Ocultas, robustas, rehabilitadas, rodeadas de escombros o de urbanizaciones; la realidad de las Torres de la Huerta de Alicante es diversa. Erigidas durante los siglos XVI y XVII por orden expresa de Felipe II para protegerse de los ataques berberiscos, este abril de 2025 ha sido, sin embargo, el mes en el que más protagonismo han tenido estas edificaciones que llegaron a ser más de cuarenta.
Esta semana el gobierno municipal aprobó que la avenida que antes reconocía al padre agustino Ángel Escapa, tras admitir su orden abusos sexuales a dos alumnos en los años setenta, ahora pasaba a ser renombrada como la de las Torres de la Huerta. Un mes antes el Consistorio y la Diputación presentaban el proyecto en una de las citadas edificaciones, la Torre Sarrió, como centro de interpretación a partir de 2026, que ya se había prometido en el anterior mandato.
La Torre Sarrió, en la actualidad, donde se ubicará el Centro de Interpretación de las Torres de la Huerta. / Héctor Fuentes
Dicha iniciativa, que espera una financiación europea de 200.000 euros, se entiende como una pretensión municipal por reflotar la irregular conservación de unas torres que en la actualidad se cuentan por más de una veintena en el entorno de la Condomina y la Albufereta, además de las existentes en municipios vecinos como Sant Joan, Mutxamel y El Campello.
Las torres fueron declaradas BIC (Bien de Interés Cultural) entre 1996 y 1997 y hoy su propiedad es heterogénea. La mayoría pertenecen a particulares, algunos de ellos incluso las tienen como vivienda habitual, y tres son de titularidad pública: Torre Ferrer, Torre Sarrió y Torre Placia.
Precisamente esta última también ha sido noticia durante este mes porque ya ha sido desmontada piedra a piedra para ser reubicada después de décadas de litigio. En abril de 2001, pese a la advertencia de la Brigada de Urbanismo, el Ayuntamiento de Alicante otorgó licencia para construir una urbanización de 40 bungalows junto a la torre, sin respetar el entorno de la BIC y sin autorización de la Conselleria de Cultura. «En cuanto estuvimos enterados de lo sucedido, ordenamos que se paralizaran las obras, pero el consistorio incumplió la orden, alegando que la medida podía obligar a indemnizar a los afectados», indica el Consell Valencià de Cultura en su informe de 2018 sobre las torres. Ahora Torre Placia aguarda a ser «reconstruida» en su nuevo destino: una parcela situada a escasas manzanas de la actual. «Cambiar de ubicación una torre del siglo XVI es una barbaridad, culturalmente no se entiende», apunta Gerardo Muñoz, historiador, escritor y vocal del Consell Valencià de Cultura.
La declaración de BIC otorgó a las torres una protección ante posibles desmanes urbanísticos y su tutela corre a cargo de la Generalitat Valenciana. «Llevamos un seguimiento de su cuidado, si hay una pintada estamos en contacto con la Policía de patrimonio, pero son los titulares de las torres quienes deben mantenerlas», explica Pilar Tébar, secretaria autonómica de Cultura, al tiempo que añade que el organismo autonómico también ofrece ayudas para realizar rehabilitaciones. En la misma línea se expresa José Manuel Pérez Burgos, arqueólogo municipal y jefe de Patrimonio integral del Ayuntamiento: «Aunque sean privadas, Urbanismo tiene la obligación de recordar a sus propietarios que deben tenerlas en condiciones». El papel del Ayuntamiento, por tanto, es de «custodio primero», según aclara Pérez Burgos, toda vez que sobre los BIC recae también la supervisión de la citada Generalitat y, en última instancia, del Ministerio de Cultura.
El ejemplo de Torre Juana
Sin embargo, la situación de las 26 torres con las que cuenta el municipio de Alicante es dispar. Algunas, privadas, son auténticas joyas, como Torre Juana, rehabilitada y convertida en un parque científico. La de Boter es también un buen ejemplo, del mismo modo que la Rejas y la de Bosch, estas dos últimas dedicadas a la celebración de eventos. Por contra, otras sobreviven en pie a duras penas como la del Ciprés, la del Conde o la de Boacio. «Es el ejemplo de que la actual legislación no sirve», lamenta Francisco J. Ramón, que publicó en 2005 el libro Las Torres de Defensa de la Huerta de Alicante. «Si no se actúa desaparecerá más patrimonio arquitectónico, pero también un paisaje porque si están embutidas entre torres de edificios se descontextualizan», critica.

El interior de Torre Juana, convertido en un parque científico. / Jose Navarro
El Ayuntamiento asegura haber invertido recientemente 2,6 millones de euros en la conservación de las torres, alrededor de 1,7 en la operación Torre Placia y unos 200.000 euros en la rehabilitación de Torre Sarrió, que se pretende que sea la puerta de entrada a la historia de las Torres de la Huerta. Ésta, la de Placia y la de Ferrer, que se encuentra en la Albufereta rodeada de algún que otro grafiti, serán las que el Ayuntamiento habilite para ser visitadas. «Queremos protegerlas, son nuestras referencias patrimoniales más importantes», confirma Antonio Peral, concejal actual de Cultura. No queda ahí la ambición declarada por el gobierno. «Esperamos poder excavar en el solar original de Torre Placia para ver si debajo hay algún tipo de alquería islámica», confirma el arqueólogo municipal.

La Torre El Ciprés, en un estado de abandono. / Jose Navarro
Con todo, nada se sabe del Plan Especial Torres de la Huerta para proteger edificaciones que anunció el Ayuntamiento en 2021, con Adrián Santos Pérez de concejal de Urbanismo. El Consell valora el interés por la rehabilitación, pero recuerda que algunas de las torres han perdido en el proceso partes emblemáticas de sus estructuras (escudos, almenas) o de su conjunto monumental (casas aledañas, ermitas) y que sin vigilancia ni mantenimiento el deterioro es imparable. «Ya que no conservamos las murallas, hay que cuidar las torres, quizás no sea políticamente muy rentable, pero es una obligación», matiza Gerardo Muñoz». Por ahora, están en el callejero.
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