El neurocientífico Xurxo Mariño expuso en Alicante el contenido de su libro «Neuronas para la emoción», que habla del entusiasmo, el miedo o la alegría en el ser humano. En los últimos años, las investigaciones en neurociencia han comenzado a desvelar los circuitos que, en lo más profundo del encéfalo, gestionan el despliegue de las emociones básicas, aquellas que se comparten con muchos animales. Miembro del grupo de investigación Neurocom, Mariño ha colaborado con el Massachussets Institute of Technology, y es integrante habitual del programa Órbita Laika de La 2 de RTVE.
¿Qué quiere contar en su libro?
Es una especie de paseo por las llamadas emociones básicas desde el punto de vista de la neurociencia. En vez de quedarnos en la capa superficial que se estudia desde la psicología, trato de contar qué sabemos de los circuitos neuronales y de los mecanismos que generan nuestras emociones.
¿Cuánto ha avanzado la neurociencia?
Ha habido una explosión en las investigaciones en neurociencia porque las técnicas nos han permitido hacer pruebas que hace 20 años no se podían hacer, con técnicas de resonancia magnética funcional y de imagen. También de medición de determinadas sustancias. Hay algo a tener en cuenta que no aparece en los libros académicos y mucho menos en los de divulgación, y es que la inmensa mayoría de lo que sabemos sobre el sistema nervioso y las emociones jamás se ha estudiado en seres humanos porque no dejamos que nos hurguen en el cerebro. Solo se pueden hacer pruebas en pacientes que van a ser intervenidos en su cerebro, y hay que introducir una sonda, entonces se aprovecha para tomar una medida.
Ratas versus seres humanos
¿Esto qué supone?
Como cuento en el libro, sabemos mucho más del sexo o de la maternidad de las ratas que de los seres humanos. Porque para llegar a conclusiones sólidas de circuitos neuronales, hay que meterse dentro. Desde la psicología podemos estudiar el comportamiento de un ser humano pero es una especie de pantalla exterior que tenemos, y eso muchas veces nos desfigura, no nos da una información que podamos guardar con rigor. Hay una separación importante entre las emociones y los sentimientos.
¿El cerebro es un gran desconocido?
Depende del nivel. Sabemos con muchísima precisión cómo funciona una neurona, que son las células más estudiadas de nuestro cerebro. Conocemos con una precisión demencial su metabolismo, su estructura, el tránsito de determinados iones a través de las membranas para generar determinadas respuestas electroquímicas. Eso lo sabemos porque incluso una neurona humana se puede aislar, tener en cultivo y se puede estudiar con detalle. El salto que cuesta dar es pasar al estudio de sistemas de cientos y decenas de miles de millones de neuronas. Y eso es lo que es un ser humano. Sí que sabemos determinadas cosas para hacer intervenciones en determinadas enfermedades como el párkinson, conocemos que están implicados unos circuitos y unas sustancias concretas. Pero si de lo que tratamos es de comprender la mente humana y cómo se genera, tener la visión general del funcionamiento del cerebro humano, ahí estamos muy lejos de llegar a respuestas contundentes.
Curación
¿Se curarán en algún momento el párkinson o el alzhéimer?
Las enfermedades se curan cuando se conoce el mecanismo que las causa con detalle. El hecho de que existan algunas que todavía no podemos curar es porque no conocemos con detalle la razón de su génesis. Y eso ocurre con todas las que se están investigando. Si supiéramos cuáles son los procesos en detalle que causan el alzhéimer, podríamos intervenir porque una vez que se conoce la cadena de causalidad que da lugar a algo se pueden buscar formas de intervenir.
¿Queda mucho para eso?
De momento lo que estamos haciendo es poner parches. En el párkinson se produce la muerte de un determinado grupo de neuronas. Como sabemos qué hacen, podemos poner un determinado parche para sustituir la función de esas neuronas. Pero lo ideal sería conocer en detalle qué es lo que produce la muerte de esas neuronas. Tenemos algunas ideas. Hay algunos mecanismos que se han ido descubriendo de fallos en el metabolismo y en esas neuronas, pero no se conoce con detalle. En cuanto vayamos conociendo la cadena de causalidad que da lugar a que aparezcan las enfermedades, podremos atajarlas.
Emociones comunes
¿Qué sabemos de las emociones?
Las emociones básicas son las compartimos con otros mamíferos y precisamente por eso se pueden estudiar con profundidad porque el problema con los seres humanos es que ninguna persona deja que le abran la cabeza para introducirle una sonda y hacer mediciones con precisión. Hay un grupo de respuestas emocionales que compartimos con más animales, como la alegría, la tristeza, la ira, el miedo, la atracción sexual, el cuidado maternal y alguna más. Y esas son respuestas, mecanismos que se han desarrollado evolutivamente para ayudarnos a tomar decisiones con rapidez. Y todas son buenas.
¿No hay emociones malas?
No. La tristeza o la ira también tienen sus funciones dentro de las interacciones de cada ser humano con su entorno. Sabemos que estas emociones están generadas por circuitos que tenemos de forma innata, un componente que nos ayuda a que se desarrollen y se pongan en marcha cuando son necesarias. A lo largo de la vida le vamos añadiendo lo que vamos aprendiendo. Por ejemplo, el miedo. No se aprende a tenerlo pero sí a qué cosas le tenemos miedo.
¿Qué cosas se han descubierto?
El orden en el que ocurren determinados procesos o cosas muy novedosas como la relación entre la emoción de alegría y los juegos en nuestra infancia, ese juego que nos sale de forma innata no solo a los seres humanos, también a otros animales, que es el de jugar a perseguirnos, como el pilla pilla. Nosotros podemos jugar con un perro a eso. Es una especie de respuesta automática que nos sale. Se ha observado que ese estado de felicidad está gestionado por las mismas neuronas, por los mismos circuitos, que en la edad adulta pone en marcha la emoción de alegría. Lo mismo ocurre con el pánico ante la separación.
¿A qué se refiere?
Es una respuesta que se genera cuando somos bebés, una reacción de angustia cuando un bebé se ve aislado, algo que tienen más mamíferos. Cuando surge, se busca la interacción con otros seres humanos. Resulta que los circuitos que gestionan esa respuesta de pánico ante la soledad, ante la separación, son los mismos que de adultos gestionan la emoción de tristeza.
¿Y los traumas?
La interacción entre la memoria y algunas emociones se ha estudiado bastante. Ahora sabemos que los sucesos de nuestra vida con una carga emocional importante se recuerdan mejor. Desde la neurociencia se ha llegado a conocer con precisión los circuitos neuronales que gestionan esto. Aunque no siempre a mayor carga emocional mejor memoria, hay una especie de tope. Si la carga emocional es demasiado intensa, demasiado angustiosa, la memoria se deteriora. Por eso hay situaciones en donde sufrimos un trauma lo suficientemente intenso como para que después no lo recordemos.
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