El Inter, un señor equipo, espera al Barça en las semifinales de la Champions. Primero, en Montjuíc; luego, en Milán. Lleva casi un lustro diseñando Simone Inzaghi ese equipo que domina en Italia y aspira a reinar en Europa. Se lo quitó el City de Guardiola en Estambul hace dos años. Y se llevó el conjunto italiano por delante al Bayern Múnich, remontando y resistiendo hasta presentarse ahora como la gran amenaza para el Barça de Flick.
Desde entonces persigue ese título que certifique su ascenso, ya definitivo, a la cima sostenido por la mejor defensa del fútbol continental. Y eso que el Bayern lo llevó al límite en la segunda mitad, capaz como fue de marcarle hasta dos goles, una proeza teniendo en cuenta que los interistas solo habían recibido tres tantos en los 11 encuentros anteriores.
Flick ya sabe lo que le espera. Tiene que reconstruir la máquina ofensiva del Barça -sus dos últimos tantos, el de Leganés y Dortmund, han sido autogoles- para hacerle daño de verdad al campeón italiano, quien terminó parapetado ante las narices de Sommer, su portero, para sostener el tesoro que logró en apenas tres minutos.
El partido no fue espectacular en la primera mitad, pero sí estuvo lleno de ricos matices tácticos. Había dos equipos. Y, en realidad, eran dos modelos radicalmente distintos. El Bayern, amparado en su tradicional 4-2-3-1, arrancó con energía la noche en Milán, llegando con criterio al área de Sommer, un portero experto y fiable. Esos primeros minutos parecían hacer pensar que sería el conjunto alemán el rival del Barça en las semifinales de la Champions.
Pero el Inter, una exquisita obra de autor diseñada con tacto y tiempo (lleva ya cuatro años) por Simone Inzaghi, es un equipo ciertamente sofisticado. Juega con una línea de tres centrales -el único de los cuartofinalistas que emplea este modelo táctico- llenando su centro del campo de futbolistas de excelente pie y poderoso despliegue físico.
Estaba el encuentro equilibrado. Sumamente equilibrado, con Hansi Flick instalado cómodamente en su casa de Barcelona observando a su nuevo enemigo a finales de abril y en la primera semana de mayo, la penúltima frontera antes de viajar a Múnich donde se jugará el próximo 31 de mayo la final de la Champions.
Tenía la pelota el Bayern (59% de posesión en los 45 minutos iniciales), pero hurgar en la defensa interista supone subir el Everest sin oxígeno. Tres goles había encajado en los 11 primeros partidos en Europa, una cifra que delata su monstruosa eficacia defensiva. No hay equipo igual en el Viejo Continente. Terminada la primera mitad, todo seguía igual que cuando empezó (0-0). O sea, la mejor noticia posible para el grupo de Inzaghi avalado por el 1-2 que obtuvo en Múnich.
Pese a todo, el Bayern se sentía con esperanza ganando en todos los registros al conjunto italiano. Chutaba más (ocho tiros contra seis), atacaba también más (32 a 13) y hasta corría más (56,86 kilómetros recorrieron los jugadores del campeón bávaro frente a los 54,97 km de los futbolistas interistas). Y hasta tiró más a puerta el Bayern (4) que el Inter (1).
La obra de Inzaghi
No es que fuera un ‘catenaccio’ del viejo ‘calcio’ sino un modelo mucho más evolucionado y trabajado por Inzaghi, que ha dotado de una enorme personalidad a su proyecto.
Es el Inter un equipo. Y con mayúsculas. No se adivinan fisuras en el bloque, capaz de moverse con armonía y entereza cuando el Bayern apretaba. Estaba obligado a hacerlo el equipo de Vincent Kompany y halló la recompensa nada más iniciarse la segunda mitad cuando Kane, un goleador que no tiene títulos de la dimensión que exige y reclama su talento, se inventó un derechazo para devolver la esperanza al Bayern.
Hasta siete jugadores del Inter estaban dentro de su área. Pero encontró la rendija el exjugador del Tottenham, con un tiro seco, ajustado y certero en el que la pelota, con un impacto preciso, dejó petrificado a Sommer. Y eso es algo de mucho mérito porque solo tres futbolistas habían conseguido esa hazaña en los ocho meses anteriores: Mukiele (Leverkusen, m. 90), Moder (Feyenoord, de penalti, m. 42) y Müller (Bayern, en la ida, m. 85).
Dos córners, dos goles del Inter
Ese tanto de Kane habría abatido a cualquier grande de Europa. Al Inter, no. Al Inter de Inzaghi le sirvió de estímulo para sacar su catálogo de jugadas a balón parado. En tres minutos, dos goles. En tres minutos, dos saques de esquina. El primero desde la banda izquierda donde se detectó la sabiduría de Lautaro Martínez.
Cabeceó de forma defectuosa el argentino, la pelota rebotó en el cuerpo de un despistado Kimmich y cuando se dio cuenta el Bayern el ‘nueve’ del Inter había soltado un derechazo astuto para empatar el partido y desnudar la debilidad defensiva bávara. En el segundo córner, este desde la banda derecha, se apreció, de nuevo, como el Inter tiene recursos de todo tipo. Cabezazo de Pavard y remontada exprés.
Ése es el Inter. Ni más ni menos. Equipo que ni mueve un músculo de su rostro cuando está perdiendo 0-1 en su hogar y tiene la eliminatoria equilibrada. Cuando entra en problemas halla la solución al instante.
Y el Bayern, con la entereza que acostumbra, tampoco claudicó antes de tiempo. Si recibió dos goles en dos saques de esquina encontró el antídoto para la respuesta en la misma jugada. Un córner permitió a Dier firmar el segundo tanto bávaro con un difícil y, a la vez, ajustado cabezazo para transformar a Sommer en un portero de cera.
Suya fue la última parada para aguantar al Inter de pie y dejar al Bayern en su casa. El Barça ya sabe lo que le aguarda en las semifinales.