Una historia que aborda la verdad sobre Juana la Loca. Desde el viernes 2 mayo hasta el domingo 4 de mayo el público podrá disfrutar en L’Escorxador de la obra teatral El silencio de Juana, una producción de la compañía ilicitana Arroz con costra y dirigida por Marcos Altuve Marquina. Las entradas pueden adquirirse en vivaticket.es y en la taquilla del Gran Teatro por 12 euros.
Juana I de Castilla cuenta en primera persona su vida, rompiendo así siglos de silencio para reescribir la historia desde la mirada de quien nunca pudo contarla. El montaje presenta un retrato íntimo, político y profundamente humano de la mujer mal conocida como «la Loca», y desenmascara la maquinaria de manipulación que convirtió su vida en una prisión sin barrotes.
En escena, Juana regresa al presente acompañada por los fantasmas de su padre Fernando y su esposo Felipe “el Hermoso”, quienes tejieron las intrigas que la empujaron al confinamiento. La obra expone las estrategias de “luz de gas” —la manipulación emocional que distorsiona la percepción de la realidad— con las que fue despojada de poder bajo la etiqueta de la locura. Pero esta vez, Juana habla sin cronistas ni jueces.
El montaje se estrena en L’Escorxador de Elche con tres funciones durante el fin de semana / INFORMACIÓN
Más que una mirada al pasado, El Silencio de Juana lanza una poderosa reflexión sobre cómo las formas modernas de manipulación siguen silenciando a mujeres incómodas para el poder. Esta obra ha sido beneficiaria de las ayudas a la producción cultural de Elche 2024, y tendrá funciones durante todo el fin de semana: las funciones del viernes y el sábado serán a las 21 horas, mientras que el domingo comenzará a las 19 horas.
Interpretada con fuerza y sensibilidad por Laura Poveda y Luisa Maciá, quienes encarnan a Juana desde distintas dimensiones, la obra cuenta también con las actuaciones de Roberto Rodríguez como Fernando y Jesús Arribas como Felipe. El vestuario está cuidadosamente diseñado por Carlos Maciá, la escenografía por Antonio Mora, mientras que Juan Adrián Rodríguez se encarga de una iluminación que acentúa lo onírico y lo emocional. La coreografía y la asistencia de dirección están a cargo de Jaime Contreras, y el diseño gráfico lo firma Gusmery Paredes.