Era una cuestión de romanticismo que la cita histórica del WRC pasara por el Gran Karting Club de Maspalomas. Con la pista recién pintada para la ocasión y una preparación previa de más de dos semanas, este circuito celebró por todo lo alto sus 42 años, a la vez que el Rally Islas Canarias hacía lo propio con la 49ª edición. Con 1.300 seguidores en las gradas más las que se amontonaban en la loma, 66 coches desfilaron a través de 1,5 kilómetros y mostraron su arte en las quince curvas.
Para José Luis Chicharro, administrador del Karting, todo se resumen con los términos de ilusión y expectación. «Que contaran con nosotros fue una cosa del organizador del evento, Germán Morales, que se puso en contacto con nosotros porque entendía que era una cita histórica, el rally cumplía 49 años y al final era una cuestión de romanticismo el regresar para hacer una de las etapas de la Súper Especial», detalla Chicharro. Una reforma exprés, lavado de cara en toda regla y una alfombra de asfalto.
La misma ilusión que tenían los administradores y personal del Gran Karting Club la tenía la afición, que desde las 6.00 horas, cuatro y media antes del inicio del espectáculo, se agolparon junto a las puertas del recinto con el objetivo de conseguir el mejor sitio, ese que les permitiera ver lo más cerca posible los bólidos y pilotos mundiales. Los primeros de la fila, un grupo de siete colegas formado por Arsenio, Adrián, Miguel, José, María, Sergio y Domingo. Ellos, aunque llegaron a la puerta a las 6.00, llevaban en el coche desde medianoche. El sacrificio para poder aparcar con garantías deja constancia de su devoción. Son de otra pasta.
Más que un Mundial
«Esto no es solo una cita mundialista, sino que equivale a un gran premio», asegura Arsenio, quien hace una comparativa llamativa, probablemente, a oídos de muchos: «Una cita mundialista en Gran Canaria para los amantes del motor es lo más parecido al Día de Reyes. Esto ha sido indescriptible, no solo hay muchísimas personas de diferentes puntos de España y Europa, sino que la afición en general se comportó de maravilla».
Arsenio, además, difícilmente podrá olvidar el momento exacto en el que recibió la entrada para vivir en primera persona este desfile de los monstruos del volante por el Karting. «Estaba ayudando a un amigo a poner una rampa en su casa y a la semana siguiente, su mujer me consiguió una entrada. Ese día me quedé sin habla, y eso que yo hablo por los codos», recuerda. Para él, que ha estado siempre enamorado de los hierros, acumula en su casa más de 20 revistas del Rally El Corte Inglés.
Unos seguidores se quejaron de la ubicación: «Pago 25 euros y en la loma se ve mejor»
José, por su parte, hace referencia a su evolución vital en paralelo con la de los bólidos. «Recuerdo ir caminando desde mi casa de Santa Brígida hasta la cumbre para ver volar a los coches. Primero iba caminando, después en bicicleta, luego en moto y ahora en coche». El paso de los años en esa ruta mundialista hacia la madurez, siempre con un volante en las manos. El resto de los compañeros, señalaron la peculiaridad de cada tramo, destacando el de La Aldea. «A vista de dron fue emocionante, sobre todo porque con las lluvias de los últimos días todo se puso verde y ese paisaje te encoge el alma. Es abrumador».
Sobre las 8.30 horas, las puertas del Gran Karting Club se abren y los aficionados ocupan su butaca. Se generó algún que otro descontento con el público que debía ocupar los boxes. «En el ticket pone ‘grada de buena visibilidad’ y te encuentras una zona en la que tienes que estar todo el tramo de pie y sin ver lo que te vendían», explican los afectados. «Hemos pagado 25 euros por estar aquí, mientras que los que están en la loma van a poder verlo incluso mejor que los que hemos desembolsado este dinero».
Posición de privilegio
El resto del público llena de color las gradas, conscientes de que a esta cita mundialista le queda la última pisada. La buena climatología del Sur dibujó el escenario perfecto y los 66 coches que desfilaron provocaron un terremoto. El respetable parecía poseído y aplaudía en cada curva, cada rugir del motor y cada derrape.
Liam fue uno de ellos. Es de Suecia, pero se siente un grancanario más. En 2010 visitó la Isla por primera vez y se enamoró. Dos años después, decidió comprarse una casita en Maspalomas y desde entonces más de la mitad del año lo pasa aquí. «No sabía de coches, de hecho ni tengo el carnet de conducir, pero unos meses después de comprarme la casa, fui con un amigo a un rally y el flechazo entró en mi corazón por segunda vez», comenta. Desde entonces, no se ha perdido ninguna cita relacionada con el motor y cuando se enteró de que el Mundial pasaba por las carreteras de la Isla, no dudó en apuntarlo en rojo en su agenda.
El sueco Liam es un devoto de la religión de la adrenalina y no tiene carné de conducir
«Intenté estar en todos los tramos, pero es imposible», advierte este fanático. Aquí está su lista: testigo del Shakedown, del tramo de Valsequillo, el de Moya y el sábado el tramo espectáculo del Gran Canaria Arena antes de despedirse por todo lo alto en el Karting. Su piloto favorito, contra todo pronóstico, es el grancanario Luis Monzón. «Lo elijo a él porque es grancanario, y me enamoré de los coches aquí, entonces creo que mi elección tiene sentido, ¿o no lo crees?», se cuestiona en voz alta.
Fue una cita rara. Una mezcla de sentimientos se apoderaron de los aficionados más fieles, que por un lado estaban eufóricos por lo que iban a vivir, en un escenario tan icónico como el Karting, y por otro esa tristeza. Un vacío inmenso al saber que eso que les ha mantenido con vidilla y energía durante estos últimos meses se acaba y ahora tendrán que buscar otros sueños, ilusiones y aspiraciones. «Han sido cuatro días de no parar, de poco sueño y de grandes caminatas, pero aun así, ojalá pueda volver a repetirlo», se repetían una y otra vez. «Ojalá durara un poco más, te da vidilla. Valdría la pena», confiesan.
Entre tramo y tramo, los verdaderos protagonistas fueron los aficionados, que se comportaron de inicio a fin y lanzaron un mensaje al mundo: Gran Canaria tiene carreteras, infraestructuras y por supuesto un público diez. «Espero que haya quedado claro que aquí hay muchas ganas de ver los coches, y al ser una Isla tan pequeña todos nos unimos un poco más», explica Kilian Rodríguez, un amante del motor desde que tenía uso de razón, cuando junto a su tío y su padre disfrutaban de largas jornadas dedicadas a la velocidad. Como un viaje a un parque temático de la felicidad. Tramo a tramo y que baila de generación en generación. Sin mirar los resultados.
Reyes como Sainz y Ponce
«Todo este amor por el motor nos viene desde que éramos pequeños, y en particular, mi primer recuerdo es de hace más de 40 años», explica Oswaldo Falcón, tío de Kilian.
La historia que tiene a sus espaldas el Karting de Maspalomas, una de las claves por las que no dudó ni un segundo en hacerse con sus boletos. «Esto es de la época de Sainz y de José María Ponce, y por eso lo hace tan especial», comenta. Él, que intenta no perderse ningún rally, ha vivido este fin de semana con la misma ilusión de cuando era pequeño y empezó a descubrir la belleza que esconde este deporte. «La gente tiene que entender que esto va de humanidad, de ayudar y de ser comprensivos con el otro».
Una jornada que engorda los libros de historia y un escenario que provoca que la vida regrese al romanticismo, a los viejos tiempos y a aquellos tiempos felices. Ayer, todo el que estaba en el Gran Karting Club tiró de sonrisa, al menos, una vez. Y eso no habrá nadie que se lo quite. Ahora, toca esperar a la nueva cita mundialista mientras los más románticos siguen soñando con lo vivido, con acampadas eternas, con noches viendo las estrellas, con la velocidad y el rugir de los motores. Esclavos de la adrenalina que comparten la devoción por los bólidos. El WRCque nadie ve. El Mundial más íntimo que se esconce en los bocadillos y en la sonrisa de un padre al hijo.