El
obispo de Mondoñedo-Ferrol, monseñor Fernando García Cadiñanos,
publicó este domingo, un escrito con ocasión de la Pascua de
Resurrección, celebrando que Cristo haya resucitado. Este es su
mensaje.
Hoy
es Pascua de Resurrección. Un día grande para los cristianos, el
punto de referencia de nuestra fe. Cada domingo se convierte en un
eco de esta solemnidad. Celebramos que Cristo, el Crucificado, ha
sido resucitado. Él ha sido el primero, el primogénito de entre los
muertos. Pero un día también nosotros resucitaremos. Esta es
nuestra esperanza que nos permite vivir y afrontar el futuro. Porque
los cristianos somos el pueblo de la esperanza. No porque pensemos
que las cosas van a salir bien, no porque queramos ser optimistas por
naturaleza, sino porque sabemos que nuestra vida no concluye en el
vacío, sino que tiene una meta, una meta tan grande que justifica el
esfuerzo del camino. Como nos recuerda el papa Francisco: «La
esperanza cristiana consiste precisamente en esto: ante la muerte,
donde parece que todo acaba, se recibe la certeza de que, gracias a
Cristo, a su gracia, que nos ha sido comunicada en el bautismo, «la
vida no termina, sino que se transforma» para siempre».
Muchas
veces, y de formas diferentes, las distintas generaciones se han
preguntado cómo será eso, cómo se producirá esta resurrección al
final de los tiempos. San Pablo responde a esa pregunta observando
los fenómenos de la naturaleza. En ella se da ese proceso de
continuidad y discontinuidad que está presente también en el
acontecimiento de la resurrección. Toda la naturaleza está llena de
momentos de muerte y resurrección, especialmente cuando observamos
el grano de trigo que, pudriéndose, da luz a un cuerpo nuevo y
diferente. No sabemos cómo, pero no es irracional, Dios lo hace en
la naturaleza y lo puede hacer con nosotros. No podemos responder a
la forma, pero estamos seguros de que un día también nosotros
resucitaremos con Cristo y la muerte será vencida definitivamente.
Pero
nuestra esperanza en la resurrección no solo es un acontecimiento
del futuro. Sería poca cosa y daría la sensación de que nuestra fe
en el Resucitado tendría que aguardar al mañana. No es la certeza
del final de una película feliz, sino que es la fuerza y la gracia
que nos permite y nos ayuda a vivir en el hoy y aquí de nuestra
historia. Cristo vive y te quiere vivo. Cristo vive y quiere darte su
vida, vivificarte, llenarte de su misma gracia.
Esta
es la experiencia que hicieron los apóstoles y las mujeres en la
mañana del primer domingo. Esta es la experiencia real en la vida de
todo creyente a lo largo de la historia. Porque el descubrimiento de
Jesús como el Viviente cambia la vida y es el inicio de un camino de
fe, que se convierte en respuesta de amistad a un acontecimiento de
amor previo. Sí, atraviesa la Puerta que es Cristo para entrar en la
vida que el amigo de la vida quiere regalarte.
Los
sacramentos son esos regalos que el Señor nos hace para ofrecernos
esta vida que nace de la Pascua. Y junto con los sacramentos, la vida
nueva en Cristo se experimenta en la comunidad cristiana que vive
gracias al Espíritu. El Espíritu es el que nos hace vivir y tener
vida. Por eso, durante la Pascua leeremos el libro de los Hechos de
los Apóstoles, para hacer nuestra la misma experiencia de aquella
primera comunidad de vivientes creyentes que, por la acción del
Espíritu, querían generar mucha vida a su alrededor. ¡Toda una
provocación también para nosotros hoy!
Queridos
amigos: ¡Felices Pascuas de Resurrección! Que en medio de esta
cultura de muerte, los seguidores del Resucitado seamos luz,
levadura, esperanza, fuente de nueva vida. Resucita, vive y vivifica
nuestro mundo.
Vuestro
hermano y amigo,
Fernando
García Cadiñanos
Obispo
de Mondoñedo-Ferrol