Uno de los mantras repetidos en estos casi seis meses de postdana es que las obras pendientes en la cuenca del barranco del Poyo [una compleja red de ramblas que se extiende sobre 450 kilómetros cuadrados (km2) y un desnivel de 1.000 metros que desciende al nivel del mar en sólo 50 km de recorrido] habrían evitado las graves consecuencias de la barrancada del 29 de octubre.
Hasta la exconsellera de Justicia e Interior Salomé Pradas deslizó esta idea fuerza en su declaración como investigada en el Juzgado de Instrucción 3 de Catarroja. «Son los técnicos los que pueden valorar si esta catástrofe se pudo haber evitado«, sostuvo Pradas. Aunque acto seguido defendió que la catástrofe del 29-O tuvo «como causa más importante la ausencia de obras en el barranco del Poyo, que no han sido ejecutadas, las del barranco de la Saleta, que llevaban años paradas (sic) y yo las desbloqueé en julio de 2024, que hubieran ayudado a minimizar los daños«, sostuvo la exconsellera.
Pradas fue responsable de las obras autonómicas en los barrancos desde julio de 2023 a 2024, como titular de la Conselleria de Medio Ambiente, Agua, Urbanismo y Territorio. Y del control de los barrancos desde julio de 2024, como consellera de Justicia e Interior y máxima responsable de las emergencias valencianas.
El mantra de que «las obras pendientes en el Poyo» habrían evitado los efectos de la dana del 29-O fue desmentido en sede judicial por el ingeniero geólogo y máster en planificación y gestión de riesgos naturales por la Universidad de Alicante, Alberto Martínez Escribano, aunque actualmente ejerce de docente en un instituto de Aldaia.
El ingeniero geólogo respondió, precisamente a preguntas del abogado de Salomé Pradas, Eduardo de Urbano, que el nuevo cauce del Turia del Plan Sur «hicieron de barrera y desviaron el agua desbordada de los barrancos de la Saleta y el Poyo hasta La Torre, Horno de Alcedo y Sedaví, agravando las consecuencias en esa zona. Antes de ejecutar el Plan Sur el agua llegaba hasta Montolivet«.
También aseguró que el papel del nuevo cauce no tuvo un papel tan relevante el 29-O pero porque no llovió en la cuenca alta, «en la rambla Primera y la Castellarda, que bajan de la zona de Andilla y Bejís y son las que causaron la ‘riuà’ de 1957. La rambla primera llevaba 40 m³/s y la Castellarda 240 m³/s que no es nada. Las obras del Turia se diseñaron para un periodo de retorno de 5.000 m³/s, pero no quiere decir que nos vayan a salvar siempre«.
Respecto a las obras previstas para desviar los barrancos de la Saleta y el Poyo (que explicadas de forma sencilla consisten en reforestar en las zonas altas, recuperar parte de sus cauces desaparecidos y ejecutar desvíos para que desagüen en el nuevo cauce del Turia) el ingeniero geólogo aseguró que estas actuaciones «algo habrían mejorado, pero no mucho. No se habría notado nada o habría llevado el problema a otro sitio«, defendió. Una afirmación que basó en cruzar los datos de lluvia caídos en el interior de la Hoya de Buñol y la Ribera con la capacidad de desagüe de las infraestructuras previstas.
El ingeniero geólogo recordó que la suma de los barrancos de la Saleta, Poyo, gallego y Horteta alcanzaron «los 5.000 m³ por segundo y si las obras previstas tienen una capacidad de 2.200 m³/s, algo habría mejorado, pero no mucho. No se habría notado nada o habría llevado el problema a otro sitio«. Similar opinión trasladó de la presa de Cheste. «Tiene una capacidad de 8 Hm³ que con el caudal del aforo de Riba-roja la presa se habría llenado antes de la 19 horas y luego habría desbordado. No habría hecho nada para laminar la inundación porque una vez el agua rebosa, la que entra sale por encima [de la presa]. Además, corre el riesgo de romperse«. Y sobre las canalizaciones en el barranco del Poyo, el ingeniero geólogo que «ya está canalizado desde Paiporta hasta la Albufera [desde 2004] y no ha servido para nada».