energético español.
Esto complementa la explicación del desastre: el idiota no sólo tiene gorra y silbato, sino también ideología, que sustituye a los conocimientos reales.
Esto explica que la agenda política haya cambiado drásticamente en los últimos tiempos. Ya no recoge el diagnóstico de los problemas sociales y una propuesta para mitigarlos, sino que se ha convertido en un muestrario de baratijas políticas. ¿Cuáles? Pues las que exige la moda. O las más adictivas.
El Gobierno es entonces una mezcla entre una fashion victim y un camello, y proporciona a sus clientes los estupefacientes que le reclaman. Y sabe perfectamente que los asuntos woke y el ecologismo apocalíptico, tienen, para una parte significativa de la sociedad, tanto tirón como el fentanilo.
Pero son igual de destructivos.
Esto no debería ser una sorpresa. Desde el principio (y sin lugar a dudas desde la Covid), el Gobierno dejó claro que lo importante no era la gestión de la realidad, sino de la alucinación. Es decir, del «relato».
Y si el relato verde exige renovables y eliminación de nucleares, la realidad de los posibles apagones ha tenido que ser ignorada.
En ese sentido el riesgo de este desastre, que ha causado seis muertos y 1.500 millones en pérdidas, no era desconocido, sino voluntariamente apartado. Y ahora el Gobierno está intentando reconducir la realidad a la fantasía, y para ello han aparecido los «expertos».
Este martes, una científica descartó en TVE que la energía nuclear contribuyera a mitigar las fluctuaciones en la red. Es la misma «científica» que estudia la energía desde una perspectiva de género, y que califica la nuclear y la proveniente de combustibles sólidos como «masculinas» y las renovables como «femeninas».
La tragedia de España está en que la gestión ha sido sustituida por el relato y la evaluación de resultados (habitualmente catastróficos) por la aportación de chivos expiatorios, pero (y esta es la última capa que complementa la explicación) una parte de la sociedad está enganchada a ello.
«Estoy hasta los cojones de que todas las crisis llenen los bolsillos de Juan Roig«, decía el martes una politóloga y opinadora, frustrada ante la evidencia de que hay gente que gestiona y elude los colapsos.
Y así nos va.