En el corazón de la Sierra de Francia, entre bosques de castaños y leyendas centenarias, se esconde El Cabaco, un pueblo salmantino que guarda dos tesoros que lo hacen único: el santuario mariano más alto del mundo y unas minas romanas tan legendarias como reales. Este rincón de Castilla y León es una joya para los amantes del turismo rural, la historia antigua y la espiritualidad envuelta en misterio.
El santuario más alto del mundo: entre la fe, la piedra y las nubes
A 1.723 metros sobre el nivel del mar, en lo alto de una cima que parece tocar el cielo, se alza el Santuario de la Virgen de la Peña de Francia, un conjunto monumental que combina misticismo, arquitectura y paisajes imponentes. Situado en el término municipal de El Cabaco, este enclave religioso atrae cada año a miles de peregrinos, turistas y curiosos que buscan inspiración, paz o simplemente la mejor vista panorámica de la provincia.
El santuario se compone de una iglesia, tres capillas exteriores, un convento y una hospedería, todo ello enclavado en un entorno natural de una belleza sobrecogedora. Pero más allá de su estructura, lo que realmente lo convierte en un lugar singular es su origen: según cuenta la leyenda, fue descubierto gracias a una profecía y a las visiones de Simón Vela, un francés que, tras años de búsqueda, encontró en 1434 una Virgen Negra oculta entre las rocas, justo donde siglos después se levantaría este templo.
Santuario de la Peña de Francia (Foto: Junta de Castilla y León)
Unas minas romanas que marcaron la historia del pueblo
El otro gran tesoro de El Cabaco se oculta bajo tierra: las minas romanas de Las Cavenes, testimonio de la intensa actividad minera que marcó la historia del municipio desde tiempos del Imperio. Aquí, los romanos extrajeron oro utilizando técnicas tan sofisticadas como el sistema de ruina montium, y dejaron tras de sí un paisaje excavado que aún hoy puede recorrerse y admirarse.
Se cree que los castaños, árboles distintivos del paisaje local, fueron introducidos precisamente para alimentar a los esclavos que trabajaban en estas minas. Y aunque siglos más tarde el wolframio reactivó el interés por sus entrañas durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se utilizó para fabricar el blindaje de los carros de combate y las cabezas de las bombas, ninguna explotación posterior ha igualado la huella que dejó Roma.
El legado minero está tan presente que hasta el nombre del pueblo hace alusión a él: ‘Cabaco’ proviene del término que alude a tierra excavada, un homenaje natural a sus orígenes subterráneos. Sin embargo, a pesar de su curiosa historia minera, actualmente El Cabaco mantiene su esencia a través de la agricultura, la ganadería y el creciente turismo rural.
Un rincón por descubrir
Más allá de sus monumentos, El Cabaco ofrece una experiencia completa. Su Parroquia de Nuestra Señora de la Misericordia, del siglo XVI, marca el centro espiritual del municipio. En la pedanía de El Zarzoso se alza el Convento de Porta Coeli, donde las monjas franciscanas elaboran exquisitos dulces artesanales. A su lado, un puente de un solo ojo completa una postal arquitectónica de gran encanto.
Parroquia de Nuestra Señora de la Misericordia (Foto: Junta de Castilla y León)
Para quienes buscan senderismo, naturaleza y aire puro, El Cabaco dispone de rutas señalizadas para recorrer a pie, a caballo o en bicicleta, en un entorno donde historia y paisaje se funden sin esfuerzo.
Naturaleza en Cavaco (Foto: Junta de Castilla y León)
Leyendas de El Cabaco: misterios entre lobos y profecías
El Cabaco es un pueblo lleno de historia y tradiciones, pero también de leyendas que han pasado de generación en generación, inquietando a todas las personas que las escuchan por primera vez. Una de ellas es la de Pedro Lobo, que narra la historia de un niño de cinco años llamado Pedro, quien cada día llevaba el almuerzo a su padre, un carbonero que trabajaba en el monte. Un día, el pequeño se perdió en el bosque, desatando la angustia de su familia y todo el pueblo, que lo buscó durante horas sin éxito. El niño llegó a pasar la noche en la sierra, rodeado de lobos, pero al amanecer lo encontraron sano y salvo en un chozo de pastores. Al preguntarle si tuvo miedo, respondió que estuvo acompañado por un «coco» (lobo), al que susurraba: “Coco, no te duermas…, que te duermes”. Desde entonces, ese monte se conoce como Pedro Lobo.
Otra leyenda igual de fascinante es la de la Virgen de la Peña de Francia, envuelta en profecías y espiritualidad. En 1424, Juana de Sequeros, conocida como ‘La Moza Santa’, predijo que en la cima de la Peña de Francia estaba oculta una imagen sagrada. Años después, el francés Simón Vela tuvo visiones que lo guiaron hasta Salamanca, donde finalmente descubrió la talla de la Virgen Negra. Desde entonces, el santuario se convirtió en un importante destino de peregrinación y milagros.
Fiestas y tradiciones de El Cabaco: raíces que siguen vivas
El Cabaco celebra sus tradicionales fiestas siendo fiel a sus costumbres, combinando religión, tradición y convivencia. El año festivo comienza el 5 de febrero con Las Águedas, cuando las mujeres del pueblo toman el bastón de mando del alcalde en honor a Santa Águeda, convirtiéndose en protagonistas por un día. En Pascua, el Domingo de Resurrección, vecinos y visitantes se reúnen en La Cuesta para disfrutar del Día del Hornazo, una merienda al aire libre protagonizada por un sabroso manjar tradicional.
El 3 de mayo, la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz reúne a los pueblos cercanos en la finca de El Zarzoso, mientras que el domingo de Pentecostés llega la Fiesta de La Emperrá, cuyo origen está en una antigua carrera de perros, en la en que los animales corrían hacia sus dueños con una lata atada a la cola. Sin embargo, las grandes celebraciones llegan en verano, con la Fiesta Mayor en honor a San Juan Bautista los días 24 y 25 de agosto.
Desde hace unos años, El Cabaco ha retomado la Fiesta de la Matanza Tradicional, que se celebra a principios de diciembre con degustación de pinchos tradicionales y showcookings a cargo de chefs de la zona, combinando tradición y vanguardia culinaria.
Finalmente, el calendario cierra el 26 de diciembre con la Fiesta de los Mozos, donde los jóvenes se reúnen en Nochebuena y continúan la celebración al día siguiente. Durante estas festividades, es tradición que los alcaldes de mozos lleven la capa charra, un símbolo de identidad con joyería artesanal, donde destaca el singular botón charro.
Sabores auténticos en cada plato
La gastronomía de El Cabaco es un fiel reflejo de su tierra, rica en cultivos y ganadería. Uno de los pilares de la cocina local es La Matanza, una tradición que reúne a familiares y amigos para elaborar embutidos artesanales como chorizo, salchichón, jamón, morcilla o lomo.
Por su parte, entre sus platos más apreciados destacan el cabrito asado, el cochifrito, el lechazo y la ternera. Pero la tradición culinaria no se queda ahí, ofreciendo increíbles recetas como las patatas meneás, el curioso limón serrano, las alubias caseras o las setas y hongos de la zona.