La energía eólica marina está experimentando un crecimiento acelerado a nivel mundial –del 8% anual en la actualidad– para afrontar la imperiosa necesidad de reducir las emisiones de CO2, apoyar las ambiciones globales de cero emisiones netas y luchar contra el cambio climático. Sin embargo, su expansión conlleva importantes desafíos ecológicos.
«Para garantizar un desarrollo responsable y proteger el medio ambiente, es fundamental comprender y mitigar los posibles impactos en la fauna silvestre, en particular en las aves y los mamíferos marinos, recoge un estudio internacional liderado por científicos españoles y publicado en la revista ‘Journal of Environmental Management’.
El problema es que esa investigación ha concluido que las áreas con mayor potencial para desarrollar energía eólica marina coinciden con zonas críticas de alimentación para aves marinas y cetáceos, lo que podría poner en riesgo su supervivencia.
«Comprender plenamente los efectos de la producción de energía eólica marina requiere caracterizar su distribución geográfica global y su posible solapamiento con las especies marinas», recoge el estudio, que subraya la urgencia de integrar mapas de riesgo ecológico en la planificación de proyectos eólicos marinos para evitar impactos negativos en la biodiversidad.
Proyecto de eólica flotante. / Saitec
Desde la construcción hasta la operación de los aerogeneradores, la fauna marina afronta riesgos como colisiones, perturbación de hábitats y ruido submarino, expone el estudio, realizado por expertos de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), la Universidad de Murcia, la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Alicante.
«El objetivo no es ralentizar la transición energética, sino hacerla compatible con la biodiversidad», afirma Juan Manuel Pérez-García, ecólogo de la UMH y coautor del estudio.
Zonas de exclusión
Para anticipar los impactos de la eólica marina en la fauna silvestre, el equipo desarrolló un modelo predictivo basado en la estructura de las redes tróficas marinas. Analizaron tres niveles –fitoplancton, zooplancton y peces– para identificar zonas de alimentación de depredadores superiores, como aves y mamíferos marinos.
«No podemos monitorear todos los animales del mar, por lo que necesitamos estimar dónde es probable que se encuentren mediante modelos matemáticos«, explica Pérez-García. Los resultados revelaron que la biomasa de los niveles tróficos inferiores –no su diversidad– es determinante para predecir la presencia de especies superiores.
«Disponer de una gran cantidad de alimento disponible es más importante que tener una variedad de especies», precisa el investigador. Esta relación permitió crear mapas globales de posibles zonas de alimentación, que luego se superpusieron con datos de densidad de energía eólica.

Pardelas cenicientas. / Europa Press
El análisis mostró una superposición significativa entre áreas de alto potencial eólico y zonas de alimentación de especies marinas, especialmente en el hemisferio norte. En contraste, el hemisferio sur registró menor coincidencia, aunque los autores advierten que esto podría deberse a la escasez de datos en regiones del llamado ‘Global South’ (Sur Global).
«Estos mapas de riesgo son una herramienta clave para prever posibles conflictos entre la conservación y el desarrollo energético», subraya Pérez-García.
Otro hallazgo preocupante es que muchas de estas zonas de alto riesgo se ubican fuera de Áreas Marinas Protegidas (AMP), lo que limita su capacidad para mitigar impactos. Los investigadores recomiendan ampliar y fortalecer estas áreas, además de establecer ‘zonas de exclusión’ donde la conservación prevalezca sobre el desarrollo energético.
Efectos benéficos de los eólicos
El estudio también tiene en cuenta los posibles beneficios de los parques eólicos. Señala, por ejemplo, que en algunas regiones estas instalaciones actúan como santuarios marinos al prohibirse actividades extractivas como la pesca. No obstante, «los riesgos persisten», alertan.
Durante la fase de construcción, el ruido submarino afecta a especies sensibles como ballenas y delfines, mientras que las turbinas operativas emiten sonidos de baja frecuencia que alteran el comportamiento de la fauna.
Para equilibrar ambos objetivos –transición energética y conservación–, los autores proponen tres acciones:
–Integrar datos ecológicos en la planificación espacial marina.
–Utilizar tecnologías como el rastreo GPS en aves para identificar zonas críticas.
–Actualizar periódicamente los modelos con información científica independiente.

Parque eólico marino. / EFE / Nicolas Maeterlinck
«Necesitamos comprender qué hacen las especies, adónde van y dónde están sus recursos», destacan los autores del estudio. El estudio concluye con una llamada a los gobiernos y organismos internacionales para que adopten herramientas de planificación robustas.
Entre las prioridades destacan, según los autores, la creación de corredores biológicos, la inversión en investigación en regiones no suficientemente estudiadas y la cooperación transfronteriza para gestionar ecosistemas compartidos.
Los investigadores ya planean más acciones: «El siguiente paso será determinar si las turbinas alteran los patrones de alimentación, no solo de las aves marinas, sino también de los mamíferos marinos», adelanta Pérez-García.