Un redactor de MD, atrapado nueve horas en las vías del tren: así fue su odisea

Nadie se libró del apagón que dejó a toda España sin luz pasado el mediodía del lunes. Tampoco la corriente de las vías de tren, cuyos pasajeros fueron de los más afectados por la falta de electricidad y se quedaron atrapados en mitad de la nada sin agua, comida ni previsión de soluciones.

Lluís Bou, redactor de MD, viajaba en un tren de unos mil pasajeros que salía de Atocha y tenía que llegar a Sants antes de la hora de comer, pero el viaje se pausó de manera repentina unos 25 km. antes de llegar a Zaragoza. Rápidamente, se supo que el problema era general, no del tren, y ante la rareza de la situación y la poca comida y bebida que había a bordo (además del bloqueo de los sistemas de pago) se decidió entregar una botella de agua a cada pasajero y reservar los recursos para los más pequeños.

«Al principio la gente estaba tranquila pero el alud de información, el bloqueo de los baños y el terrible calor que hacía en el tren hizo que fuera necesario salir de los vagones, cosa que finalmente nos permitieron al ver que la solución tardaría en llegar». Ya fuera del tren la situación se siguió complicando, sobretodo para las personas que necesitaban más atención: familias con niños pequeños, mujeres embarazadas, bebés recién nacidos, …

Los primeros en acudir al lugar fueron tres Guardias Civiles. «Les pedimos que nos trajeron agua y comida, que se llevaran a la gente que estaba peor, pero nos dijeron que se tenían que quedar a vigilarnos, que el sitio donde estábamos era de muy complicado acceso y que Zaragoza, la ciudad más cercana, estaba hecha un caos por el apagón». Hubo gente que, bajo su responsabilidad y sin ver soluciones por parte de las autoridades, decidió emprender camino campo a través para buscar cobijo antes de que se fuera el sol.

Un sol al que la única alternativa era resguardarse dentro de los vagones: «No nos dejaron ponernos en la sombra hasta las 19 h. por si pasaba un tren en dirección contraria» , explica Bou. Civiles de sitios cercanos fueron a la zona para ofrecer su ayuda y se fueron llevando a los que estaban peor; algunos, como un bebé de menos de un mes, tuvieron que ser trasladados directamente al hospital. Hacia las 19 h. llego un coche de Prosegur que, con dinero efectivo entregado por los pasajeros del tren horas antes, había ido a comprar botellas de agua y algunas galletas. Dos horas después, un camión lleno de aguas terminó con la angustia de tener que gestionar las botellas ante la noche que ya caía en Aragón. Se pidió que se hiciera lo mismo con la comida, a lo que se respondió que se intentaría gestionar.

«Sobre las 21h nos contaron para saber cuántos quedábamos dentro y ver si se podían pedir autobuses, aunque nos decían que iba a ser complicado», cuenta el redactor de MD, que pudo llegar a casa a altas horas de la madrugada gracias a un hombre de Terrassa que cogió el coche para ir a rescatar a su hija, también atrapada en el tren. «A diez minutos en coche, por un camino de tierra, había una área militar llena de coches, camiones y personas que podrían haber resuelto la situación horas antes y sin poner a la gente en peligro», cuenta.

Tras parar en una gasolinera para comer y con horas de carretera aún por delante, la electricidad ya había vuelto en más de la mitad del territorio español: «Me sorprendió la normalidad de fuera. Desde las vías nos imaginábamos que todo era caótico y que la normalidad no se podría reestablecer hasta dentro de unos días».



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