Había que mejorar la defensa y eso exige humildad y coraje, intensidad y agresividad, y partir de todas esas virtudes forzó el Barça el cuarto partido de la serie ante el Mónaco, que tendrá lugar mañana. La mejor versión azulgrana apareció en la situación límite, cuando todos se jugaban la vida (100-89). La salvaron. En ello tuvo mucho que ver Willy Hernangómez, tantas veces criticado por su aparente desidia, por su blandura bajo los aros, formidable en el duelo decisivo: 19 puntos y 10 rebotes, con 31 de valoración.
El triunfo se gestó en el formidable arranque del segundo cuarto, cuando se pasó del 24-27 con el que se cerró el primero hasta el 41-27 antes de que el Mónaco celebrara la primera canasta, pasados los cinco minutos y medio. Volaba el Barça, que no sonreía desde el 11-6, que había empezado como siempre: jugando al intercambio de canastas. Así no iba a ningún lado. Esa ventajita voló en un santiamén.
El quinteto del cambio
El cambio lo operó el quinteto formado por Satoranksy, Abrines, Brizuela, Parra y Hernangómez. No fue nada extraño ni ninguna sorpresa: son quienes tienen más acentuado el rigor defensivo, los más entregados a la causa. Los más culés. Peñarroya los aguantó en la cancha hasta que sacaron el hígado por la boca.
No quería tocar nada el técnico de lo bien que funcionaba el Barça. Como nunca en la serie. Al final introdujo a Parker con Anderson, luego a Punter. El hechizo se rompió sin demasiado castigo: una ventaja de 12 puntos (51-39).
Alpha Diallo aguantaba el palo de la bandera monesgasca, infalible desde la línea de tres. James había desaparecido -luego reapareció, letal como siempre- y a Jaiteh le dio por fallar mates. Entre los visitantes nadie blandía el hacha como la habían utilizado tan profusamente en casa, convencidos de que no tendrían tanta permisividad ni todas las decisiones arbitrales les sonreirían. Jugaban fuera y eso se nota.
Un episodio concreto
Estaba claro que había sido un episodio concreto, especial. Ese pasaje avasallador del Barça no se había producido antes en ningún momento, acaso en los partidos de la liguilla en las que el cuadro azulgrana se impuso. A Peñarroya le faltan tres jugadores como Metu, Vesely y Núñez, sin contar a un Laprovittola al que perdió muy pronto, aunque no ha tenido sustituto.
Pero andaba por delante el Barça en el marcador y en casa se sentía protegido por la gente del Palau. El cortocircuito del Mónaco -con perdón- resultó crucial porque ambos equipos regresaron al intercambio de canastas hasta el final y la diferencia alcanzada no se acortó lo suficiente para que peligrara el triunfo. El coloso Willy no se movió ni un segundo de la pista. Le quedan muchos más por jugar.