No es casualidad que Julián Calero, quien no lleva ni un año al frente del Levante, sea consciente de que el Ciutat de València es el motor sobre el que arrancan las ilusiones en el levantinismo. Parece un tópico, fruto de un fútbol cada vez más embotellado, pero es la realidad. El coliseo de Orriols es patrimonio y seña de identidad en un club que, inmerso en sus 115 años de edad, vive uno de los momentos más ilusionantes de su historia. La élite del fútbol español empieza a oler en los aledaños del estadio granota y todas las partes, a falta de 21 puntos por disputarse, coinciden en que todo lo que suceda en sus profundidades será determinante para convertir en realidad el sueño del ascenso a Primera División. Equipo, afición y entrenador lo saben y no negociarán ni un gramo de esfuerzo ni de ilusión con tal de conseguirlo. «Vamos a estar peleando hasta el final. Tiene que haber mucha ilusión. La gente que vaya al Ciutat este sábado tiene que pensar en positivo. Todos juntos, en estos cuatro partidos que nos quedan en casa, tenemos que dar un acelerón. Los partidos como local van a ser muy importantes», comentó Calero en la rueda de prensa previa.
El Ciutat de València, independientemente del llamamiento de su entrenador, no fallará a su cita. Es más, tanto en las buenas como en las malas, siempre está al lado de su equipo y de sus colores. Pese a ello, Orriols vuelve a sentirse fuerte tras años de debilidad. La baja autoestima a nivel ambiental, contagiada por la insuficiencia deportiva y la tensión institucional, fue el rumbo de un club que, desde la temporada del descenso, navegó en la desesperanza y en la tristeza hasta que el mensaje de Julián Calero caló en el ambiente y sus soldados se alistaron a su ejército. Ahora Orriols no solo es diferente, sino que vuelve a ser el de siempre: un escenario donde cualquier equipo, incluidos los grandes del panorama mundial, hinca rodilla. Donde, si quieres arrebatarle unidades al Levante, no te servirá solamente con la célebre frase de ‘sangre, sudor y lágrimas’ como método competitivo. El Ciutat de València, que registra 10 victorias, seis empates y una derrota esta temporada, busca que de su espíritu y de su fuerza se alimente una plantilla que sueña con volver a Primera División.
Con Roger Brugué y Oriol Rey como dos de los referentes de un Levante que rebosa talento, compromiso y ambición, el equipo de Julián Calero recibe a un Zaragoza en la cuerda floja y con una amenaza de descenso a 1ºRFEF preocupante. Los militantes en La Romareda, donde habita un ex del Levante como Dani Gómez, y un viejo conocido como Jair Amador por su paso por el filial en la temporada 15/16 y, sobre todo, por ser el eterno cuarto central que no terminó de cerrar su aterrizaje en València ni en verano ni en invierno, viajan a la capital del Turia posicionándose como un rival peligroso debido a su necesidad y con un Gabi Fernández que, desde su llegada al banquillo maño, solo ha conseguido un triunfo en los cuatro partidos que lleva al frente del Zaragoza. No obstante, Orriols no quiere confiarse. «Cuando te enfrentas a un grande hay que tenerle muchísimo respeto. No tenemos que equivocarnos con un rival como el Zaragoza. Hay que tener mucho cuidado», dijo Calero. Pese a ello, la vuelta de Iván Romero tras lesión es más madera para un Levante al que, con la sanción de Dela, le queda despejar la duda de quién ocupará el lateral derecho entre Xavi Grande y Manu Sánchez. Sea cual sea la decisión, todos, con un Oriol Rey y un Roger Brugué que quieren debutar en la élite como granotas, se conjuran para acercarse al sueño del ascenso.