El pasado 19 de abril falleció en Roma a los 89 años Alessandro Pace, doctor honoris causa por la Universidad de Oviedo, con la que mantuvo a lo largo de los años estrechos vínculos a través del Área de Derecho constitucional, y un enamorado de Oviedo y de la Regenta.
Su legado desborda el ámbito académico en el que ejerció como maestro del Derecho constitucional en diversas universidades de Italia. Compatibilizó la docencia y la investigación con su actividad como brillante abogado y hay que subrayar que esta doble faceta tenía un mismo horizonte intelectual y cívico, que era la defensa de la Constitución como instrumento para garantizar las libertades públicas y el estado de derecho. Su inmensa capacidad de trabajo lega una variada obra científica, plasmada en numerosas publicaciones de gran impacto, en las que sobresalen sus estudios sobre la libertad de expresión, la forma de gobierno y la reforma de la Constitución. Su labor como abogado le llevó, cual Quijote, a enfrentarse en varias ocasiones al poder; de manera singular, contra el magnate y luego primer ministro, Silvio Berlusconi, y más tarde contra Matteo Renzi, también primer ministro y promotor de una polémica reforma constitucional.
Cuando conocí en Roma al profesor Alessandro Pace en el ya lejano 1986 me llamó la atención que, siendo un liberal, justificase el monopolio público de la televisión y no concibiese la creación de emisoras de televisión como parte del derecho a las libertades de expresión e información. Su tesis era que cuando –bien por razones económicas, bien por razones tecnológicas– un derecho sólo puede ser ejercido por unos pocos, no es en realidad un derecho, sino un poder. No compartía yo ese criterio en términos jurídicos, pero in situ comprendí mejor su tesis. En aquel entonces un empresario de la construcción, Silvio Berlusconi, se dedicaba a comprar emisoras locales de televisión, lo cual en principio era lícito, pero las unía en su programación, de manera que a la misma hora todas emitían lo mismo. Las convertía de facto en una cadena de televisión privada de ámbito nacional, lo cual estaba prohibido. El profesor Pace captó desde el principio el peligro de que un solo particular dominase un medio de comunicación tan poderoso como era y sigue siendo la televisión y, sobre todo, tan relevante para la democracia, que necesita de una formación libre y plural de la opinión pública. De ahí que en sus estudios justificase la legitimidad constitucional de la radiotelevisión como servicio público y de ahí su crítica al fraude legal que suponía soslayar la normativa vigente para crear una furtiva televisión privada de ámbito nacional con un único emitente. Por aquel entonces al magnate Berlusconi se le conocía como Sua Emittenza.
Con ser grave, el problema no se circunscribía sólo al asunto televisivo; tenía unas ramificaciones legales y políticas que ponían en cuestión aún más la salud democrática de la República. Eso llevó al profesor Pace a la publicación de varios estudios sobre la potestad normativa del Gobierno y los decretos-leyes. Resulta que Silvio Berlusconi, amigo del primer ministro, Bettino Craxi, y financiador en la sombra de su partido, consiguió que éste aprobase un decreto-ley avalando sus irregulares operaciones televisivas, el conocido como Decreto Berlusconi. El parlamento no convirtió el decreto ley en ley, por considerarlo inconstitucional, pero el gobierno de Craxi reiteró por dos veces más el mismo decreto-ley, empeñando incluso la confianza del Gobierno. Como es fácil suponer, estudiar la naturaleza del decreto-ley fue para el profesor Pace algo más que analizar una fuente del derecho; se estaba poniendo en cuestión la forma de gobierno y la supremacía de la Constitución.
Tampoco fue casualidad que se dedicase a estudiar las inmunidades del poder en el tiempo en que Berlusconi, apoyado por su imperio mediático, dio el salto a la política y, ya como primer ministro y luego como presidente de la República, intentó eludir mediante normas ad hoc las investigaciones judiciales que se cernían sobre sus negocios. Pace defendió ante la Corte Constitucional la ilegitimidad de la Ley Alfano, que disponía la suspensión de cualquier procedimiento penal contra el Presidente de la República. Aunque Berlusconi era la cabeza visible del enroque en el poder eludiendo cualquier control judicial, Pace advertía de que «es reductivo y equivocado reconducir a un pretendido ‘antiberlusconismo’ el permanente debate jurídico sobre las inmunidades procesales del Primer Ministro, porque con otros nombres y otros protagonistas continuará la batalla cultural y política a favor de la igualdad de los ciudadanos». Verdaderamente profético viendo lo que sucede hoy en día en muchas democracias, cuyo epítome es la Presidencia de Donald Trump.
En 2016 Alessandro Pace decidió, a sus más de ochenta años, echar a sus espaldas la defensa jurídica del No al referéndum constitucional promovido por el primer ministro Matteo Renzi. Junto con el ex presidente de la Corte Constitucional, Gustavo Zagrebelsky, Pace fue el representante del Comité de constitucionalistas por el No y su entusiasmo contagió a otros colegas de su generación. Decía Günther Grass que «el deber de un ciudadano es mantener la boca abierta» y, ciertamente, con un coraje cívico admirable, emprendió junto con ellos una lucha en centros públicos y medios de comunicación, incluidas las redes sociales, para explicar que la reforma subvertía el procedimiento de revisión constitucional y aminoraba la representación política y los controles democráticos sobre el Gobierno. Esta vez el Quijote ganó; triunfó el No.
Alessandro Pace fue investido doctor honoris causa en nuestra Universidad de Oviedo en 2017 como eminente jurista y ha muerto como un ciudadano ejemplar que puso su conocimiento y su vida al servicio de la democracia. Descanse en paz.
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