Los trans y los migrantes despiden a su Papa junto a los populistas que promueven una Iglesia que los discrimine

El papa Francisco fue despedido este sábado en una solemne ceremonia en la plaza de San Pedro ante unas 250.000 personas, antes de ser enterrado en la basílica de Santa María la Mayor, en el centro de Roma, la primera sepultura de un Pontífice fuera del Vaticano en los últimos cien años.

Roma se echó a la calle para despedir a su Obispo. Desde las plazas y las ventanas de los edificios, alrededor de 150.000 personas acompañaron el cortejo fúnebre que desde San Pedro recorrió el centro de la capital hasta llegar a la basílica de Santa María la Mayor, donde fue inhumado en una ceremonia privada en la que sólo participaron los cardenales y algunos familiares cercanos del Pontífice.

El cortejo fúnebre recorrió seis kilómetros a bordo de un ‘papamóvil’ adaptado que Francisco había utilizado en uno de sus 47 viajes apostólicos con los que “alcanzó las periferias del mundo”, como recordó durante la homilía el decano del colegio cardenalicio, el italiano Giovanni Battista Re, de 91 años.

El ‘papamóvil’ con los restos del Pontífice salió del Vaticano por la Puerta del Perugino y recorrió la antigua Via Papalis, la procesión que hacían tradicionalmente los pontífices tras ser designados entre San Pedro y la basílica de San Juan de Letrán; cruzó Plaza Venezia, atravesó los Foros Imperiales hasta el Coliseo y alcanzó la basílica recorriendo la Via Merulana, en un trayecto más rápido de lo que se esperaba, que fue flanqueado por miles de personas que aplaudían a su paso, mientras los helicópteros sobrevolaban todo el trayecto.

Italia activó el máximo nivel de alerta —similar al de las cumbres internacionales— y desplegó un operativo de seguridad sin precedentes, con 4.000 policías de diversas fuerzas, francotiradores en lugares estratégicos, drones… además de una zona de exclusión aérea sobre toda la ciudad.

Fue así como el papa que quiso abrir las puertas de la Iglesia católica a los últimos, “a las periferias de las periferias del mundo”, se despidió de la Sede Petrina, de las calles de Roma por las que tantas veces paseó, incluso de forma privada, para encontrar a los sin hogar que duermen en los alrededores de la plaza de San Pedro, a las prostitutas de la costa romana que se habían quedado sin trabajo durante la pandemia y, en definitiva, a los más necesitados. Fueron ellos, precisamente, quienes esperaron el cortejo fúnebre en las escalinatas de la basílica portando flores blancas en las manos.

Alrededor de 40 personas vulnerables —pobres, presos, transexuales y ‘sin techo’— le dieron su último adiós hasta que las puertas del templo se cerraron para proceder en privado a la sepultura, que podrá ser visitada a partir de este domingo.

Francisco quiso despedirse así de las mismas calles que recorrió en vida para perderse entre la gente común y comprar discos en una pequeña tienda que siempre visitaba cuando viajaba a la capital italiana como arzobispo de Buenos Aires, o incluso para adquirir personalmente sus zapatos siendo ya papa; negros, sencillos y con las suelas desgastadas de recorrer las periferias. Los mismos con los que fue enterrado.

El Pontífice reposará ya para siempre en una tumba sencilla, con una lápida en el suelo realizada con mármol de Liguria, la región italiana de donde procedían sus abuelos maternos, y una única inscripción: Franciscus. Eligió el templo más pequeño de las cuatro basílicas papales que se encuentran en Roma para celebrar una suerte de segundo funeral, quizá el más importante, sin todos los potentados de la Tierra que se reunieron en la plaza de San Pedro por la mañana para darle su adiós en una misa multitudinaria.

Las exequias oficiadas por el decano del colegio cardenalicio, el italiano Giovanni Battista Re, y concelebradas por los cardenales, estuvieron marcadas por la sencillez y la cercanía, fiel al legado del Pontífice que nunca dejó de sentirse sacerdote.

Un fuerte aplauso recibió la aparición del ataúd de madera con los restos mortales y fue trasladado a hombros por doce ‘sediarios’, los portadores de las antiguas Sillas Gestatorias, hasta el atrio de la plaza de San Pedro, ante la monumental basílica vaticana donde fue instalada la capilla ardiente por la que pasaron 250.000 personas desde el miércoles y hasta el viernes, de día y de noche.

Durante su homilía, el decano de los cardenales recordó cómo el arzobispo Jorge Mario Bergoglio, ya desde su primera decisión de llamarse Francisco, tomó “una elección programática y de estilo con la que quiso proyectar su Pontificado, buscando inspirarse en el espíritu de San Francisco de Asís”.

Un papado largo de doce años durante los que “instauró un contacto directo con las personas y poblaciones, deseoso de estar cerca de todos, con una marcada atención a las personas con dificultades, dedicándose sin medida sobre todo a los últimos de la Tierra y marginados”, continuó Battista Re. “Fue un Papa en medio de la gente con el corazón abierto hacia todos”.

“Innumerables son sus gestos y exhortaciones a favor de los refugiados y desplazados. También fue constante su insistencia en actuar a favor de los pobres”, recordó en su homilía el cardenal, que no olvidó el empeño del Pontífice en estos años por denunciar los conflictos que desangran el mundo en una especie de Tercera Guerra Mundial “a pedacitos”, como solía decir el Pontífice argentino.

“Frente al estallido de tantas guerras en estos años, con horrores inhumanos e innumerables muertos y destrucciones, el papa Francisco no ha cesado de alzar su voz implorando la paz e invitando a la sensatez, a la negociación honesta para encontrar posibles soluciones”, añadió el decano de los cardenales antes de que la multitud rompiera en un atronador aplauso. Unas palabras cargadas de significado al estar pronunciadas, con una enérgica contundencia, en presencia de los más potentes del mundo.

Una cumbre mundial de líderes internacionales reunidos por unas horas en la plaza de San Pedro para despedir al Pontífice argentino fallecido este lunes a los 88 años.

En base al protocolo vaticano, las primeras filas estuvieron ocupadas por las delegaciones de Italia, que estuvo representada por el presidente de la República, Sergio Mattarella, y la primera ministra, Giorgia Meloni, y la delegación de Argentina, país de origen del Pontífice, encabezada por su presidente, Javier Milei. Justo al lado se situaron el resto de jefes de Estado, sentados en estricto orden alfabético de sus países —en francés, el idioma de la diplomacia vaticana—, y un poco más atrás los soberanos reinantes de países católicos.

De esta manera, también en la primera fila y acompañado por la primera dama, se situó el presidente de los EE. UU., Donald Trump, que aterrizó ayer en Roma para asistir a las exequias papales en lo que es su primer viaje a Europa desde su reelección a la Casa Blanca. A sólo dos asientos a la izquierda de Melania pudo verse a los Reyes Felipe VI y Letizia, que encabezaron la delegación española. Y prácticamente al lado del magnate, separado por el presidente finlandés, se sentó su homólogo francés Emmanuel Macron, con quien Trump intercambió la paz durante la homilía dándose la mano.

A unos pocos metros de distancia se situó el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, con quien el presidente estadounidense se reunió dentro de la basílica poco antes del inicio del funeral. Un gesto que da esperanzas a una pronta pacificación del conflicto, como el Pontífice deseó en su último mensaje de Pascua ante los fieles hace solo una semana.

En la plaza de San Pedro, sin embargo, también hubo hueco para aquellos que no tenían un sitio reservado por el estricto protocolo vaticano entre las filas de las autoridades, pero que acudieron igual a dar el último adiós al Pontífice, como las tres familias de Siria que el Papa metió en su avión durante el viaje de vuelta del campo de refugiados de Lesbos en 2021 —que viven desde entonces en Roma—, y por las que Francisco nunca dejó de preocuparse. Un gesto histórico, este último, uno más de los muchos que plagaron su Pontificado, que no podría concluir de otra forma que entre la gente.

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