En la visión de Javier Fernández Conde conviven la reflexión del historiador y la vivencia de un sacerdote que han sentido este papado de Francisco con «esperanza».
-A falta de mayor perspectiva, ¿cómo se le presenta ahora mismo la figura de Francisco?
-Ya he hablado del milagro de la normalidad, que creo que resume bien su figura. Era un hombre normal, una normalidad que cuando se vive de verdad es muy importante. Me quedé con esa idea cuando leí la autobiografía que se publicó en diciembre. Allí repasa su vida, introduce algunas consideraciones religiosas y sociales y me impresionó mucho. En estos tiempos tan difíciles que vivimos creo que visitó 60 países en 12 años. Los últimos capítulos de ese libro son un auténtico canto a la esperanza. Me hizo mucho bien.
-¿Francisco entusiasmó más con las ideas que con los hechos?
-La primera etapa de su pontificado, durante el primer y el segundo año, cuando vi el estilo que tenía, que salí por Roma con gafas, que quería conocer a la agente… Todo eso me impresionó, y creí que ese estilo le iba a llevar a hacer reformas más profundas, doctrinales. Al final, se ve que la curia romana pesa mucho, por más que hubiera reformas que parecían fáciles.
-¿Cuáles?
-Una, el sacerdocio de la mujer. Tenía que haber dado un paso mucho más fuerte. El último documento propone que empiecen a ordenarse de diaconisas, y se queda ahí. Pese a todo, es bastante, porque en realidad es el mismo sacramento, y si se pueden ordenar diaconisas no hay que impedir que sean ordenadas presbítero u obispo, como hizo la iglesia anglicana.
-¿Otra reforma pendiente?
-Una muy sencilla, el celibato opcional. Creo que este paso podía haberlo dado, y en estos tiempos modernos hubiera sido bueno para la vida de los sacerdotes.
-¿Más?
-En aspectos más doctirnales es más complicado, porque la Iglesia es presente, sí, pero también historia, y pesa mucho la parte dogmática y teórica. La formación de Francisco tampoco era excepcional, y como teólogo no se atrevía a dar más pasos. Quizá eso explica esas pequeñas deficiencias, esos pasos que no dio. Y también, insisto, la curia romana, que es mucha curia. Tienen un peso tremendo y es muy difícil plantarse ahí dentro y plantear según qué cosas.
-¿La doctrina sobre los homosexuales?
-Creo que la ordenación de sacerdotes homosexuales, que antes no se podía hacer, ahora es posible, comprometiéndose al celibato, claro. Dar el paso siguiente a los matrimonios entre homosexuales es más complicado. El peso de la teología es muy fuerte. Él siempre acogió con cariño a gente homosexual e incluso he visto estos días a una chica transexual muy agradecida a la visión que el Papa había tenido. Pero, claro, el paso siguiente desde el punto de vista teológico es muy grave.
-No se le puede juzgar como teólogo.
-No, no tiene grandes novedades en teología, pero aportó una concepción de la iglesia más descentralizada, y de cercanía. Juan Pablo II, que puede que fuera el papa al que más se pareciera Francisco, era un tipo muy especial. Tenía el don de las multitudes, y quizá éste no tenía ese carisma, pero su estilo era más comprometido. ¡Fíjese en el testamento y en sus instrucciones, que son la sencillez total! Incluso la inscripción. Creo que solo pondrá su nombre: «Franciscus». Imagínese lo que eso supone entre tumbas de papas donde algunas tienen hasta poemas en latín.
-¿Es lo más valioso de Francisco?
-Sí, ese estilo personal, tan cercano, sin duda. Yo conocí a Benedicto y lo encontré varias veces en Roma antes de que ser Papa. Cruzaba todas las mañanas la calle, llevaba una carterita en la mano y saludaba, pero era distinto. Francisco era muy espontáneo. Javier Cercas cuenta en este libro que acaba de sacar que llamaba personalmente a sus amigos, y les devolvía las llamadas perdidas. No sé cuánto tiempo dedicaría a eso. Pero también hablaba todas las semanas con el párroco de la parroquia de Gaza. Romper un poco todo ese hieratismo es también importante.
-¿Y la ideología?
-El estilo ideológico de la pastoral es muy importante, su decisión de salir de la periferia. Francisco contribuyó a deseuropeizar la Iglesia, porque la Iglesia, para este Papa, no estaba en Roma, estaba donde estaban los deprimidos, los pobres. Cercas le acompañó a Mongolia. Cercas es ateo y antieclesiástico y creo que le planteó preguntas muy serias para ese mundo perfectamente organizado desde el ateísmo y le conmovió. Lo que quiero decir es que esa Iglesia de los pobres y la periferia, aunque no haya un discurso teórico, teológico, fuerte, era una forma completamente nueva.
-¿Que viene ahora? ¿Que desea usted que venga?
-Hizo 110 cardenales de su cuño, así que tengo la esperanza de que sea uno de los que él nombró. En todo caso, esto de los nuevos cardenales va a ser un pequeño problema, porque viene gente de todas partes del mundo, y muchos no se vieron nunca, no se conocen. Les va a tocar reunirse para hablar del sucesor de Francisco a 135 personas que no se conocen. Pero, ya le digo, a mí me gustaría un tipo nombrado por él y de su estilo, que el peso más popular que dio a la Iglesia se continuara y que se pudieran abordar los problemas doctrinales: el celibato, el sacerdocio de las mujeres…
-¿Cree que es posible?
-Juan Pablo II dijo que la posibilidad del sacerdocio de las mujeres era algo que estaba ya cerrado, y lo formuló de una forma que casi parecía un dogma de fe. Así que no va a ser fácil. Lo que la gente no sabe es que Juan Pablo II hizo en aquella ocasión una consulta a la comisión bíblica, formada por grandes especialistas en sagradas escrituras, y la respuesta que dieron fue que no había ningún testimonio en las sagradas escrituras que impidiera que la mujeres pudieran ser ordenadas presbíteras. Pero tampoco había ningún texto que lo potenciara. Esa respuesta tan ambigua fue una de las bases que le sirvieron a Juan Pablo II para negar la posibilidad de que hubiera mujeres presbíteros. En el caso de Francisco, creo que también es importante el hecho de que nombrara a varias mujeres para cargos importantes de la curia. Esto también fue una verdadera novedad. Antes, en el Vaticano, todos los responsables, eran hombres. Incluso en la Ciudad Vaticana, cuando entrabas a comprar algo a alguna tienda, cosas que no se encontraban con facilidad en Roma, tampoco había mujeres. Solo había hombres. Ahora las hay, y también en puestos im portantes.
-Mantiene la esperanza ante el nuevo papado.
-Sí, tengo la esperanza de que el siguiente papa siga los pasos de Francisco, aunque no va a ser fácil. En la Iglesia no fueron todo aplausos. También había obispos y cardenales que deseaban que muriera lo antes posible.
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