Lo que hizo Andrés Fernández Díaz, que es el vicario judicial adjunto del Arzobispado de Oviedo, allí, asomado al balcón del primer piso del antiguo palacio de los marqueses de Ferrera, es un llamamiento a la paz. No habló de la lluvia, porque ese asunto había sido el principal de la tarde, pero a esa hora ya daba todo igual. Habían caído jarros de agua fría, pero luego esos jarros se agotaron de tal modo que cambiaron por orbayo. Y el frío invernal se comió la primavera. Mientras tanto, los de Jesús de Galiana, los de la Dolorosa y los sanjuaninos cruzaron los dedos. Y la lluvia, más o menos, dejó sus molestias para otro día. «No olvides que somos peregrinos de la esperanza», explicó a su modo el vicario del sermón. «Tú que nos escuchas esta tarde, toma tu cruz y sigue tu camino porque llegarás a la vida eterna».
Así que con estas perspectiva, el último problema de la noche iba a ser si caía o no caía agua sobre las calles avilesinas en una de las principales jornadas de la Semana Santa, que anda preparando para convertirse en fiesta de Interés Turístico Nacional. Lo de la paz de Fernández Díaz vino cuando dijo: «Jesús, transforma el corazón endurecido de quien sólo sabe imponerse por la fuerza de las armas». Y luego, un rato después, con algún paraguas abierto con timidez, el sacerdote invocó a Nuestra Señora de los Dolores y habló de su «Sí» a la vida que se tradujo en «amor entregado» de una madre a su hijo y que, tras su ascenso a los cielos, iba a heredar San Juan. Y todo esto fue «el encuentro más importante de la historia de la humanidad», aseguró. O solamente el «encuentro» por antonomasia.
Fernández Díaz organizó su pregón como un acotador de un espectáculo de artes escénicas: «Y entran en escena los sanjuaninos», dijo. Y, entonces, fue cuando estos cofrades accedieron al Parche entre aplausos, al ritmo de los tambores, encabezados por los guajes más guajes de la hermandad, con la imagen del Discípulo moviéndose como el viento desapacible. Los sanjuaninos tenían que haber dejado San Nicolás de Bari –su casa natural– por la calleja de los Cuernos para luego haber subido al Parche. La obra en la última casa de San Francisco se lo impidió. El año pasado fueron dos andamios: este sólo uno. Fueron los terceros del Encuentro.
Los segundos, los nazarenos de Jesús de Galiana. «Nuestro Jesús», resumió Fernández Díaz. Bajaron –bajo un manto de plástico– de la capilla del Carbayedo. Hacían sonar los tambores de su banda de viento los componentes de la banda OJE Colloto: trompetas, trombones… La imagen de los de Galiana llegó a la plaza de España donde estaba esperando la de los Dolores y a la que sólo faltaba San Juan.
Fernández Díaz recordó: «Antes se cansan los malos del mal, que Jesús del bien», recalcó. Lo hizo mientras estuvo explicando el Vía Crucis, la sangre vertida y la fuerza perdida que le permitió levantar el madero. La paz del principio se convirtió en cobijo y los avilesinos vencieron el día.
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