El comisario principal de la Policía Local de Oviedo, Francisco Javier Lozano, resume la operación con una sola frase: “Hemos desmantelado la casa de los horrores”. Gracias a una investigación llevada a cabo por los agentes del cuerpo municipal han resultado detenidos un hombre y una mujer, un matrimonio de 53 y 48 años respectivamente, que tenían encerrados a sus tres hijos en un chalet de la zona rural de Oviedo desde hace casi cuatro años, concretamente desde diciembre del 2021. Los niños, dos gemelos de ocho años y un tercero de doce, estaban sin escolarizar y no habían pisado ni siquiera el jardín de la casa desde entonces. “Estaban ajenos a todo contacto con la realidad. Uno de ellos tocaba la hierba con las manos sorprendido. En cuanto los sacamos, los tres se pusieron a respirar profundamente como si nunca hubiesen estado al aire libre”, asegura uno de los investigadores que participó en la operación.
El padre de los pequeños es alemán y la madre de origen estadounidense, aunque también tiene la nacionalidad alemana. Ambos permanecían ayer, al cierre de esta edición, en el cuartel de la Guardia Civil de Oviedo, que es el cuerpo que asume ahora el caso para continuar con las investigaciones, aunque todo el trabajo realizado hasta ahora ha corrido a cargo de la Policía Local. Los tres niños, atendidos en todo momento por las autoridades y por personal de los Servicios Sociales del Principado, ya están a salvo y bajo la tutela del Gobierno regional. “Hemos devuelto a la vida a tres menores. Jamás pensé que algo así podía ocurrir en este país”, explica Francisco Javier Lozano.
La operación comenzó el pasado 14 de abril a raíz de la llamada de una vecina, que alertó al servicio de Familia e Infancia del Ayuntamiento de Oviedo de una situación que le pareció “sospechosa”. La mujer dijo estaba casi segura de que en la casa vivían niños porque a veces escuchaba voces y los había visto por las ventanas, pero que nunca salían al exterior y que, por lo tanto, no iban al colegio. La Policía Local de Oviedo tiene entre sus competencias directas la de controlar la escolarización de los menores, así que se puso en marcha una investigación. Hubo varios días de vigilancia frente al chalet, sobre todo a las horas en las que los niños tienen que estar en clase. “No se veía movimiento, las persianas siempre estaban bajadas. En la casa sólo estaba censado el hombre, pero tampoco lo vimos salir de casa en ningún momento. Sólo abría la puerta para recoger los pedidos de comida de los supermercados. No había ni vehículos”, explica un inspector del cuerpo municipal.
Los policías comenzaron a sospechar. Las cajas con comida eran demasiado grandes para el consumo de una sola persona. Además, durante una de las vigilancias, los agentes observaron como se movía una cortina en el piso superior cuando el hombre, que responde a las iniciales C. S., estaba recogiendo un pedido en la puerta. El olfato de los policías los llevó a detectar que allí estaba ocurriendo algo raro. “Se solicitó una reunión con la Fiscalía de Menores y se decretó una orden para que identificásemos a los menores, para comprobar con qué personas convivían y para saber si estaban escolarizados o recibían formación en casa”, señalan los investigadores.
El registro
El pasado lunes, a las once de la mañana, poco antes del apagón, una comitiva se desplazó hasta la casa. Acudieron siete miembros de la Policía Local –el inspector jefe operativo, un subinspector de la Policía Judicial del cuerpo, otros tres agentes de la unidad y dos más uniformados de apoyo- personal de los Servicios Sociales del Principado, una traductora de alemán, todos ellos coordinados por la letrada del menor del Principado de Asturias. “Nos abrió la puerta de la finca, que estaba desaliñado y descalzo. Le explicamos porqué estábamos allí y desde el primer momento nos dijo que en la casa había menores. Fue él quien nos dejó pasar, aunque nos mandó que esperásemos a que les pusiesen la mascarilla a los niños”, explica uno de los policías que estuvo en el chalet. “También nos pidió que todos nos pusiésemos mascarilla antes de entrar y que guardásemos las distancias”, añade.
Entonces accedieron al interior de la vivienda. En ese momento es la primera vez que ven a la mujer, con iniciales M. A. S. También aparecieron en escena los tres menores. “Estaban muy asustados y entorno a la madre, que nos decía durante todo el rato que los pequeños tenían graves patologías y que no nos acercásemos a ellos. Tenían tres mascarillas cada uno puestas una encima de otra”, explica otro de los policías presentes en el registro del chalet.