Francisco bien vale una misa

El Papa Francisco bien vale una misa: ha elevado enormemente el listón de la humildad a quienes se erijan en el futuro en pastores máximos al cuidado del rebaño de Dios. A partir de ahora, ya no habrá lugar para el boato y la pompa en las exequias pontificas. El octogenario que reposa desde ayer en un nicho sencillo y sin adornos, casi anónimo, en la basílica romana de Santa María la Mayor, deja en herencia una forma más sencilla de hacer las cosas, una idea de la Iglesia “pobre y para los pobres” que no sea solo pose y palabrería. Un Papa enterrado fuera de la cripta vaticana de San Pedro supone un mensaje testamentario de la máxima relevancia, como lo es también descansar hasta el fin de los tiempos en un modesto ataúd de madera sencilla revestido de zinc, en vez de los tres féretros de ciprés, plomo y roble de sus antecesores, que fueron expuestos sobre cojines en un catafalco.

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