En un documento conmemorativo publicado por el Ministerio de Igualdad el pasado 2022, Gloria Fortún recogió la cita de Mª Luisa Notario Villanueva, activista y Teniente de Alcalde de Valencia, sobre por qué el 26 de abril de hace unos años a esta parte se celebra en España (y ahora en otros países del mundo), el Día de la Visibilidad Lésbica. El motivo, tan tajante como simbólico, fue resumido por Notario Villanueva con esta contundente frase: “Elegimos el 26 de abril al azar, porque nos dio la gana. Se hizo historia y muchos países se han apropiado de la idea”.
La idea de convertir el 26A en una fecha señalada para la reivindicación de las mujeres lesbianas surgió en un Consejo Federal de la FELGTB en el año 2008, con la iniciativa del su Área de Políticas Lésbicas. Ese mismo año fue declarado como el año de la Visibilidad Lésbica “y por primera vez solo mujeres lesbianas portaron la pancarta de la manifestación estatal del Orgullo”, señala Fortún en “Memoria del encuentro”.
Una primera vez que suena tardía, si tenemos en cuenta la trayectoria e historia del movimiento LGTB. El papel de las mujeres lesbianas ha estado históricamente ligado al feminismo y es por este último motivo por el que las mujeres de aquel Consejo Federal destacaron que este debía ser “transversal” para no centrarse únicamente en un único perfil de mujer lesbiana y abarcar más allá del espectro que generalmente se pudiera concebir: racializadas, madres, ancianas… Todo ello con una reivindicación clara: nombrar lo que existe y salvar a las lesbianas de la invisibilidad histórica dentro del propio colectivo LGTBIQ+ (y más allá).
Acoso y agresiones
Tres años después de la publicación de “Memorias del encuentro”, las reivindicaciones siguen, al igual que los delitos de odio. FELGTBI+ ha alertado en una publicación del 24 de abril de 2025 que “1 de cada 3 mujeres lesbianas ha sufrido acoso y 1 de cada 10 ha sufrido una agresión física o sexual”. Estos son los datos que desprende la investigación Estado LGTBI+ 2024, elaborada por la Federación Estatal LGTBI+ con datos de la agencia 40dB. Además, desvela que el 35% de las lesbianas de entre 18 y 24 años (generación Z) ha sufrido acoso escolar.
El cine a pesar de todo
A pesar de las evidencias de que las violencias contra las mujeres lesbianas siguen existiendo, la cultura, el movimiento feminista y los referentes populares han formado una base sólida y fundamental para que a día de hoy las niñas y jóvenes puedan mirar al futuro con menos miedo.
Si bien los referentes literarios y culturales siempre han estado ahí, cada vez son más los ojos críticos que exigen menos finales catastróficos: “La calumnia” de William Wyler enseñaba en 1961 que el destino de cualquier mujer que se saliera de la heteronorma para encaminarse a lo sáfico podía acabar en locura o suicidio; lo mismo ocurría en otras ficciones más recientes, como “Lost & Delirius” (1999) dirigida por Léa Pol y protagonizada por la mítica Piper Perabo. Mítica en el mundo lésbico, también, por un filme que mostraba todo lo contrario: uno de los primeros (si no el primer) final feliz lésbico de la gran pantalla con “Imagine me & you” (2006), en España traducida como “Rosas Rojas”.
Cate Blanchett en ’TÁR’. / EPC
En 2015 “Carol” de Todd Haynes adaptaría el verdadero primer final feliz homosexual de la literatura (“El precio de la sal” de Patricia Highsmith) y lo llevaría a la gran pantalla con una colosal Cate Blanchett, icono lésbico desde entonces y futura Lydia Tár en la obra de Todd Field. “Retrato de una mujer en llamas” de Célice Scianma propuso en 2019 un relato que, aunque clásicamente trágico, rechazaba los estándares con los que se había tratado la realidad de las mujeres homosexuales, alejándose de la lesbofobia.

Retrato de una mujer en llamas / .
Los libros desde siempre
Las reediciones literarias y las revisiones de obras escondidas o maquilladas para la comodidad normativa han sido también parte del progreso: desde la reivindicación de la figura de Gloria Fuertes y sus poemas adultos y amorosos a las misivas de autoras como Carmen Laforet y Elena Fortún; las novelas de Ana María Moix o la visceralidad de la contemporánea Sara Torres con “Lo que hay” y su “transformación” en figura influencer, trasvase entre lo intelectual y la cultura pop que acerca, a golpe de prosa poética o photoshoot para revistas de moda, la identidad lésbica.
En este contexto nombrar a Mary Olliver y “Nuestro mundo”, un libro en el que la poeta norteamericana evoca y reivindica la figura de su mujer Molly Mallone, resulta imprescindible y centra su atención en la trascendencia de la relación entre ambas.

Mary Oliver. / EPC
El fútbol también sirve
El cine y los libros han servido siempre como espejo y reivindicación, si bien otros ámbitos donde las mujeres no han tenido oportunidad de mostrarse la visibilidad lésbica era, por ende, mínima. Sin embargo el pasado 2023 la selección española de fútbol femenino sirvió de ejemplo más allá del campo. Millones de personas pudieron ver a campeonas del mundo como Irene Paredes celebrar con su familia el título dieron la vuelta al mundo. No fue ni es la única que, con la naturalidad que conlleva ser lo que se es en libertad, sirve de espejo a las que necesitan (o necesitarán) verse en un futuro. Como canta el grupo alicantino «Oh! Marlene», «(…) será la hostia si al final todos empiezan a vernos».