En Moaña, donde las cicatrices de la represión franquista siguen abiertas, se alza el chalet irregular de la pareja Feijóo

La localidad gallega de Moaña se ubica en la provincia de Pontevedra, dentro de la comarca de O Morrazo. Con una población de 19.304 habitantes, destaca por su tradición marinera, sus playas acogedoras y su entorno natural de montes y senderos. Es también un lugar de rica vida cultural y gastronómica, muy ligada al marisco y al pulpo.​ La tranquilidad  de este pequeño municipio marinero se ha visto sobresaltada por la polémica sobre un inmueble controvertido que allí se ubica. Se trata de la “mansión ilegal” de la mujer de Nuñez Feijóo, Eva Cárdenas, que incumple, al menos en parte, la normativa obligatoria de la Ley de Costas. En noviembre de 2024 se publicó en el BOE que parte de la vivienda ubicada en la playa de O Con se encuentra en zona de dominio público, por lo que pende la amenaza de derribo.

Pero, además de esta controversia de signo urbanístico, hay otra circunstancia que hace más polémica la ubicación del chalet de Eva Cárdenas, y es que bajo su bruma atlántica se encuentra una historia dolorosa que resiste al olvido derivado de la represión franquista en el municipio. Moaña fue escenario de una feroz represión franquista tras el golpe de Estado de 1936, pese a que, como en gran parte de Galicia, la resistencia apenas duró allí cuatro días. 28 vecinos fueron asesinados por el bando nacional y más de un centenar de vecinos sufrieron juicios sumarísimos sin poder defenderse

Pues bien, sobre esa tierra de luchas obreras y heridas abiertas, se alza ahora la mansión que disfruta el presidente del Partido Popular, algo que además de a los ecologistas y defensores de la legalidad urbanística, también  incomoda a quienes siguen reivindicando verdad, justicia y reparación.

Cuando estalló la Guerra Civil con la sublevación fascista, liderada precisamente por un gallego de El Ferrol, Francisco Franco, Moaña era un hervidero de organizaciones sindicales y obreras. De economía basada en el mar y en el minifundio, la vida de los moañeses y moañesas dependía de a la pesca, la agricultura y pequeñas industrias como la de hilanderas de Meira. Era un lugar clave para la actividad de sociedades agrarias, sindicatos de marineros como la Alianza Mariñeira y, ya en tiempos de la Segunda República, Solidariedade Mariñeira, vinculada a la CNT. La combativa Sociedad de Hiladoras y Oficios Varios, «La Defensora», llegó a lograr la jornada laboral de ocho horas tras duras movilizaciones.

Tras el golpe de Estado, la Guardia Civil, la Iglesia y la Falange al servicio de Franco, implantaron un régimen de terror. Las cunetas se llenaron de republicanos víctimas de los paseos, mientras la propia Ría de Vigo se transformaba en una inmensa fosa común. Los falangistas, siguiendo una macabra costumbre, arrojaban al mar a prisioneros, algunos de ellos aún con vida. La represión franquista alcanzó tal brutalidad que, incluso hoy, seguimos desenterrando nuevos episodios de aquel horror, especialmente la violencia dirigida contra las mujeres.

De la cruel represión a la mujer a los “paseados de Moaña”

Eso fue lo que sucedió en Moaña. Los sublevados se ensañaron con los obreros, sindicalistas y simpatizantes republicanos. El alcalde José Fandiño Pidre, leal al Gobierno legítimo de la II República, fue fusilado el 31 de diciembre de 1936. Propiedades como el local de la Fraternidad Marinera fueron incautadas y convertidas en centros falangistas. Las mujeres, como Peregrina Coloret Pena y su familia, sufrieron humillaciones públicas como el rapado de cabeza. Otras, como Elvira Lodeiro o activistas como Manuel Palmás, fueron ejecutados. Violaciones, desapariciones, “paseos” de la muerte y depuración de funcionarios dejaron una herida aún latente en la memoria colectiva. Aun se buscan a moañeses enterrados en una fosa común de Salvaterra, que podrían ser Los hermanos Eugenio y Manuel Cancelas; los también hermanos Manuel María y José Benito Blanco y José Vázquez.

Esta herida es la que alimenta las actividades de recuperación de la memoria histórica en Moaña, con homenajes a las víctimas y esfuerzos por dignificar a quienes sufrieron persecución y muerte en silencio durante décadas.

En este contexto, la residencia de Núñez Feijóo y su pareja, Eva Cárdenas, genera controversia. Más allá de la legalidad, su presencia resuena simbólicamente, pues mientras desde la Xunta de Galicia, el partido del inquilino de la mansión de la playa de O Con recorta fondos destinados a la memoria democrática y banaliza la tragedia que vivieron miles de gallegos, el jefe de la oposición, convierte en refugio de lujo un paisaje marcado por el dolor y la resistencia.

Como escribe César Calvar en el libro Tierra de Conejos recreando hechos reales de represión en la zona, “La dulzura de los atardeceres sobre Moaña no elimina los gritos que una vez desgarraron sus calles”, una novela  donde recoge con nombres y apellidos la represión sistemática sufrida en esta villa.

“El rumor de las olas, dicen los vecinos, no borra la memoria”. Bajo la apariencia plácida de su ría, Moaña sigue recordando. Porque algunos chalets, aunque parezcan de piedra sólida, se levantan sobre los cimientos quebradizos de una historia aún sin cerrar.

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