El precio de usar ChatGPT

La inteligencia artificial (IA) se ha colado en la vida cotidiana. Herramientas como ChatGPT son consultadas diariamente por millones de personas. La facilidad de uso y su enorme capacidad para analizar ingentes cantidades de datos la han convertido en un asistente valioso. Se utiliza como instrumento para hacer predicciones de todo tipo: desde la prevención de desastres naturales, el diagnóstico médico o el seguimiento financiero, hasta usos más lúdicos o íntimos. Entre todas las oportunidades y riesgos de su uso, merece especial atención el vínculo emocional que los usuarios están empezando a establecer con el sistema. Consejero emocional, asistente personal, paño de lágrimas o colega con el que pasar un buen rato. Cada vez son más las personas que trenzan lazos afectivos con ChatGPT. Son relaciones que nunca fallan, no hay horarios que las interrumpan, ni cansancio ni enojo que las deteriore. La IA conversacional siempre está disponible, siempre es atenta y siempre muestra una mirada libre de prejuicios. Básicamente, porque no es humana. Aunque darle un barniz personal es sumamente fácil. En un diálogo, a ChatGPT se le puede asignar un nombre, un género, una personalidad e incluso un rostro. Es cierto que el propio asistente de IA advierte de que «no es una persona ni tiene identidad individual», pero cambiar nuestra percepción de relación no resulta sencillo. De un modo casi instintivo, la emoción se entrelaza con la razón y se abre un espacio de correspondencia: reflexiones que se comparten, decisiones que se consultan, enfados que se vuelcan. Tener relaciones de amistad o emocionales con una plataforma de generación de texto puede provocar efectos positivos como la sensación de compañía, el entretenimiento o el apoyo psicológico. Pero existe el riesgo de que sus características acaben impregnando las relaciones reales. Un psicólogo no está disponible a todas horas, tampoco la amistad es una relación donde la escucha fluya en una sola dirección. La reciprocidad y la aceptación del otro, en sus buenos y malos días, también forman parte del aprendizaje humano.

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