Álex Forés y Pablo Martínez celebran un gol en el Ciutat / F. CALABUIG
No va más. Como en cualquier buena serie, el desenlace está cada vez más cerca, pero el guion aún está predestinado a dar varios giros hasta encontrar su final. Cábalas, calculadoras, probabilidades, momentos, calendario…son algunas palabras que definen el sentir de cada seguidor granota que ahora mismo atisba una clasificación trabada tras la derrota en Oviedo y que otorga al encuentro de este domingo frente al Tenerife un valor nuevamente incalculable, aunque bajo el abrigo del Ciutat. Y es que el estadio ha de ser un factor diferencial ante chicharreros, Albacete y Éibar. Testigo directo en el Tartiere, el Oviedo preparó una atmósfera que llevó en volandas a los suyos y la próxima semana el Elche ya ha orquestado una acción que va teñir de franjiverde sus gradas, y la que el Levante tendrá que hacer frente con los suyos, con esos seguidores que, como todo el año, desafiarán hostilidades para enarbolar con orgullo su camiseta y bufanda granota.
El Ciutat va a recibir la visita de un histórico en problemas. Hacía memoria de la campaña 95-96. En la extinta Segunda División B, el Levante, dirigido en aquel momento por Carlos Simón, peleaba por conseguir un billete a la categoría de plata. Era un equipo en el que militaba Rodri, Fernández Cuesta, Herrero, Recha, Fabado o Fede Marín. La Copa del Rey era como una aproximación ensoñada de lo que podía ser algún día poder estar en Primera División y aquel año emparejó al Levante con el Tenerife. Era la época dorada en la isla. Con Heynckes como entrenador, Juanele, Pizzi, Jokanovic o el propio Felipe Miñambres conformaban una plantilla competitiva y de lustre. Esa eliminatoria cayó del lado canario y dejó como anécdota el traspaso fraguado a finales de aquel año 1995 de Sergio Ballesteros, quien deleitó en la isla y supuso el primer gran escalón alcanzado por el mítico emblema granota. Esa temporada, pese a la marcha de Ballesteros, el Levante ascendió, contando además en aquel diabólico playoff con la presencia de Quique Setién, quien ayudó en la gesta antes de colgar las botas. Volviendo al Tenerife todos recordamos las dos ligas perdidas por el Real Madrid en el Rodríguez López a inicios de los 90, competiciones europeas de por medio, el fútbol de toque con Valdano, la elegancia de Redondo, la efectividad de Dertycia, aunque de aquello ahora queda poco.
Angustiado por la amenaza del descenso la historia reciente ha dado el Levante el papel dominante de aquellos palpitantes años 90. Es una historia volteada. Las coordenadas para lograr la gesta pasan por sumar, sumar y seguir sumando. Con un horario monstruoso, Orriols está más que preparado para la batalla. Son instantes en los que ya casi no está permitido caerse y en donde, ese chute extra puede dar con algo tan grande como bonito. Sigamos con el viaje a nuestros sueños. Nadie ha de ser capaz de destruirlos.