En el último año, la figura del magnate Elon Musk se convirtió en una parte central de la campaña presidencial del quien ganaría finalmente las elecciones presidenciales estadounidenses, el republicano Donald Trump. Una vez hecha la mudanza de la Casa Blanca, Musk se convirtió en el encargado del Departamento de Eficacia Gubernamental (DOGE), la nueva agencia que ha despedido a miles de personas y ha impulsado programas de recortes de gasto público. Sin embargo, su protagonismo político ha acabado pasando factura a Tesla, la empresa que lidera. Su beneficio se desplomó un 71% en el primer trimestre del año hasta los 409 millones de dólares y sus ingresos cayeron un 9% hasta los 19.335 millones.
Ninguna cifra de las aportadas por la empresa automovilística ha mejorado respecto al mismo periodo del año anterior. La venta de automóviles descendió un 13% y los ingresos procedentes de este segmento retrocedieron un 20% hasta los 13.967 millones de dólares. Esto se debe a las rebajas del último año aplicadas por la firma. En total entre enero y marzo, la empresa fabricó 362.615 coches y entregó 336.681, por debajo del mismo periodo del año anterior. El resultado bruto de explotación (ebitda), a su vez, ha caído un 17% hasta los 2.814 millones y sus márgenes se han deteriorado.
En bolsa también se ha notado el volantazo político del magnate. Las acciones de Tesla acumulan un descenso del 37% en lo que va de año y su capitalización se ha reducido hasta los 750.000 millones de dólares.
De cara a los próximos meses, Tesla asegura que los planes para los nuevos vehículos, incluidos aquellos modelos más asequibles, «siguen en marcha para iniciar la producción en la primera mitad del 2025″. La decisión supondrá una reducción de costes menor de la prevista, «pero nos permitirá aumentar prudentemente nuestros volúmenes de vhículos de una forma más eficiente en términos de inversión en tiempos de incertidumbre».
Si se cumplen sus expectativas, utilizará su capacidad máxima prevista cercana a los tres millones de vehículos, con un crecimiento superior al 60% sobre la producción de 2024 antes de invertir en sus nuevas líneas de fabricación. Y uno de sus productos estrella, el Robotaxi, podría empezar su producción en serie para 2026.
Incertidumbre comercial y sectorial
A Tesla, además del salto a la política de Musk, se le han juntado las peores condiciones: una menor demanda de vehículos eléctricos, una competencia fuerte de su sector procedente de China, con marcas como BYD que se han impuesto a lo largo y ancho del globo, y los malos augurios respecto a la automoción. En los últimos meses también ha sufrido protestas de sus trabajadores en distintos puntos del mundo y los consumidores han llamado al boicot de sus productos por Musk.
La empresa no evita hablar de los aranceles impuestos a nivel global por Trump en la presentación de sus resultados. «La incertidumbre en los mercados de la automoción y la energía sigue aumentando a medida que la rápida evolución de la política comercial afecta negativamente a la cadena de suministro mundial y a la estructura de costes de Tesla y de nuestros competidores. Esta dinámica, junto con el cambio de sentimiento político, podría tener un impacto significativo en la demanda de nuestros productos a corto plazo«, exponen. Musk manifestó en su momento su absoluto rechazo hacia los aranceles, especialmente aquellos que gravan las importaciones de automóviles y componentes, puesto que muchas de sus fábricas se localizan fuera de las fronteras estadounidenses.