Aunque las narrativas más clásicas sobre el amor romántico insisten en que el enamoramiento es una suerte de magia que surge sin previo aviso ni intervención racional, lo cierto es que detrás de cualquier historia de pareja suele haber una arquitectura de compatibilidades que determinan si dos personas deciden caminar juntas o separarse tras el primer encuentro.
En este sentido programas como pueden ser ‘First Dates’ (el popular espacio de citas de Cuatro) o incluso la famosa ‘La isla de las tentaciones’ funcionan casi como un experimento sociológico: en cada episodio se ponen sobre la mesa los deseos, las expectativas y los criterios que los participantes tienen a la hora de buscar pareja, permitiendo entrever qué elementos hacen que una conexión prospere o se desvanezca antes del postre.
Eso fue exactamente lo que ocurría en la emisión de hace tan solo unos días, cuando el restaurante recibía Miguel, un malagueño de 36 años que entraba al ritmo de ‘Macho Man’, de Village People, y que no tardaba en captar la atención de Carlos Sobera al definirse como alguien «muy ambicioso». Según explicaba dirige un holding empresarial que incluye constructora, hotel, apartamentos y terrenos agrícolas y reparte su vida entre Málaga, Valencia y Teruel. De personalidad exigente, dejaba claro que su perfil necesitaba a alguien que estuviese alineado con sus altas expectativas: «No todas las personas que tienen estudios tienen capacidad».
Su cita fue Noelia: una cordobesa de 29 años, conocida también por su participación en ‘Gran Hermano 17’, aunque en esta ocasión no hacía mención alguna a su pasado televisivo. Se presentó como opositora de Magisterio y artesana de joyería, y confesaba que no ha tenido una relación formal como tal, aunque ha conocido a varios chicos. Sin embargo, reconocía que en la mayoría de los casos ha sido víctima del ghosting lo cual ha marcado su trayectoria afectiva.
La primera impresión entre ambos no fue precisamente prometedora. Noelia se sorprendió al ver que su cita era pelirrojo y calvo, algo que dijo no esperarse «para nada». Por su parte Miguel no quedó impresionado especialmente por el físico de Noelia, asegurando que su cara y su cuerpo eran “normales” y que no le proyectaban “nada fuera de lo común”.
Durante la cena las diferencias entre ambos empezaron a evidenciarse. Noelia percibía que Miguel buscaba una formalidad que ella aún no había alcanzado, aunque aseguró que compartían una misma línea de pensamiento con ciertos matices. A su vez Miguel expresaba su desacuerdo con el estilo de vida que representa el funcionariado (profesión a la que aspira Noelia), considerándolo una elección que prioriza la seguridad por encima del riesgo, algo que él vinculó directamente con el conformismo.
La conversación no ayudó en absoluto a acercar posturas de ambos y más bien dejó claro que ambos estaban en momentos vitales distintos. Noelia admitió su escasa experiencia sentimental algo que también pesó para Miguel, quien dijo no ver posibilidades de tener una relación seria con ella. Finalmente en la decisión final ambos coincidieron en que no habría una segunda cita: “Trabajas mucho en ti mismo, eso me ha gustado mucho”, le reconocía Noelia, mientras que Miguel fue más tajante: “No tienes la ambición que yo necesito y físicamente no me has llamado nada la atención”.