Los trastornos generados por el insólito apagón que sufrió el lunes la península Ibérica se vieron amplificados por los intermitentes fallos en el servicio telefónico y la conexión a internet, que complicaron enormemente la comunicación durante las largas horas de incertidumbre. Las conexiones telefónicas se han ido reestableciendo a medida que se recuperaba el suministro eléctrico y el servicio ha vuelto en gran medida a la normalidad. MasOrange y Pepephone han informado de que el 90% de sus clientes de telefonía móvil han recuperado plenamente el servicio; un porcentaje que asciende al 94% en el caso de Digi, el 95% en el caso de Movistar (Telefónica) o al 99.5% en el de Vodafone, según las propias compañías. Pero, ¿por qué fallaron los teléfonos?, ¿por qué se ha recuperado el servicio a un ritmo dispar? ¿O qué lecciones se pueden extraer de lo ocurrido?
La respuesta rápida a la primera pregunta es sencilla: todo el sistema tiene una enorme dependencia del suministro eléctrico. No solo los teléfonos y los ‘routers’ domésticos, que necesitan estar cargados los primeros y conectados a la corriente los segundos para poder operar, sino también las estaciones base que transmiten las señales de telefonía. Esas estaciones base no son otra cosa que antenas distribuidas por toda la geografía española, donde hay aproximadamente unas 60.000 antenas de telefonía con distinta tecnología (4G es la más extendida, según los expertos). Las antenas funcionan con suministro eléctrico, pero muchas cuentan con baterías o generadores de respaldo para seguir operando durante unas horas o varios días en caso de apagón. De ahí que no cayera completamente el servicio telefónico.
En cualquier caso, aunque muchas se mantengan operativas, no necesariamente son capaces de garantizar la operatividad del sistema, como se vio el lunes. “Cuando se produjo el apagón, todas las antenas sin respaldo energético dejaron de ser carreteras disponibles para la transmisión de nuestros datos, que tuvieron que buscar rutas alternativas, lo que acabó saturando las carreteras disponibles”, explica gráficamente Josep Pegueroles, ingeniero de telecomunicaciones y profesor de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC). Además de antenas, esas estaciones base o nodos tiene también enrutadores, que transmiten los datos de una zona geográfica a otra. “Cuando antenas y enrutadores se apagan, los que siguen operativos tratan de dar el mejor servicio posible a los usuarios en su zona de cobertura. Pero si tienen capacidad para 100 llamadas y reciben 400, la conexión solo es posible una cuarta parte del tiempo”, añade Pegueroles. Esa saturación explica por qué el servicio funcionó de forma intermitente, con baja o alta cobertura en función del momento.
¿Es obligatorio el respaldo energético en las antenas?
“No todas las antenas tienen respaldo energético porque el coste es muy alto”, explica José María Rosado, experto en telecomunicaciones del Immune Technology Institute. De acuerdo con la ley general de Telecomunicaciones, que regula el sector, los requisitos difieren en función de la importancia de la ámbito de cobertura. Las antenas que sirven infraestructuras críticas, como los servicios de emergencia, tienen obligación de funcionar hasta 24 horas después de corte del suministro. “En las zonas de alta densidad, como los centros urbanos, entre una y cuatro horas, pero en el resto de la red no hay obligación de tener energía de respaldo”, añade Rosado.
Nada de esto sucedía con las viejas líneas fijas de teléfono, donde la señal viajaba por cable desde la central hasta el aparato de casa, por lo que siempre funcionaba aunque se fuera la luz. Pero, hoy, tanto la voz de las llamadas como los datos de internet viajan a través de la fibra óptica y son los ‘routers’ en casa o en las antenas de las estaciones base las que transforman la señal óptica en señal eléctrica. Y todos ellos requieren de electricidad para funcionar. “Cuando se hizo el cambio, en Telefónica se discutió la posibilidad de poner pilas en los ‘routers’. Pero se llegó a la conclusión de que las baterías solo funcionan bien cuando se usan habitualmente y, como el sistema casi nunca falla, se acabaron descartando”, recuerda Rosado, quien trabajó dos décadas en la compañía.
Operadores con red propia y operadores virtuales
Otro factor a la hora de tener en cuenta en una situación tan excepcional como la del lunes es el tipo de operador con el que se tiene contratado el teléfono. En España hay de dos tipos. Los operadores con infraestructura propia, como MasOrange o Movistar, y los que la alquilan a los primeros, como Digi o Ion Mobile, los llamados operadores móviles virtuales. “Los dueños de la red alquilan la capacidad que le sobra y, en caso de apagón, dan prioridad a su servicio”, asegura el profesor Pegueroles.
Desde la recuperación del suministro eléctrico, las conexiones de datos de voz e internet se han ido restaurando paulatinamente. Un proceso que está lejos de ser inmediato. “No solo tiene que funcionar las antenas, sino también todos los programas y aplicaciones que ayudan a que los datos puedan llegar de un sitio a otro. Y la configuración y el reseteo de todo ese software lleva tiempo”, explica Pegueroles.
A pesar del caracter excepcional del apagón del lunes, los expertos confían en que sirva para extraer algunas lecciones con el fin de mejorar la resiliencia del sistema. O como mínimo, la preparación de los ciudadanos para hacer frente a algo similar en el futuro. “Esto nos sirve para darnos cuenta de la dependencia brutal que tenemos de la red eléctrica y las telecomunicaciones”, asegura Rosado desde el Instituto Immune. “Sería bueno que empecemos a tener en casa sistemas como baterías o generadores para tener un mínimo de energía en caso de emergencia”, sostiene. Para Pegueroles, el camino pasa por ampliar los sistemas de respaldo energético de las antenas de telefonía y los enrutadores. “Cuanta más autonomía tengan, más conexión tendremos cuando falla la red eléctrica”, afirma el profesor de la UPC.
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