Amelia Valcárcel (Madrid, 1950) analiza con serenidad pero todavía con mucha prudencia el papado de Francisco y pone el énfasis, ante el momento para el que se prepara ahora la Iglesia, ante la incertidumbre sobre el sucesor.
¿Qué se puede decir de este Papa?
«De mortuis nil nisi bonum», como dice el clásico. Todo lo que se puede decir de una persona, una vez que ha fallecido, tiene que ser bueno. Creo que es un adagio con mucha verdad, porque tiempo habrá para juzgarlo. Han sido bastantes años, en una situación muy curiosa como la de haber convivido con otro papa en el Vaticano. Pero de Francisco prefiero no decir nada seriamente. Es un Papa que ha intentado tres o cuatro cosas y que ha sido tímido en otras tres o cuatro. Todo saldrá a la luz cuando pase el periodo de reflexión.
¿Qué sucederá ahora?
Me sorprende que es la primera vez que no sé quién va a ser elegido. No hay quiniela buena. Cuando se eligió a Wojtyla fue un poco sorpresa, porque probablemente el candidato era Benelli. Cuando Ratzinger, absolutamente nadie lo dudaba. Obviamente, ya fue un poco sorpresa Bergoglio, pero porque uno no se conoce los entresijos. En realidad había estado muy bien colocado en la elección anterior. Pero ahora está todo el mundo a ciegas. Y como la situación del mundo dista de ser tranquila, no es nada pacífica, estamos en un momento muy complejo. Es muy importante quién sea elegido, pero yo estoy totalmente a ciegas y las personas que conozco y que están más introducidas en el tema están igual que yo.
De esas cosas que dice que intentó Francisco…
Hablaré de una de las cosas más raras que hizo. La más extravagante, que ha sido dejarse entrevistar por este chico, Jordi Évole, el Follonero. Ya sé que es algo que no tiene importancia, pero como para muestra vale un botón siempre me pregunté cómo era posible que el Papa de Roma careciese de medida hasta ese punto. En fin, me extrañó mucho y pensé en aquello que sale en el sagrado texto, eso de que el que es fiel en lo poco también lo será en lo mucho.
Dicen que es el Papa más celebrado por los no creyentes.
Era una persona cargada de simpatía, aunque no tanta como Juan XXIII. Sobre creyentes y no creyentes, yo, la verdad, distingo ya muy mal. Creo, más bien, que los que dicen ser creyentes son partidarios, y, por otra parte, estamos en un momento en que la fe del carbonero ya no la tiene nadie. Toda fe está pasada por una hermenéutica y en eso entra calibrar bien la importancia de la institución. Dentro de la institución conozco a gente que no soportaba a este Papa, con verdadera inquina, y conozco a menos gente que le tuviera un aprecio sin fisuras.
¿Un Papa que la Iglesia no celebraba desde dentro?
Es que ¿cuál es el último Papa que la Iglesia ha celebrado desde dentro? Yo creo que no les caería bien ni San Pedro. Es que una institución desde dentro es un lugar siempre distinto. Este hombre hacía cosas como no querer vivir en los apartamentos pontificios, no tener personas de confianza, ninguna, y en ese sentido era muy jesuita. Creo que eso es algo que importa, porque los de la Compañía de Jesús han sido siempre como un reino un poco separado.
¿Un Papa más de promesas que de hechos?
Me temo que hacer debe de ser muy difícil. ¡Es tan fuerte la institución, debe de tener tal inercia! No es lo mismo hacer girar una lancha que un transatlántico. Y la Iglesia de Roma, nunca olvidemos a Huntington, es el cuarto poder planetario.
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