el año en que el presidente reforzó su control del PSOE

Los cálculos, los primeros análisis fallaron. No hubo exactamente un «antes y un después». El PSOE no mudó de piel, no comenzó a asomarse a un futuro sin Pedro Sánchez. Aquel debate muy incipiente se paró. De raíz. El partido responde a su líder, como antes, el partido es si cabe más aún del líder. El presidente lo ocupa todo. Su poder en el Ejecutivo, en sus filas, es total. Y así seguirá siendo hasta que decida apartarse o hasta que se vea obligado a abandonar la Moncloa.

Ha transcurrido un año. 12 meses desde la carta a la ciudadanía que Sánchez escribió en solitario, sin su equipo, casi como un desahogo personal al sentirse víctima, él y su familia, de una «operación de acoso y derribo por tierra, mar y aire» movida por la derecha y la ultraderecha. Amagó con dimitir y entonces los cimientos del PSOE temblaron de vértigo y de pavor. Su partido le imploró que se quedara, que aguantara, y mientras crecía el temor a que diera portazo germinó el debate sucesorio, la pregunta sobre quién sería su relevo. Los dirigentes concluían que nada sería igual, pasara lo que pasara. Y el presidente decidió continuar al pie del cañón, «con más fuerza si cabe». Y enseguida se afanó en arrancar esa semilla que él había sembrado: aseguró que, determinado ya a permanecer en el cargo, estaba dispuesto a agotar la legislatura y a ser de nuevo candidato socialista en 2027. Los suyos pensaron que algo se había roto y sería difícil de recomponer. Pero lo que entonces nadie anticipaba es que no sería así, porque un año después no hay dudas, ni nombres en la recámara, ni delfines en la sombra. «Pedro sucederá a Sánchez«. Lo resume un responsable muy respetado internamente, que conoce como nadie el latir del PSOE, que sabe bien qué cree y quiere el jefe del Ejecutivo.

El 24 de abril de 2024, tras la sesión de control en el Congreso, Sánchez se encerró en la Moncloa y escribió una carta para anunciar su retiro de cinco días y decidir si debía dimitir. No había informado a nadie

Aquel 24 de abril de 2024, el presidente provocó un terremoto político que convulsionó a su partido. Ese día, había llegado demudado al Congreso. El titular del juzgado de instrucción número 41 de Madrid, Juan Carlos Peinado, había abierto diligencias contra su mujer, Begoña Gómez, a raíz de las informaciones —algunas de ellas descubiertas como falsas— publicadas en algunos medios de comunicación y llevadas a los tribunales por el pseudosindicato ultraderechista Manos Limpias. Tras la sesión de control, regresó a la Moncloa y se encerró en su despacho. Escribió un texto de tres páginas y media. Solo. Y se lo entregó a su director de Gabinete, Óscar López, para que lo publicara. Cancelaba su agenda, se retiraba durante cinco días para reflexionar si debía dimitir, si le merecía la pena continuar. No había informado a nadie.

El PSOE entró en shock. No entendía qué había pasado. Cómo el dirigente que había forjado su leyenda a base de ladrillos de resistencia se había venido abajo. Pasaban los días y las horas y las esperanzas se agotaban para los cuadros socialistas. El líder no lanzaba señales, no decía nada. No quería decir. Su entorno prefirió no molestarle. Ni siquiera le quiso escribir su mano derecha, María Jesús Montero, la llamada a sucederle en caso de que finalmente renunciara. La propia vicepresidenta primera llevó la batuta en el comité federal del sábado 27 de abril, un acto catártico y casi litúrgico en el que la aflicción y la inquietud que moraban tras los muros de Ferraz chocaba con la euforia de unas bases que chillaban a su líder que aguantara. La sede era un funeral, la calle —12.500 personas, según la Delegación del Gobierno—, una fiesta. Quédateeeeee, gritaron, al ritmo de la canción de Quevedo y Bizarrap. Esa noche, en la madrugada al domingo, Sánchez decidió continuar al frente del Gobierno, al ver la respuesta de sus partidarios, el afecto hacia él y hacia su esposa.

El presidente optó por quedarse tras ver las muestras de afecto de los suyos. Anticipó su voluntad a su círculo más próximo pocos minutos antes de su comparecencia: seguiría «con más fuerza si cabe»

Pero mantuvo el silencio en las siguientes horas. Solo se lo reveló a su círculo más próximo —la propia Montero, el ministro Félix Bolaños, el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán— pocos minutos antes de la comparecencia pública del 29 de abril en la que anunció que sí, que se quedaba. «Con más fuerza si cabe». Lo hacía para librar, justificó, su batalla contra los bulos, la desinformación, los «pseudomedios». Para emprender una «regeneración democrática«.

«Él necesitaba ese tiempo»

Un año después, el partido y la Moncloa prefieren olvidar. No echar la vista atrás ni revisitar un capítulo que no ha acabado de ser comprendido. Pese a que la oposición vio en lo sucedido un mero paripé, en la cúpula del PSOE y en el Gobierno siguen pensando que su líder no les mintió cuando les pidió tiempo. Y ellos, a su vez, creyeron que podía irse, no fingieron cuando, ante las cámaras de televisión, exhibieron un psicodrama colectivo. «Los que hablan de pantomima son los que viven en la pantomima continua. Las cuestiones personales no son fáciles de explicar. Y si lo hubiera gestionado de otra manera, confiando su decisión, quizá habría habido indiscreciones. Él necesitaba ese tiempo», señala un miembro de su núcleo duro.

A la vuelta del verano, convocó el 41º Congreso Federal que dio paso al relevo territorial. Cinco ministros encabezan hoy sus federaciones: Montero, López, Alegría, Morant y Torres

Sánchez, desde aquel parón, no ha vuelto a dar síntomas de vulnerabilidad. Todo lo contrario. En el orden interno, decidió a la vuelta de verano convocar el 41º Congreso Federal del PSOE, que se esperaba para el otoño de 2025, para impulsar la renovación territorial, necesaria para refrescar el partido tras la debacle de las autonómicas y municipales de mayo de 2023. Operó pocos cambios en su ejecutiva —mantuvo como dos y tres a Montero y Cerdán y aupó al número cuatro del escalafón a la delegada del Gobierno en la Comunitat Valenciana, Pilar Bernabé, como premio a su gestión de la dana—, en señal de continuidad y, de nuevo, de resistencia de su núcleo duro cuando el caso Koldo había recobrado actualidad por la imputación del exministro José Luis Ábalos ante el Supremo y por las acusaciones sin pruebas del presunto cabecilla de la trama, Víctor de Aldama.

Pero el presidente sobre todo hizo una apuesta política: situar al frente de algunas federaciones a varios ministros. En Andalucía, el antiguo feudo que necesita recuperar, la vicepresidenta Montero. En Madrid, el desde septiembre titular de Transformación Digital, Óscar López. En Aragón, Pilar Alegría, al frente de Educación y portavoz del Ejecutivo. En la Comunitat Valenciana revalidó su confianza en Diana Morant (Ciencia, Innovación y Universidades), que ya había sido proclamada secretaria general del PSPV en marzo de 2024. En Canarias, continúa el responsable de memoria Democrática, Ángel Víctor Torres.

A ellos se suman otros barones nuevos y alineados con Ferraz —Carlos Martínez en Castilla y León, Paco Lucas en Murcia, Pedro Casares en Cantabria—, además del gallego José Ramón Gómez Besteiro, aupado en abril de 2024 aunque ya candidato en las autonómicas que se celebraron dos meses antes y que dejaron al partido en los huesos, como tercera fuerza y a una distancia sideral del BNG. Los presidentes de Asturias, Adrián Barbón; Navarra, María Chivite, y por supuesto Cataluña, Salvador Illa, líderes socialistas en sus territorios, apoyan sin fisuras a Sánchez, igual que la presidenta del Congreso y secretaria general en Baleares, Francina Armengol. El extremeño Miguel Ángel Gallardo sí ha chocado con Ferraz por la financiación singular de Cataluña y el riojano Javier García representa una línea más moderada respecto a la de su antecesora, la expresidenta Concha Andreu. Como único jefe regional crítico, pues, queda el castellanomanchego Emiliano García-Page. El aragonés Javier Lambán está ya fuera de la federación y de las instituciones, y su candidato frente a Alegría, Darío Villagrasa, ni siquiera se lanzó a la búsqueda de avales por la falta de apoyos internos.

Un ‘superdomingo’ en mayo, con regionales, locales y generales, no es nada descartable y en el partido es un escenario que los dirigentes sí barajan como una opción. Pero antes pasarán por las urnas Castilla y León y Andalucía, ambas en 2026 si no hay adelanto

Sánchez, pues, goza hoy de un control en el partido aún mayor del que tenía. Sin apenas contrapesos, porque solo hay cuatro presidentes autonómicos socialistas, y de ellos solo Page confronta con él. La autoridad del presidente es incontestable. Y lo será al menos hasta el próximo ciclo electoral. Una nueva derrota en las autonómicas y municipales de 2027 le erosionaría mucho más, pero la pérdida de la Moncloa provocaría seguramente su salida. El calendario de las generales no está claro, aunque él y su equipo han insistido en que agotará la legislatura. Un superdomingo en mayo, con regionales, locales y legislativas, no es nada descartable y en el partido es un escenario que los dirigentes sí barajan como una opción. Pero antes llegará el ensayo de las elecciones en Castilla y León y, sobre todo, Andalucía, previstas para febrero y la primavera de 2026, respectivamente, si es que no hay adelanto.

La vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero (c), saluda a los militantes y simpatizantes socialistas en un receso del comité federal del PSOE celebrado el 27 de abril de 2024, en pleno periodo de reflexión de Pedro Sánchez. | EUROPA PRESS / A. PÉREZ MECA

Los que conocen bien a Sánchez y dirigentes de distintos territorios coinciden en que este año ha servido para hacer crecer su determinación y seguridad. «Pedro pasó el Rubicón con la carta. Se tomó su tiempo para tomar una decisión, para ver qué hacía. Pero una vez que despejó la incógnita, no da síntomas de agotamiento, de flaqueza. Está absolutamente determinado«, sanciona un ministro que le ha apoyado incluso en los momentos más críticos. El parón de cinco días le dio «más fuerza para seguir adelante», conviene un alto mando de la cúpula federal socialista: «En los momentos así, te pueden pasar dos cosas: tirar la toalla, desanimarte, o coger más fuerza y convicción para seguir adelante y demostrar que con mentiras, bulos y persecución no van a poder con él». Para otra integrante de la dirección, este año «ha sido, salvando las distancias, como un segundo proceso de primarias: el presidente ha demostrado de nuevo una extraordinaria resiliencia frente a todos los envites y se ha prodigado animando a la militancia, renovando discurso y prioridades en el congreso federal». «Ha impulsado nuevos liderazgos, implicando mucho más a su núcleo más cercano, y todo se ha vivido desde las bases como un regreso suyo, esta vez con la mochila cargada con las medidas sociales y los buenos resultados económicos de estos años, y con su liderazgo internacional, tan importante en estos momentos frente a la ola de la ultraderecha», agrega esta misma fuente federal.

«Se le ha agriado el carácter. Comprensible»

Hay responsables que tratan con cierta asiduidad con el presidente y observan algunos momentos de tono algo más bajo en él, pero «luego se crece enseguida, y se ha visto con la guerra comercial, porque con temas internacionales se viene arriba, sabe que no tiene rival ahí». «A él le joden las miserias nacionales y se le nota. Yo cansado no le veo, le veo altibajos. Pero un escenario con tanta presencia del contexto internacional le viene bien, porque le permite alejarse de la realidad nacional», señala un senador y dirigente territorial.

Pedro pasó el Rubicón con la carta. Se tomó su tiempo para tomar una decisión, para ver qué hacía. Pero una vez que despejó la incógnita, no da síntomas de agotamiento, de flaqueza. Está absolutamente determinado», sanciona un ministro

«La carta fue un momento histórico en su evolución política y personal. Tuvo gran trascendencia —señala una persona del círculo más personal de Sánchez—. Desde entonces tiene una fuerte determinación, yo diría que inquebrantable. Él va a luchar hasta el final. Lo tiene claro. No le aprecio agotado. Todo lo contrario. Antes de los cinco días de reflexión sí que tenía momentos más pesimistas. Desde entonces, yo no le he visto ni un solo día de bajón». «Pedro sigue fuerte, como siempre, pero se le ha agriado el carácter. Comprensible. Siete años en la Moncloa, en estas condiciones, abrasan incluso al más duro e ignífugo», completa un dirigente que tiene contacto con él. «Se ha reafirmado en su condición de líder difícilmente batible —valora un responsable que sabe como pocos cómo funciona el PSOE por dentro y que es interlocutor muy frecuente del presidente—. Es una determinación impresionante. Y me consta que trabaja en todos los temas sin descanso». Para un alto mando que no sintoniza con Ferraz, poco ha mudado en el PSOE y en su jefe: «Yo no he percibido que haya cambiado nada mas allá de afianzarse el hiperliderazgo«.

Pero ese hiperliderazgo de Sánchez ya era muy acusado antes. Ahora lo es más, consonante con la deriva cesarista que para los críticos ha tomado el partido en los últimos años, producto de un sistema de primarias que empoderan al líder y jibarizan los órganos intermedios. «Pero ese liderazgo de Pedro está muy asumido y se ha visto reforzado en este año —asegura un veterano con mucho conocimiento interno de la maquinaria socialista—. Su problema no está en el partido, sino en su debilidad parlamentaria«, la que le impide avanzar más y más rápido en su programa de gobierno. El jefe del Ejecutivo, recuerda este responsable, no ha podido aprobar aún esta legislatura ni un solo Presupuesto, y no es seguro que lo consiga. «Pero si acaba la legislatura, puede convertirse en el segundo presidente de la democracia más longevo, tras Felipe González.

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la clausura del 41º Congreso Federal del partido en Fibes, Sevilla, el 1 de diciembre de 2024. | EUROPA PRESS / FRANCISCO J. OLMO

En aquellos días de abril de 2024, en el comité federal y aun después de que Sánchez comunicara su decisión de quedarse, el partido bulló en especulaciones. Muchos dirigentes convenían que el debate que el propio líder había abierto sobre su sucesión ya no se podría frenar. Erraron. No fue eso lo que ocurrió. Los cálculos o quinielas de aquellos días murieron. Según expresan todos los dirigentes consultados, no hay conciliábulos en los que se discuta sobre el postsanchismo. Esa cuestión ha quedado aparcada. Sánchez, en la clausura del 41º Congreso, el pasado 1 de diciembre en Sevilla, ratificó que sería el candidato en las próximas generales.

Tras la crisis emocional del presidente, el partido pensó que el debate de la sucesión sería incontenible. Pero no sucedió. Esa cuestión está aparcada. Hay quienes ven posicionarse a Puente, pero desde su entorno lo niegan categóricamente

Las opciones que entonces incluso se manejaron hoy no serían viables. Montero tiene por delante intentar recuperar para su partido la Junta de Andalucía —una empresa más que complicada, a la vista del último barómetro del CIS andaluz— y Alegría tiene que estrenarse también en su tierra, en Aragón. Ahora, algunos dirigentes apuntan hacia el titular de Transportes y miembro de la ejecutiva federal —y recién reelegido secretario provincial de Valladolid—, Óscar Puente, como hipotético relevo, dada su condición de puntal del Gobierno y del propio presidente. «Qué poco le conocen los que dicen eso. El debate sucesorio no existe. Ese día no está cerca», responden fuentes muy próximas al ministro, descartándose por tanto como opción de futuro. «No hay que confundir hiperexposición pública con designio sucesorio. Mi impresión es que no hay nada de nada», sentencia un dirigente con anclaje en la Moncloa.

Las especulaciones se arrastran desde aquel comité federal de 2024, en el que hiló un discurso enérgico y vibrante en el que algunos entrevieron la presentación de sus credenciales, por lo que pudiera pasar. Pero en el PSOE lo que está más consolidada es la percepción de que quien lleve las riendas de unas siglas con casi 146 años de vida será una mujer. ¿Quién? Imposible saber. «No está abierta la carpeta de la sucesión…
Pedro sucederá a Sánchez«, resuelve uno de los veteranos con más conocimiento del poder y del partido. «Puente siempre ha sido combativo. Ahora mismo es el mejor del Gobierno, es verdad, pero cualquiera sabe lo que ocurrirá cuando se marche Pedro. Le sucederá alguien que no conozcamos. En cualquier caso, siempre hay quien enreda, pero el partido ahora está a lo que está: cuadrado«, expresa un máximo responsable territorial que guarda diferencias con la cúpula.

El plan de regeneración pendiente

No es fuente de inquietud para Sánchez su partido. Lo es un Gobierno que sufre de manera intermitente tensiones internas —esta última semana escalaron por el plan de seguridad y defensa, de 10.471 millones extra, y por el contrato de más de 15 millones de balas a una empresa israelí— y que tropieza semana a semana con el frontón del Congreso, que tiene que bregar con negociaciones durísimas con Junts y, ahora, con el progresivo distanciamiento de Podemos. El protagonismo de la cúpula federal es bastante escaso porque, como apunta un cargo local, Sánchez adelantó el 41º Congreso, «pero en la práctica lo que hizo fue alinear mejor las federaciones con él«. La dirección es, a ojos de algunos responsables, igual de liviana que la anterior. «Está achicando agua —continúa la última fuente—, a la defensiva delante de la ofensiva judicial de la derecha. Sánchez sobrevive pero en el debe está la debilidad de los equipos. El único brote verde diría que es Carlos Cuerpo», el ministro de Economía, que ha ganado peso en las últimas semanas a raíz de la guerra comercial librada por Donald Trump. De cualquier modo, el círculo de confianza del líder es estrecho y conocido: María Jesús Montero, Félix Bolaños, Santos Cerdán, Óscar López, Óscar Puente. Y su director de Gabinete, Diego Rubio. En el Gabinete, quien aparece de nuevo tocado el el titular de Interior, Fernando Grande-Marlaska, pero que no dimitirá y al que Sánchez no dejará caer.

Hay dirigentes que convienen que el partido ha pasado a ser «más combatido, menos acomplejado», que está «cohesionado» frente a lo que percibe como una «agresión exterior» de la derecha política y judicial

Lo que para algunos mandos sí ha cambiado en este tiempo es el espíritu que se observa en el PSOE. «En este año, el partido ha pasado a ser más combativo, más proactivo, a estar menos amilanado, dispuesto ya a salir a jugar y armar todas las batallas. Tenemos un PSOE menos acomplejado«, manifiesta un jefe de un aparato de una federación importante. Coincide un senador y dirigente territorial: «Ahora digamos que pone pie en pared. No solo ante la derecha política [PP y Vox], sino ante la derecha judicial. Ya veremos el resultado». No es extraña la sensación, porque ese fue uno de los mandatos del 41º Congreso, que verbalizó Cerdán en la apertura en Sevilla: sacar «orgullo» frente a la «cacería» de la que, a su juicio, están siendo objeto el presidente y su entorno. El propio Sánchez lo reiteró en la clausura: en un tiempo en el que el PSOE recibe «ataques» desde distintos flancos, su obligación, la de «todos», es «dar un paso al frente». «Se ha dado una vuelta de tuerca al cierre de filas, ante lo que inmensa mayoría del partido, incluso los sectores más escépticos, perciben como una agresión exterior. El partido está cohesionado y se ha vuelto muy resiliente. Aguanta el embate masivo exterior mucho mejor de lo esperado. Demoscópicamente resiste fuerte en torno al 30%. En las condiciones actuales, una machada», valora un mando bien conectado con la Moncloa.

Y es que en estos 12 meses las causas judiciales que atosigaban al presidente, a su entorno, a su partido y al Ejecutivo se han agravado. Su mujer, Begoña Gómez, es investigada por cuatro delitos —tráfico de influencias, corrupción en los negocios, apropiación indebida e intrusismo profesional—, aunque el juez Peinado sigue sin hallar indicios pese a tener cinco imputados en el caso. Las pesquisas contra su hermano, David Sánchez, continúan en un juzgado de Badajoz, por su presunta contratación irregular como coordinador de actividades de los conservatorios de la Diputación pacense en 2017. También se ha enredado la investigación sobre la presunta filtración del correo del letrado del novio de Isabel Díaz Ayuso que cerca al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz. Pero es el caso Koldo y la imputación de Ábalos la causa judicial más grave que afecta al Ejecutivo, por la relevancia de quien era el número tres del partido y uno de los ministros de mayor peso del Gabinete, y por la gravedad de las sospechas de corrupción.

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su esposa, Begoña Gómez, durante la clausura del 41º Congreso Federal del partido, en Fibes, Sevilla, el 1 de diciembre de 2024. Al lado de la mujer del jefe del Ejecutivo, la vicepresidenta primera, ministra de Hacienda y hoy líder del PSOE andaluz, María Jesús Montero. | EUROPA PRESS / FRANCISCO J. OLMO

En el PSOE el caso Ábalos se vive con «vergüenza» y absoluto escándalo. Pero hay quienes, en el seno del Consejo de Ministros, creen que hace falta «reaccionar«. De manera clara. «Ojalá fuéramos más combativos —lamenta un miembro del Gabinete—. Se está asentando otro Txapote 2, no se le da a esto la importancia que tiene, no se está respondiendo. Y esto es algo que entiende todo Dios y a todo el mundo indigna», por la mezcla letal de presunta corrupción y prostitución, un mix que el PP no deja de explotar. «Al final muy pocos son los ministros que dan la cara», rubrica.

Las causas judiciales han evolucionado a peor en este año, y la más grave es el ‘caso Ábalos’, que genera «vergüenza» e indignación puertas adentro. En el PSOE hay quien teme la «ola» que puede llevar al partido a una derrota masiva en el siguiente ciclo

La apuesta por la regeneración con la que Sánchez justificó su permanencia en el poder se tradujo en un Plan de Acción por la Democracia que el Gobierno presentó en septiembre y que intenta sacar adelante a trancas y barrancas. Son 31 las medidas contempladas: de ellas se han culminado cinco (sistema de integridad de la Administración General del Estado, Estatuto de la Autoridad Independiente de Protección del Informante, ampliación de la plantilla orgánica del Ministerio Fiscal, puesta en marcha de una línea de ayudas de 100 millones para la digitalización de los medios y envío al Congreso de la ley de lobbies) y otra decena está en tramitación. Pero ninguna de las grandes reformas que tenían que pasar por el Parlamento se ha podido culminar aún, como la de creación del registro de medios —pendiente de segunda lectura y remisión al Parlamento— o la que limitará la publicidad institucional —no ha salido aún del horno del Ejecutivo—, y su futuro es incierto. Por la razón de siempre: los apoyos parlamentarios.

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska (i), y el titular de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños (d), durante la sesión de control al Gobierno en el Senado del pasado 18 de marzo de 2025. | EUROPA PRESS / FERNANDO SÁNCHEZ

A la dirección, al presidente, se le medirá por la cuenta de resultados. O sea, por las elecciones. Aunque en el partido muchos cuadros expresan «tranquilidad«, otros, en cambio, sienten la angustia por el próximo ciclo, por si no se cumplen las expectativas, por si el partido no remonta. «Todos con Pedro a muerte antes de que llegue la ultraderecha. Pero claro… por el camino el destrozo en el partido es bestial y la perspectiva electoral inquietante. Todos vemos el tsunami. Sentimos la ola llegar«, expresa con preocupación una responsable regional. «El partido no ha cambiado. En poco tiempo, el tema será las autonómicas y municipales», analiza un socialista muy influyente en la Moncloa.

Todo dependerá pues de lo que ocurra en las próximas semanas, meses. La legislatura es incierta. Pero Sánchez mantiene su determinación de llegar a 2027. Su batería, tras la crisis emocional de abril de 2024, hace justo un año, está intacta. Su Manual de resistencia, de nuevo operativo.



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