Un aspecto positivo del fútbol, que hoy los regalo: encariñarse con algún equipo durante unos meses por razones tenues, sin ataduras tóxicas, y poder abandonarlo sin remordimientos cuando la magia se marchita. Ese equipo que te da poco, pero todo bueno, y aún te pide menos a cambio. Aquel Rayo de Iraola, el Girona del año pasado, quizá incluso este Celta durante algún rato. Comprarte la camiseta y encontrarla años después en el armario tras haberla olvidado. Ir a jugar una pachanga con el 20 de Mostovoi en la espalda. Como un año de Erasmus. Una brisa que te despeina con cuidado. Un amor ligero de verano.
Otro aspecto positivo del fútbol es el siguiente: te permite salvar la temporada de múltiples formas. A menudo no es necesario que tu equipo haga algo excepcional. Ni siquiera hace falta que gane. Casi siempre basta con un fallo del rival o alguna chorrada.
En ese sentido, la eliminación del Real Madrid en los cuartos de final de la Champions ha arreglado muchas temporadas. La ausencia de gloria del otro asegura una especie de mal menor, consuelo de tontos o alivio generalizado. El empate vital ya lo tienes, en estos casos, y todo lo que venga después será abrazado con un extra de euforia, como quien abraza en mitad de la noche a un amigo que irrumpe por sorpresa en la discoteca porque en teoría no iba a salir, o eso se comentaba.
Me gustaría decir que algunos hemos superado esta alegría primitiva del mal ajeno y nos hemos sofisticado. Yo ahora mismo ya no salvo la temporada con los resultados de los equipos contrarios. Tampoco con los resultados del mío. Ahora mismo trato de minimizar el impacto emocional de cualquier resultado, los buenos y los malos. Pasé esa página del cuento y estoy por encima del barro: ahora mismo salvo mis temporadas en ámbitos más elevados.
Casualidad o no, salvé la temporada el pasado fin de semana. Ocurrió durante el Celta-Espanyol, como si nada. A veces la madurez te lleva por caminos inexplorados y la felicidad se encuentra en lugares inesperados. Estaba tan tranquilo jugando al Township en el móvil, dando de comer a mis vaquitas, cuidando el gallinero y cultivando azúcar en el campo, con el partido de Balaídos de fondo, cuando salió a jugar Fer López.
Sin buscarlo, un relámpago de energía atravesó mi cerebro y se me ocurrió el meme del año. Jenni Fer López. Magnífica asociación de ideas: el cuerpo de Fer López con la camiseta del Celta y la cara de Jennifer López, la cantante. Jenni-Fer-López, repito. Me visitó la lucidez, sin duda, y me iluminó lo más sagrado. Temporada salvada.
Lo compartí en redes sociales y apenas me insultaron, así que di el meme por válido. De hecho, ya estoy planeando una nueva versión si se conjugan las circunstancias necesarias. Dios no lo quiera, pero si Fer López da positivo por cocaína en un futuro control antidoping, podré hacer el meme de Farlópez, con o sin Jennifer, y salvar así a lo grande otra temporada.
Es muy bueno Fer López, por cierto. Un futbolista de los que molan. Otro aspecto positivo del fútbol es también el siguiente, y ya paro: generación tras generación, existe un goteo de zurditos talentosos que nunca se acaba.
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