Más que jugar, tocaba sobrevivir. Agarrarse a una tabla y pisar tierra firme. Ya sea con oficio, defensa o el VAR. No lo pone sencillo el Córdoba de Iván Ania a los rivales, a los que suele someter por aplastamiento, y suménle que a estas alturas cada punto es un pequeño tesoro. Se trataba de no perder pie, de sumar y aunque el punto deja el ascenso directo un poco más lejos, también acerca el play-off. En fin, que un punto (como este trabajado 0-0 en El Arcángel) tiene una lectura más positiva que negativa, se mire por dónde se mire.
No le resultó sencillo al Oviedo la entrada al campo. Si siempre cuesta de visitante, en el caso de El Arcángel, que resuena como un concierto de rock, la tarea es aún más difícil. Contribuye a ello, a esa atmósfera que se crea, la propuesta de Iván Ania, valiente en su planteamiento. El Córdoba se sitúa en un esquema tradicional sobre el césped solo por cumplir con la tradición, porque luego el balón empieza a rodar y aparecen verdiblancos por todos lados, atacando en tromba, siempre buscando sumar más efectivos que el rival. La propuesta tiene sus riesgos, por supuesto, pero convierte los partidos en una ida y vuelta imposible de domar.
Así entraron los dos en el choque, con el Córdoba acercándose a oleadas al área de Aarón y resistiendo la zaga azul. La primera, sin embargo, fue visitante, cabezazo cerca del poste de Viñas -gran novedad en lugar de Alemão- y sirvió el “uy” para asentar a los de Paunovic en el partido y colar una pizca de dudas en el Córdoba, que bajó algunas revoluciones. Lógico, por otra parte.
Paunovic volvió a optar por situar cuatro centrocampistas intenteriores, con Cazorla en la derecha, y un solo extremo, Moyano, en su afán por controlar un poco más las cosas. Empezó a hacerlo con la pelota cuando se posó y se tranquilizó sobre el césped, con Sibo especialmente acertado en la contención y con Pomares, libre, como eslabón en los inicios de jugada, esos en los que el Córdoba se lanza como un enjambre a por su rival.
Moyano, muy activo de primeras, probó con recorte y derechazo, y Paunovic parecía satisfecho desde el costado, aplaudiendo cada acierto y error de los suyos. El guion, al menos, parecía seguirse.
Pero el Córdoba tendría las suyas. Esta vez sin continuidad, con acciones aisladas. También eso es típico en los de Ania. Y, a decir verdad, fueron las más claras del primer acto. Una volea de Jacobo cerca de la escuadra inició la segunda etapa de dominio cordobés, que siguió con un remate algo atropellado de Ortiz que tocó el larguero y que vivió su momento álgido con la doble ocasión, clarísimas ambas, a los 35 minutos. La primera la solventó Aarón con muelles y reflejos, la segunda, de seguido, la desbarató Luengo como escudo humando cuando la pelota iba dirigida a la red y El Arcángel entonaba la “g” de gol.
El último tramo del primer acto, con lesión de Pomares y la entrada de Rahim, dejó más acercamientos locales que de un Oviedo al que le costó encontrar el último camino de la ruta. Estuvo muy fallón Seoane en un par de contras que pedían más mala leche y tampoco Colombatto ni Cazorla se lograban hacer con el mando. Pero minimizó daños el equipo al descanso, esperando por uno de esos despertares de segunda mitad típicos en la era Paunovic.
Lo cierto es que fue el Córdoba el que reapareció en el choque con una marcha más. No fue lo de la primera mitad, pero le sirvió para arrinconar a los azules a base de córners y centros laterales, solventados con eficacia una vez más por la zaga carbayona. Para sacudirse el dominio, un detalle de Cazorla, control, autopase y servicio, que continuó Moyano y se cerró con un chut centrado de Viñas. El Oviedo también podía asustar a la contra.
Pero el que volvió a escena fue Aarón, siempre listo cuando la ocasión lo requiere, para despejar a bocajarro un remate de Ortiz desde cerca. Fue la señal que necesita Paunovic para mover sus piezas, dentro Alemão, Hassan y Cardero.
Los cambios sentaron bien al Oviedo que amenazó con una galopada de Hassan por la derecha y un control sin remate de Alemão en el área enemiga. Pudo matar otra vez al espacio Seoane, tras otra gran acción de Hassan, pero el balón no encontró otra pierna amiga que lo llevara a la red. Entre medias, Luengo volvió a ejercer de apagafuegos para, a ras de suelo, evitar que Aarón intentara otro milagro.
Pareció decidido el Oviedo a asumir ese rol de equipo sometido pero que se reserva su derecho a sorprender al espacio, o quizás es que le empujó el Córdoba a hacerlo. El punto parecía más jugoso para el Oviedo, en todo caso, y eso debió de influir en que los locales se lanzaron a por el rival en el último tramo.
El golpe pudo llegar en una jugada que le dolerá especialmente a Paunovic, por eso de su insistencia en las jugadas de estrategia. Sacó en corto un córner el equipo de Iván Ania, que ganó la disputa en el segundo palo para que Sintes, en el otro lado, apareciera para cabecear a la red. El premio para el Córdoba no parecía injusto, pero el VAR llamó a filas para detectar un fuera de juego previa al centro que invalidó el tanto. Otra vida para los de Paunovic.
El videarbitraje aguó la fiesta local y dio aire al Oviedo, otra vez con el punto en el bolsillo. El técnico quiso empujar a los suyos hacia adelante con el último cambio: Paraschiv al verde. Pero la suerte estaba echada: Aarón lo remarcó con una última intervención mágica en el añadido. El 0-0 ya permanecería intacto en el marcador tras una tarde con mil peligros que el Oviedo fue capaz de sortear con un poco de todo, también fortuna. El play-off está hoy un poco más cerca, y eso siempre es una gran noticia.