El barrio de Olivares cobra una vida especial, de devoción y recogimiento, cada noche de Miércoles Santo, con una de las procesiones con carácter propio, el que le imprime la indumentaria que reivindica una de las comarcas de esta provincia —la capa alistana— y que se convierte en hábito idóneo para las frecuentes frías noches de Semana Santa.
Bien abrigados —también los cofrades de acera— todos daban gracias mirando al cielo por que este año parecía claro desde el primer momento que se iba a poder disfrutar de la procesión de la Hermandad de Penitencia y que su Cristo, el del Amparo —una talla del siglo XVIII adornada tan solo por unos cardos, como se ilustra el Monte Calvario, a sus pies— iba a poder recorrer en andas y sin contratiempos climatológicos todo el casco antiguo, bien arropado por zamoranos y turistas. Se alejaba así el fantasma del pasado año, cuando la directiva estuvo hasta el último minuto sopesando qué hacer, para finalmente optar por un recorrido corto por las calles del barrio.
De la iglesia de San Claudio de Olivares salió este año, pero con las miras puestas en todo el casco antiguo, una vez que las campanas del templo dieron las doce. El silencio era sobrecogedor, tan solo roto por el quejido de las matracas y los lamentos del bombardino, que sorprende por su sonido a quien no está acostumbrado a esta particular melodía.
El ritmo del desfile también lo marcó el cuarteto de viento para hacer avanzar a los hermanos, farol en mano, que componen esta cofradía, conocida como la de las Capas Pardas, y una de las más reducidas de la Semana Santa zamorana.
Subiendo la cuesta del Pizarro, se continuó por la rúa de los Francos, plaza San Ildefonso y hasta la plaza de Fray Diego de Deza, donde se rezó el Vía Crucis al paso de la procesión, que continuó por Arias Gonzalo hasta Puerta del Obispo, Trascastillo, Santa Colomba y Rodrigo Arias.
La gente volvió a arremolinarse en la plaza de San Claudio de nuevo para disfrutar del último momento de la procesión, donde poder escuchar el Miserere Castellano antes de regresar al templo.
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