Francisco, Jorge Luis Borges y Javier Milei forman por estas horas un triángulo irregular de Argentina. Tres partes que desafían la geometría: nunca pueden constituir un objeto común. La Guardia Suiza cargó el féretro del Papa rumbo a tumba y se detuvo unos segundos frente del lugar asignado al presidente ultraderechista, acompañado de su hermana, Karina. «Aplaudió, con la mirada fija, casi sin pestañear», dijo el diario ´La Nación`. Esa sobriedad ha contrastado con las palabras y actos previos que son la comidilla de los medios locales e internacionales.
Unas 250.000 personas pasaron por la capilla ardiente de la Basílica de San Pedro para despedir al pontífice. Milei no estuvo. Se encontraba en el hotel. El anarco capitalista reaccionó con fastidio ante los comentarios sobre su ausencia. «Le guste a quien le guste, el papa Francisco ha sido el argentino más importante de la historia», dijo. El presidente aseguró haber viajado al Vaticano en representación de «los argentinos de fe católica que veían al Papa como un líder impresionante».
Apenas unos años antes, su ponderación era otra. Milei se sentía en las antípodas del pensamiento de Jorge Bergoglio y no tenía pudores en expresarlo en la televisión que lo encontraba como tertuliano habitual antes de lanzarse a pelear por la presidencia argentina. «Este país tiene tantos años de justicia social… ¿Qué es la justicia social? Es la envidia, el odio, el resentimiento. A ver, originalmente, la envidia era un pecado capital. Habría que informarle al imbécil ese que está en Roma que defiende la justicia social, que sepa que es un robo y que eso va contra los mandamientos».
Un periodista quiso saber si no se excedía en sus opiniones. «No. El Papa… sí, lo voy a decir de frente: es el representante del maligno en la Tierra. ¿Vos sabías que el Papa impulsa el comunismo?», respondió en 2022. Para entonces ya era diputado nacional. Durante la campaña electoral que lo llevó al poder, el economista Alberto Benegas Lynch, hijo del mentor del candidato, había propuesto, siguiendo su aversión hacia el pontífice «suspender las relaciones diplomáticas con el Vaticano».
El uso de la ironía
Milei llegó a la presidencia y fue en procesión al Vaticano con su hermana. «Le pedí perdón cuando lo vi por primera vez. Yo no tenía orden de magnitudes en lo que implicaba ser el líder de una comunidad. Tengan en cuenta que yo filosóficamente soy anarco capitalista. Esas figuras en mi cabeza no estaban, no existían», explicó. De acuerdo con su relato, Francisco le dijo: «No te calentés (preocupes), son errores de juventud». La ironía del pontífice no pasó inadvertida: al momento de lanzar sus diatribas, el «jóven» Milei tenía 52 años.
La sutil sorna pontificia hizo recordar a otro artista del sarcasmo, como lo era Borges. Francisco no solo podía citar poemas de memoria. Había sido su amigo. Bergoglio lo conoció a mediados de los años sesenta. En su autobiografía Esperanza, ofició algunos detalles. «Cuando, con apenas veintisiete años, me convertí en profesor de Literatura y Psicología del colegio de la Inmaculada Concepción de (la provincia) Santa Fe, impartí un curso de escritura creativa para los alumnos y decidí mandarle, por mediación de su secretaria, que había sido mi profesora de piano, dos cuentos escritos por los chicos. No obstante, mandó que se los leyeran —ya estaba prácticamente ciego— y además le gustaron mucho».
Es posible que al autor de «El Aleph» no le hayan interesado esos textos y que en esa cordialidad se escondía algo que no debía ser dicho de otra manera. Lo cierto es que el futuro Papa lo invitó también a impartir algunas clases. «Con sesenta y seis años, se subió a un autobús e hizo un viaje de ocho horas, de Buenos Aires a Santa Fe. En una de aquellas ocasiones llegamos tarde porque, cuando fui a buscarlo al hotel, me pidió que lo ayudara a afeitarse. Era un agnóstico que cada noche rezaba un padrenuestro porque se lo había prometido a su madre, y antes de morir recibió los sacramentos».
Milei viaja a Roma para asistir al funeral del papa Francisco / X
Borges, en tanto, dejó un registro personal de esa relación. «Con el jesuita, que es ingeniero químico y muy buen lector, nos entendemos mejor; él enseña literatura y ha incluido mis textos en sus clases, lo cual me parece un poco exagerado. Yo trato de disuadirlo y le repito que lo mío no tiene ningún valor, que son una sarta de borradores, pero no me hace caso». El gran escritor consideraba que Bergoglio era «una persona inteligente y sensata» con la que se podía «hablar de cualquier tema: de filosofía, de teología, de política». Algo le llamaba la atención. «He observado que tiene tantas dudas como yo. Lo cual no sé si está bien en un religioso. Mi madre se hubiera horrorizado de una cosa así. Pero quizá no es tan raro si tenemos en cuenta que se trata de un jesuita. Claro, esa gente es históricamente transgresora y hasta tiene sentido del humor, además de manejar conceptos que en algunos casos difieren de las otras congregaciones de la Iglesia».
El «sentido del humor» de Bergoglio se puso de manifiesto cuando comentó a Milei sus «pecados de juventud». El presidente cree no obstante que en aquella ocasión de 2024 fue absuelto por el papa argentino. Antes de viajar a Roma para la despedida del pontífice, el anarco capitalista hizo saber cuál es su credo profundo al entregarle el Doctorado Honoris Causa de la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (ESEADE) al español Jesús Huerta de Soto. Durante su estadía en Buenos Aires, el visitante dijo a la televisión argentina que ahora se conocerá «la verdad moral» sobre el difunto. Estimó que Dios, «que es infinitamente misericordioso», le va a «perdonar hasta los pecados y errores más graves».