Con paso solemne y entre la multitud, las calles del casco histórico de Las Palmas de Gran Canaria revivieron este viernes santo la Pasión de Cristo. La Procesión Magna Interparroquial recuperó este 2025 su recorrido habitual con el emotivo encuentro de las imágenes en la Alameda de Colón, punto en el que los tronos procedentes de las parroquias de San Francisco, Santo Domingo y San Agustín se juntan para procesionar por Triana y Vegueta hasta caer la noche.
Con rigurosa puntualidad, a las seis y media de la tarde comenzó a salir la primera imagen de la iglesia de Santo Domingo. El Cristo Predicador, obra del imaginero Luján Pérez de 1802, salió escoltada por el cuerpo de zapadores, quienes marcaron el ritmo solemne en una plaza que pese a que aglutinaba a un nutrido público, permanecía en el más estricto silencio.
Le siguieron el Cristo atado a la columna (Tomás Calderón de la Barca, 1779) y el Cristo con la Cruz a Cuestas (Luján Pérez, 1802), de blanco este último y sin el Cirineo al estar restaurándose. Ambos tronos estuvieron acompañados de cofrades, algunos de ellos en penitencia, lo que llamó la atención de los niños y niñas que permanecían en la plaza. Los tres pasos enfilaron hacia las calles García Tello y San Marcos para encontrarse con el resto de cortejos.
Cristo de la Vera Cruz
Y es que minutos después, a eso de las 18:45 de la tarde, de las puertas de San Agustín salió el Cristo de la Vera Cruz, también obra de Luján Pérez de 1814. Por su condición de patrón de Las Palmas de Gran Canaria, la imagen desfiló secundada por la alcaldesa, Carolina Darias, además de varios miembros de la corporación municipal, tanto del grupo de gobierno como de los partidos de la oposición.
A sus espaldas, la banda irrumpiá por las calles de Vegueta, donde la gente ya se apostaba en las aceras y detrás de este último paso, uno de los más relevantes de la Semana Santa de Las Palmas de Gran Canaria. Y es que, si por algo se caracteriza esta Procesión Magna, es por la calidad artística y el valor patrimonial e histórico de unas imágenes que fueron talladas en su mayoría a principios del siglo XIX por el reconocido imagenero grancanario Luján Pérez.
Cerraron el cortejo de San Agustín los tronos de San Juan Evangelista y de Nuestra Señora de los Dolores, más conocida como La Genovesa. De autor desconocido, probablemente tallada en algún taller de la ciudad italiana de Génova, lleva procesionando por las calles de Vegueta desde 1747.
Plaza de Santa Ana
Mientras tanto, decenas de personas se agolpaban en la plaza de Santa Ana, donde se hizo el silencio y solo se sentían las pisadas de los zapadores y un leve murmullo al llegar el primer cortejo procedente de Santo Domingo. Sería en la Alameda y en el Cairasco donde cientos de fieles y curiosos -muchos de ellos turistas, cámara o móvil en mano- esperaban el ansiado encuentro de todo el vía crucis.
Las imágenes de las tres parroquias volvieron este año a encontrarse en la Alameda después de que el año pasado se vieran obligados los patronazgos a alterar el recorrido por las obras de la calle Muro. «Se planteó repetirlo en la catedral, pero no, ha sido como tiene que ser», señaló José Joaquín Rocataliata, presidente de la Unión de Hermandades y Cofradías de la capital.
«El encuentro de todas las imágenes es un momento en el que te emocionas», señalan Carmen y Soledad, madre e hija, mientras esperaban en el Cairasco el paso del primer cortejo. Minutos después, el Señor en el Huerto de Getsemaní (Luján Pérez, 1802) se incorporó a la procesión el Cristo predicador de Santo Domingo. A sus espaldas el Cristo de la Humildad con San Pedro Penitente.
El Cristo de la Vera Cruz, presidido ahora por el obispo de la Diócesis de Canarias, José Mazuelos, y el obispo auxiliar, Cristóbal Déniz, logró sortear la calle Obispo Codina sin problema. El cable de telefonía que casi da un susto el año pasado e hizo tambalear a la imagen fue retirado. La imagen iba acompañada de un nutrido público.
Santo Sepulcro y Virgen de la Soledad
Tras este y la Genovesa, se incorporaron procedentes de San Francisco el Santo Sepulcro y la Virgen de la Soledad de la Portería. Esta última, de autor desconocido y del siglo XVII, es una de las tallas más antiguas de la Semana Santa de Canarias. Bajo palio e iluminada, se trata de una imagen con gran devoción en Las Palmas de Gran Canaria desde hace siglos y, realmente, sigue sacando las lágrimas a más de un devoto a su paso.
«Son los dos pasos más sentidos», apuntó María Nieves Martín, natural de La Palma, aunque lleva 47 años «yendo y viniendo» entre Islas y nunca se pierde la tarde de Viernes Santo en la capital grancanaria. Entre el público predominaban las personas mayores, aunque también se vieron familias y gente joven.
Natalia Perdomo, su marido y su hija son de Jinámar, pero todos los años acuden a la procesión mayor del Viernes Santo en la capital. «Nos gustó esperarla en Triana porque es más cómodo, hablas con la gente de alrededor y luego ves aparecer los pasos al doblar la calle», indicó. Momento ese último de emoción, señalaron los presentes.
Y es que ya con la luces de las farolas prendidas al caer la noche, los cortejos enfilaron por Triana a eso de las ocho y media de la tarde en una vía crucis que describe los diferentes pasajes de la Pasión de Cristo.