La cuantía de las prestaciones sociales también contribuye a explicar que el porcentaje de mayores de 65 años con dificultad para llegar a fin (15,9%) sea la mitad del que afecta al colectivo entre 18 y 64 años (32,2%).
Ni estudio ni trabajo
En todo caso, los autores alertan de la elevada cifra de mayores que ni estudia ni trabaja en España (‘ninis’). Habitualmente se señala el porcentaje de ‘ninis’ entre los jóvenes, que alcanza el 16,1% en la franja de edad entre los 25 a 34 años. Sin embargo, los autores hacen notar que el peso de los ‘ninis’ se eleva hasta el 38,1% entre las personas de 55 a 64 años, edades previas a la habitual de jubilación, y al 90,4% en el caso de los mayores entre 65 y 74 años.
Los mayores de 55 años concentran el 45% de los casos de desempleo de larga duración (superior a dos años). «Además, cuando consiguen nuevos empleos, estos suelen ser de menor calidad que los de los mayores que han mantenido su empleo y peores también que los de los jóvenes que se acaban de incorporar al mercado de trabajo», constata el informe. El estudio también detecta un menor interés de las empresa por formar a sus empleados más mayores.
Brecha generacional de doble dirección
Para quienes sí están ocupados, se concluye que la situación laboral es más favorable para los mayores que para los jóvenes con el mismo nivel de estudios. En estas condiciones, el salario de los mayores es un 11,9% más elevado que el de los trabajadores de 25 a 54 años, y la diferencia crece hasta el 25% para los titulados superiores.
«Los mayores más formados participan más en el mercado laboral y prolongan más su vida laboral. Esto les permite alcanzar niveles de renta más elevados y también acumular más riqueza , lo cual les garantiza un mayor estado de seguridad económica y reduce su riesgo de pobreza y de exclusión social», sostiene Lorenzo Serrano. «En definitiva, la formación es un factor clave para impulsar el bienestar de los mayores, así como su contribución al resto de la sociedad. Una contribución que cada vez va a ser más importante y va a resultar más necesaria», concluye el economista. En su análisis, el estudio toma como punto de partida microdatos de la Encuesta de Condiciones de Vida y de la Encuesta de Población Activa (EPA), entre otras fuentes.