Los mamelucos del Dos de Mayo de 1808 son para Isabel Díaz Ayuso los sanchistas. Pese a sus detractores, ella es la que garantiza con mayor eficacia el dique frente a la izquierda. Obviamente no la quieren todos y, sin embargo, son muchos los que la tienen en cuenta; la prueba es el retroceso cada vez mayor de los socialistas en los sondeos y en sus aspiraciones para sustituirla en la Comunidad de Madrid. Óscar López, el paracaidista de Sánchez, está resultando ser un auténtico mindundi como líder menos valorado de todos.
Díaz Ayuso no es que sea una lumbrera, no lo parece cuando se le escucha expresarse sobre sus adversarios y en términos generales; la percepción intelectual que se puede tener de ella en ese momento no es precisamente para tirar voladores. Aun así aparenta ser premio Nobel comparada con las dos vicepresidentas del Gobierno que se hicieron el selfi en el entierro del Papa, por poner un par de ejemplos. El tirón de Díaz Ayuso en Madrid es incontestable ante la falta de apetito de los madrileños por Sánchez, que ayer, Dos de Mayo, volvió a boicotearles sin la presencia de las Fuerzas Armadas. Los desaires cuentan y van sumando aquí y allá. Por eso a Óscar López lo expulsan las encuestas al tratarse de un artefacto teledirigido de la Moncloa. Todos los pasos que el sanchismo da en la capital de España están condenados al fracaso más absoluto por la propia inercia de su movimiento polarizador. Ayuso, en cambio, ha sabido encontrar en él un ecosistema favorable. Contra ella emplea el presidente del Gobierno con más familiares encausados de la reciente historia de este país la munición del novio. Como si nada.
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