ha sido casi peor que la pandemia

Cuando ya hemos regresado a la casi total normalidad después del apagón insólito que ha sumido en la oscuridad y, por tanto, en la casi total incomunicación a la Península Ibérica, en Mediodía COPE en Guadalajara hemos recogido las sensaciones y experiencias vividas por los habitantes de la provincia durante las largas horas que ha durado, desde que este lunes 28 de abril, a las 12:33 horas, desaparecieran 15 gigavatios de generación en tan sólo 5 segundos, que suponen el 60% de la energía disponible para el consumo en ese momento.

Más allá del estupor generalizado ante la situación al límite que se desencadenó «de forma súbita», una de las primeras reacciones de no pocos ciudadanos de Guadalajara fue lanzarse a la compra de transistores en los establecimientos comerciales que estaban abiertos al público, eso sí, con dinero en metálico en mano: «He venido a comprar una radio de pilas de las de antes, porque estamos absolutamente incomunicados. Mucha tecnología, pero no sabemos qué está pasando«, se queja Mila, que entró a un comercio chino para adquirir un transistor, con el que poder irse «informando» y quedarse así «más tranquila», esperando, evidentemente, que arreglaran el problema «cuanto antes, porque ya no sabemos vivir sin luz».

En las farmacias de Guadalajara, la pérdida de suministro eléctrico generó una situación «bastante complicada, porque la gente no entiende que no puedes atenderlos porque no puedes descargar su medicación. Es un poco traumático para nosotros», lamentaba Ana, aunque dispuesta a facilitar medicación, «si es importante», cogiendo «el número de teléfono de la persona para ponernos en contacto con ella», como antes de que la electrónica se colara en su oficina.

Pero, además, otra gran preocupación de esta farmacéutica alcarreña pasaba por aquellos fármacos y productos que requieren refrigeración. «Tengo una nevera con frío. Como está cerrada, no hay un cambio de temperatura muy grande, pero si me baja, al final, todos esos productos los pierdo» -señalaba, confiando en no tener que llegar a averiguar «si el seguro se haría cargo de ellos».

Terraza del centro de Guadalajara

Aunque en los primeros momentos del apagón, las terrazas e interiores de bares y restaurantes parecían ajenos al escenario insólito que se estaba produciendo en todo el país, en poco tiempo se vieron obligados a cerrar sus puertas por falta de luz y de agua: «para dos mesas que tengo, eso no es clientela. Además, voy a cerrar porque la cerveza la estamos dando caliente y no tengo agua; he tenido que cerrar los servicios y tengo todo sucio. ¡Esto es un caos!», exclamaba indignado el propietario de este mesón de la ciudad.

Pero, sin duda, quienes más sufrieron las consecuencias del apagón peninsular fueron aquellas personas que se vieron atrapadas en transporte público, tanto trenes como autobuses, o que, sencillamente, no pudieron cogerlos para regresar a sus casas. «Yo trabajo en Guadalajara y vivo en Madrid», nos comentaba esta usuaria de Cercanías, tras darse de bruces con la puerta cerrada de la estación de tren de Guadalajara. «Supongo que tendremos que esperar a que vuelva la energía eléctrica o darse una vueltita por la Estación de Autobuses a ver si se puede salir de Guadalajara» -se planteaba, aunque, ante el temor de sumirse en el caos circulatorio que presentaban todos los accesos a Madrid, decidió «hacer noche aquí y buscar opciones».

Estación de Renfe de Guadalajara

Estación de tren de Guadalajara

En la misma situación se encontró una joven docente que se quedó tirada sin tren de vuelta a su localidad de residencia, Azuqueca de Henares. «No sé muy bien qué hacer, porque yo nunca he cogido autobuses y no sé dónde se cogen o si hay y, como tampoco hay internet, no lo puedo mirar», reconocía, recordando que, aunque su jornada laboral en un centro educativo de Guadalajara había sido «un poco locura, porque, claro, ahora todo se lleva con las pantallas digitales», el mayor problema al que realmente se debía enfrentar en ese lunes de apagón era «llegar a casa».

Pero,
y los jóvenes, habitualmente enganchados durante tantas horas a su
teléfono móvil, ¿cómo han llevado el apagón eléctrico, pero
también la pérdida de la conectividad y de comunicación?: «Cuando ocurrió, estábamos en clase de inglés y como si nada, pero luego ya cuando salimos y no teníamos datos ni nada, te empiezas a agobiar un poco, porque, además, me quedé sola en casa y hasta que llegaron mis padres no había nada que hacer», confesaba una joven guadalajareña.

«A
mí me pilló en clase de Educación Física, que encima no llegó ni
el profesor porque no pudo sacar el coche de su garaje y me sentí un
poco asustada»
, nos contaba su amiga, quien no dudó en ir al supermercado «a comprar agua,
por si acaso se cortaba»
.

Por su parte, la tercera joven encuestada por COPE Guadalajara vivió el apagón «de forma un poco agobiante, porque no sabes qué hacer. Luego, a la
vuelta a casa, no puedes llamar a tus padres para avisarles
de que estás bien»
, sin olvidar que «el resto de la tarde, estuvimos con velas, y la noche fue fatal, porque tengo una hermana que lo ha pasado muy mal, porque le da
miedo la oscuridad»
.

Parque de la Concordia, en Guadalajara

Parque de la Concordia, en Guadalajara

Sin embargo, tampoco vivieron el super apagón con más romanticismo las generaciones analógicas, a
pesar de las velas y de los transistores. «Me quedé en shock y dije esto es casi peor que lo de la pandemia, porque ahí por lo menos nos avisaron. Fue alucinante, como muy surrealista», relataba una vecina guadalajareña, asegurando que «no hubo romanticismo; fue un aburrimiento, porque no sabíamos ni qué hacer: dábamos vueltas por toda la casa, por el jardín, salíamos a la calle como atontados. Menos mal que hizo buen tiempo».

Los transistores han sido la única alternativa para que los ciudadanos se mantuvieran informados durante el apagón

Los transistores han sido la única alternativa para que los ciudadanos se mantuvieran informados durante el apagón

Su compañera de paseo sí pudo estar informada, gracias a «un transistor a pilas», aunque al no haberse facilitado «información de ningún tipo», se vio tentada a «pensar de todo, como en un sabotaje…».

Pero,
hay personas que van a recordar con especial angustia el apagón. Es el caso de Javier, vecino de la ciudad de Guadalajara, que depende de un tratamiento de oxigenoterapia y ventilación mecánica. «Llamé a la empresa que nos suministra lo del oxígeno, pero no pude contactar con ellos, porque la telefonía no iba», señalaba a Mediodía COPE Guadalajara, mencionando que a las tres de la tarde hizo la primera llamada al 112 «y me dijeron que no era de signo vital, que colgara el teléfono», tras la cual, «a las siete, en vista de que no llegaba la luz, llamé otra vez y solicité una bala de oxígeno de repuesto»

Al resultar ambas llamadas infructuosas, Javier tuvo que tirar de «la bombona de emergencias, que estaba más o menos a la mitad». Afortunadamente, el suministro eléctrico regreso a su domicilio «a las doce y veinte de la noche, pero todavía estoy esperando a que el 112 me suministre la bala de oxígeno, porque aquí no vino nadie».

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